viernes, 23 de octubre de 2015

Orlando Goñi “el pulpo del piano”

Orlando Cayetano Goñi nació en Buenos Aires, en la zona del mercado Spinetto, el 20 de enero de 1914, y murió en Montevideo, en la casa de su amigo el bandoneonista Juan Esteban Martínez, el 5 de febrero de 1945, cuando apenas había cumplido treinta y un años y tenía la salud hecha trizas por los excesos del alcohol y las drogas.
Con la música se relacionó desde pibe y su maestro fue Vicente Scaramuzza, el mismo que le dio clases a ese otro grande del piano que fue Osvaldo Pugliese. Se asegura que a los 13 años estaba en la orquesta de Alfredo Calabró, pero lo seguro es que su primer grupo musical lo formó con su amigo Alfredo Gobbi, Alfredo Attadía, un Troilo muy jovencito, Luis Adesso en el bajo y su hermano José Goñi, en el violín.
No ha cumplido veinte años y su destino definitivo ya es el tango, una vocación que la desarrollará desde el piano donde, quienes lo conocieron, aseguran que demostró un inusual talento para la interpretación. Al respecto, las consideraciones de los críticos son casi unánimes: el piano de Goñi se distingue por un fraseo claro, un ritmo inconfundible, un estilo donde es evidente la influencia del jazz, la síncopa y el swing, variaciones aprendidas escuchando muy de pibe las sesiones de tango de Julio de Caro en el Cine Select de calle Lavalle o disfrutando de la música de su admirado jazzista Tedy Wilson.
Después de una muy breve temporada con Miguel Caló, está en radio Fénix con Cayetano Puglisi, acompañado de Eladio Blanco, Totó Rodríguez y Alfredo Calabró en la línea de bandoneones; Mauricio Nise en el violín y Francisco Vitale en el bajo. En otro momento, está el LR1 Radio el Mundo con los bandoneonistas Ciriaco Ortiz y Totó Rodríguez, los violinistas Holgado Barrios, Pedro Sapochnik y el propio Cayetano Puglisi; en el bajo está Vicente Sciareta y las voces son las de Susy del Carril y el mítico Antonio Rodríguez Lesende.
En ese deambular por diferentes formaciones musicales -una excepcional y privilegiada escuela de aprendizaje-, participa en la Orquesta Típica Paraguaya y en un improvisado cuarteto constituido para acompañar al cantante riojano Enrique Arbel, ocasión en la que grabarán “En un beso la vida” y “Charlemos”. En los carnavales de 1936, se lo ubica en la orquesta de Francisco Canaro y Luis Ricardi; también se sabe que en algún momento estuvo en el Café Nacional con la orquesta de Manuel Buzón, el hombre que en su momento le presentó a Troilo, motivo por el cual en 1937 será convocado por éste para integrar la orquesta que acaba de constituir. Más de seis años estuvo Goñi con Troilo, un tiempo en el que grabará 71 temas, un detalle menor comparado con su gravitación en esa formación musical, al punto que se llegó a decir que el alma real del grupo era el piano de Goñi, un detalle que captó rápidamente Astor Piazzolla, quien dirá al respecto: “Su forma de tocar el piano marcó el sonido de la primera orquesta de Troilo”.
Goñi y Fiorentino

Verlo frente al piano era un espectáculo aparte. Desdeñaba los rigores formales; se sentaba frente al piano como si estuviera en la mesa del café, no usaba los pedales, apenas prestaba atención al pentagrama; su genio era la improvisación, aquello que un crítico llamó la imaginación creadora. En ciertos momentos, daba la sensación de mover las manos con desgano, pero a las teclas les arrancaba sonidos únicos, recreando un fraseo delicado con la mano derecha, mientras la mano izquierda marcaba los bajos.
La orquesta de Troilo contaba con los bandoneones además del suyo- de Totó Rodríguez y Gianitelli; los violines de Reinaldo Michele, Pedro Sapochnik y José Stilman; Fazio en el bajo y, por supuesto, Goñi en el piano. Troilo debutó en el cabaret Marabú y en esas sesiones de hacha y tiza Goñi dictó cátedra interpretando temas como “Uno”, “Cuando tallan los recuerdos”, “Farolito de papel”, o “Corazón no le hagas caso”.
El pasaje de Goñi por esta orquesta fue tan brillante como conflictivo. A su talento increíble se sumaban sus impuntualidades, las inconstancias profesionales de una vida disipada que fueron minando la paciencia de un veterano de la noche como fue Troilo. Piazzolla recuerda que en diferentes ocasiones él debía hacerse cargo del piano, pero lo cierto es que estas ausencias, que se fueron reiterando con el paso del tiempo, se cortaron por la sano cuando Troilo se presentó con un escribano en el Café Germinal, donde Goñi estaba dado vuelta, trámite legal que le permitió cesantearlo, vacante que en poco tiempo será ocupada por José Basso.
Expulsado de la orquesta de Troilo, decide formar su propia orquesta que debutará el 1º de diciembre de 1943 en el Café Nacional, ocasión en la que un cronista del diario El Mundo lo calificará como “El mariscal del tango”. En esa formación, están en la línea de bandoneones el excepcional músico rosarino Antonio Ríos, el impecable Eduardo Rovira, Luis Bonnat y Roberto Di Filippo; en los violines se destacan Rolando Curcel, José Amatrain, Antonio Blanco y Emilio González; en el bajo, Domingo Domaruma y Enrique Storani en el cello. Los cantantes merecen un capítulo aparte, porque allí van a estar Rodríguez Lesende, Osvaldo Cabrera, Raúl Aldao y el gran Francisco Fiorentino, quien se retira al poco tiempo fastidiado por las impuntualidades de Goñi. Lamentablemente, esta orquesta que en su mejor momento convocó a multitudes e hizo una muy buena temporada en Radio Belgrano, sólo dejó como testimonio de su arte una deficiente grabación en la que se destacan cuatro temas: “Y siempre igual”, “Mi regalo”, “Chiqué” y “El taura”.
Orlano Goñi vivió al límite y en esas condiciones a nadie le debería extrañar que haya muerto tan joven. Piazzolla, poco afecto a las efusiones sentimentales lo describe con palabras tiernas; “Tenía unas manos hermosas como no he visto en otro pianista. Era uno de esos personajes del tango: tenía en la cara la palidez de los músicos de cabaret y unas ojeras enormes. No le gustaba la música clásica ni el jazz, pero tocando el piano era algo supremo”. Desde otro lugar, Horacio Ferrer dice algo parecido: “Sería injusto para la valoración de otros ejecutantes, afirmar que fue el mejor pianista del género, pero sería también muy difícil afirmar lo contrario”.
Singular presencia la de Goñi en el tango: su vida fue breve, su bohemia desenfrenada seguramente debe de haber conspirado contra su propia formación musical; recién en los dos últimos años de su vida tuvo una orquesta donde sus indisciplinas eran célebres. No dejó escuela ni dejó discípulos y el único tema que compuso fue “Mi regalo”, pero sin embargo todos los críticos coinciden en destacar su genio, esa inspiración que le otorgaba a su piano un sello inconfundible
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domingo, 18 de octubre de 2015

Finalizó con gran éxito de público y de crítica el 5to Festival Nacional de Tango Carlos Di Sarli de Bahía Blanca

Unas trescientas personas acompañaron la gala de cierre del 5to Festival Nacional de Tango Carlos Di Sarli realizada el pasado domingo 11 en el Teatro Municipal. “La Bahía Tanguera” fue una muestra de la movida que en la ciudad tiene actualmente el 2x4.
Con una propuesta novedosa en cuanto al formato y la variedad de intérpretes, José Valle confirmó una vez más que Bahía Blanca es uno de los exponentes del tango más representativos que tiene el país.
El espectáculo inició con un cambio de planes en la tarde-noche de Gaby y Florencia Albanesi quienes, como buenas amigas, se encontraban plácidamente charlando entre mate y mate en el living de la rubia periodista y cantante. Informadas de la actuación que debían realizar en el Teatro ambas se dirigen a la peluquería de Luis, quien la apronta para el espectáculo mientras ellas conversan sobre lo que se presentará esa noche en el municipal. Y así, con centro de estética en escena y las palabras de las chicas que iban anunciando cada número transcurrió la noche.
El primero en intervenir musicalmente fue el pianista Sergio Caballero quien interpretó un personal arreglo del tango “Bahía Blanca” del maestro Di Sarli. Seguidamente, Caballero acompañó al cantante lírico Gustavo Von Holtun quien ofreció cinco tangos donde demostró su gran caudal de voz y grandes aptitudes técnicas que le permiten, además de cantar ópera, poder decir muy bien el tango. “Uno”, “El día que me quieras”, “Grisel”, “Flor de lino” y “Remembranzas” fueron sus elegidas.
Muy bien acogido por el público, Gustavo dio paso a Susana Matilla, una reconocida intérprete de música nacional que, en su nueva faceta de solista, dio cátedra de expresividad acompañada por Sergio Caballero en páginas clásicas en su voz como “La última curda”, “Absurdo”, “El gordo Triste”, “Somos como somos”  y “La luz de un fósforo”.
A continuación fue el turno de Raúl Islas, el ganador del Primer Certamen Roberto Achával para cantantes de tango que se realizó el pasado mes de julio. Islas interpretó para comenzar el tango de Enrique Cadícamo y Guillermo Barbieri que en aquella ocasión lo consagró ganador, “Anclao en París”, al que sumó “Mariposita”, “Melodía de arrabal” y el bolero “Sabor a mi”, luego de confesar que ese género romántico es que marcó su trayectoria con la música.
Seguidamente llegaron a escena dos señoronas de 1950, con vestimenta, ambientación y hasta formas de expresase de la época dorada del tango. Güendalina Martella y Nacha Herrera evocaron aquellas épocas en que la radio era la reina del hogar con sus tangos, radioteatros y ese maravilloso mundo que permitía imaginar. Conjugando actuación con música y mucho humor las integrantes del dúo “Corte y Confesión” desplegaron una variedad significativa de ritmos musicales: valses (“Caserón de tejas”, “Pedacito de cielo” y “Romance de barrio”), bolero (“Alma mía”), ranchera (“Me enamoré una vez”), foxtrot (“Rubias de New York”), y, por supuesto, tangos como “Los mareados”, “El choclo” y “Madreselva”, con una magistral imitación de Libertad Lamarque realizada por Güendalina mientras se acompañaba con el piano, que hizo reír a carcajadas a toda la platea.
Seguidamente llegó al escenario Anyela Cabrera, exquisita cantante de baladas que esta vez se sumó al tango con personales versiones de los tangos “Nada” de Sanguinetti y Dames  y “El corazón al sur” de Eladia Blázquez.
Para agregarle ritmo y arrabal a la noche, llegó al escenario Alberto Acuña, cantor de experiencia que desplegó todo su capital artístico acompañado por dos guitarristas puntaltenses que con vigor, secundaron prolijamente a un cantor emocionado, agradecido y en todo su esplendor que cerró su participación con una muy lograda versión de “Adiós Pampa mia”.
Finalmente, Gaby y Flor, con peinados y vestimenta listos, salieron de la peluquería para “entrar a escena” y ponerle una sonrisa al cierre de una noche que se prolongó por casi tres horas de espectáculo. Con su contrapunto habitual de seriedad y absurdo, de comentarios picarescos y emotivos las “brujas” hablaron de los hombres, el amor y la mujer actual con canciones y tangos excelentemente interpretados que el público recibió con mucha atención y reiteradas sonrisas. Gaby ofreció “Muchacho”, “Canchero”, “Oro y Plata” y “Cuando me entrés a fallar” mientras que Florencia repondió cada uno de esos tangos con “Mucha pinta” de la cantautora Claudia Levy, la ranchera “Pistolita” de Paquita la del Barrio, “La mina del Ford”, una adaptación del tango “Tu vieja” de Lucio Arce y “Mujer inconveniente” de Liliana Felipe. Finalmente, a dúo interpretaron la balada “Como toda mujer” de Alejandro Vezzani.
Así culminaron once días de actividad tanguera en la ciudad que se renovarán en la 6ta edición 2016 de este maravilloso festival que crece y se consolida año a año.

Oscar Alonso

El Café Nacional de calle Corrientes al 900, fue uno de los notables santuarios del tango, el lugar
donde se celebraban diariamente las ceremonias en su homenaje. Por allí desfilaron los mejores y, en ese palco, se consagraron los grandes músicos y cantores del género. Uno de ellos, considerado en su tiempo la gran promesa del tango canción, fue Pedro Carlos Brandán, conocido poco años después como Oscar Alonso.
En el tango, como en cualquier universo con historia, existen los mitos, las leyendas y los próceres. Como en toda celebración no faltan los maestros y los sacerdotes que inician a los aspirantes en la nueva fe. Alonso fue uno de los privilegiados. Aún no tenía veinte años y ya estaba bendecido por los grandes ases del tango. El primero fue nada más y nada menos que Carlos Gardel. Según cuenta Cátulo Castillo, alrededor de 1933 Gardel cantaba en una obra de teatro menor y cuando concluía su jornada se iba a tomar unas copas al Nacional. Allí, fue cuando escuchó por primera vez a Alonso y le dijo a Pascual Carcavallo: “Pucha que canta lindo ese morocho”. La otra versión proviene de Vaccarezza. Según sus palabras, Gardel lo fue a saludar a Alonso a su camarín y le dijo más o menos lo siguiente: “Yo me voy pibe, y el tango queda en tu garganta de oro. Cuidala, y no te engrupas”.
En estos casos, poco importa saber si la historia es verdadera o si hay documentos que la verifiquen, porque en el mundo mítico lo que vale siempre es la leyenda, que el rumor circule, que la imagen se instale en la memoria, que en la mesa de un bar, en la barra o en algún local nocturno, un grupo de hombres lo comente con asombro, con admiración.
Lo cierto es que Alonso ingresa al tango por la puerta grande y provisto de las mejores credenciales. Una de ellas se la otorga Homero Manzi, cuando le comenta a un amigo. “Cada vez que canta este muchacho, me hace temblar”. No concluyen allí los reconocimientos de los grandes. Según uno de sus biógrafos, Néstor Pinzón, Aníbal Troilo le confío una noche que “Alonso fue el más grande cantor de tangos después de Gardel, anotalo nomás sin ninguna duda”.
El hombre nació con el ángel en la garganta y el don del canto. No se le conocen estudios profesionales, pero escuchándolo daría la impresión de que no los necesitaba. Había nacido el 12 de octubre de 1912 en la localidad de Florentino Ameghino, un caserío vecino a San Antonio de Areco. Otra señal del destino. Pedro Brandán fue su padre, el hombre que Ricardo Güiraldes menciona entre los gauchos y reseros a quienes les dedica su libro “Don Segundo Sombra”.
A los catorce años, el muchacho ya vive con su familia en Buenos Aires. Dos años después debuta en un local de Florida y Esmeralda. Se dice que se inicia con el tema “La última copa”. Para esos años, actúa en el programa radial “La voz del aire”, acompañado por el trío dirigido por Vicente Fiorentino. En 1932, Anselmo Aieta lo lleva al Café Nacional. También con Aieta actúa en el viejo teatro San Martín.
Para esos años, se perfila como una de las grandes promesas del tango. Juan Canaro hace gestiones para que en 1938 ingrese a Radio Prieto, conocida después como Radio Argentina. Allí el director artístico de la emisora lo bautiza con el nombre con el que lo reconocerá la posteridad: Oscar Alonso. Es en esos años cuando se hace amigo de Hugo del Carril, con quien, además, compartirán futuros ideales políticos.

Se supone que al iniciarse la década del cuarenta, Alonso ya posee un perfil artístico definido. Su voz de barítono es una marca registrada en la noche porteña. Para esa fecha algunas de sus grabaciones en el sello Odeón empiezan a ser coleccionadas por los tangueros. Las dos primeras son en 1936. Se trata de los temas “Llueve”, de Horacio Petorossi y “Qué es lo que vez”, de Agustín Delamónica y Hugo Gutiérrez. Ese mismo año graba “San José de Flores” y “Comparancia”. Y en junio de 1937 se despacha con “Mañanitas camperas” y “Que nunca me falte”. No sólo graba, también escribe. Dos poemas pertenecen a su autoría, “Yo no quiero que le escribas” y “Tardecitas de campo”.
Alonso fue un típico cantor solista. Pasó por algunas orquestas, como las de Agustín Galván, Héctor María Artola y Carlos García, pero lo que definió su identidad fue su condición de solista, y siempre acompañado por muy buenas guitarras, como la de José Canet, por ejemplo. Según los entendidos, las mejores grabaciones pertenecen al período con Artola, pero las que han trascendido al gran público son las que hizo a partir de 1967 con Carlos García.
Una pregunta legítima en este caso, es por qué un cantor con dotes excepcionales como las de Alonso, no llegó a tener el reconocimiento que sus condiciones acreditaban. Las respuestas son diversas. Algunos dicen que su condición de solista conspiró en su contra, en un tiempo en que la consagración del canto la daban las grandes orquestas. Otros, hablan de su inconstancia, de su vida disipada, de sus largas giras por América Latina, de su prolongada estadía en Cuba. Lo cierto, de todos modos, es que la gran esperanza del tango, el hombre bendecido por Gardel, Manzi y Troilo, no pudo o no supo estar a la altura de esas expectativas.
Sin embargo, allí están sus grabaciones, alrededor de cien, que testimonian la calidad de su canto. Temas como “Jamás lo vas a saber”, “Rubí”, “Tus besos fueron míos”, “Barrio pobre”, “No me pregunten por qué” , “Yo también”, “Cuando tallan los recuerdos”, “Aquel muchacho triste”, merecen escucharse, porque dan cuenta de su calidad interpretativa, del registro de su voz, de los matices que era capaz de trabajar.
Oscar Alonso se identificó con el peronismo desde su nacimiento en 1943. En esos años, graba “Versos de un payador al general Juan Domingo Perón y Eva Perón”. Años más tarde le dedica un tango a Augusto Timoteo Vandor con letra y música de Alberto Caroprese. Para los amigos de las curiosidades, graba dos temas, “Seguí como sos” y “San Isidro”. Las letras son de quien fuera durante años el intendente de San Isidro, Melchor Posse.
A todas esas hazañas, Alonso siempre permitió que se las mencionaran con afecto, pero a la hora de evocar su recuerdo más querido como cantor, siempre se refería a las veinticinco funciones seguidas a sala llena en el cine 25 de Mayo del barrio porteño de Villa Urquiza. Sus giras por la provincia de Buenos Aires, también fueron memorables por la respuesta del público
Como todo artista popular de su tiempo, incursionó en el cine en películas que no fueron gran cosa, pero que permiten apreciar el tono de su voz. En 1934, actúa en “Los locos del cuarto piso”, dirigida por Lisandro de la Tea. Y en “Pampa y cielo”, de Raúl Guruchaga. Los más veteranos recuerdan de aquellas lejanas tardes de cine, el famoso noticiero “Sucesos argentinos”. Pues bien, hay dos cortometrajes que cuentan con su participación. Allí interpreta “Senda florida” acompañado de la orquesta de Juan Polito y los cantores Carlos Roldán y Chola Luna.
En 1952, Lucas Demare filma “Mi noche triste” donde es posible apreciar a su voz en off cantando el tango de Pascual Contursi. Por último, cómo no recordar su participación en la obra “Boite rusa”, en el famoso Teatro Liceo. Allí, durante dos años 1939 a 1941- estuvo acompañado por los actores José Olarra y Pierina Dealesi.
A partir de 1966 y hasta 1974, Alonso grabó en diferentes ocasiones acompañado por la orquesta de Carlos García. Su voz mantenía su temple, pero empezaba a declinar. Algo deteriorado por los años y los excesos, mantuvo hasta el final de sus días, es decir, hasta el 15 de enero de 1980, su lealtad incondicional al peronismo.

lunes, 5 de octubre de 2015

Comenzó el mítico festival de Tango "Carlos Di Sarli" de Bahía Blanca

Se desarrolló ayer, con entrada libre y gratuita, la primera jornada del 5º Festival Nacional de Tango de Bahía Blanca "Carlos Di Sarli" en el Centro Cultural de la Cooperativa Obrera (Zelarrayán 560).
En la apertura se hizo la entrega de distinciones a personalidades de la cultura, el deporte y el quehacer bahiense. Se premió a Canal 9 en su 50 aniversario, al conductor Tato Ciraudo, al programa Fútbol de Liga, y al payador Walter Mosegui.
En el cierre, se eligió a la 3ª Reina Nacional del Tango entre 12 postulantes bahienses.
Los encargados de elegir a la nueva representante del tango y sus princesas fueron Fabiana Úngaro, Lorenzo Natali, Denise Carrero (Reina 2014) y Carlos Velaustegui quien además realizó la conducción junto a Gaby "La voz sensual del Tango".
Las doce postulantes, bajo la coordinación de Sandra Bernard, Pamela Oliden y Noelia Peralta, realizaron tres apariciones con diferentes atuendos que permitieron apreciar su presencia y conocer algunos datos personales de las jóvenes (estudios, actividades, metas personales, gustos musicales relacionados con el tango, entre otros).
Durante el desfile los cantantes Tato Commegna, Marilisa Arriola, Sergio García Ércoli y Carla Catá fueron los encargados de matizar la pasarela con música en vivo.
Después de una discutida deliberación se conocieron los resultados convenidos por los miembros del jurado: Micaela Mendiola 2° PRINCESA, Estefanía Belén Méndez 1° PRINCESA y María Sol Díaz Pallaoro 3° REINA NACIONAL DEL TANGO 2015.Continuando con la nutrida programación del 5to Festival Nacional de Tango Carlos Di Sarli de Bahía Blanca:


2da jornada de 5º FESTIVAL DE TANGO 'CARLOS DI SARLI' sede El Motivo Tanguería (Brandsen 550). El productor y director del festival, José Valle, junto a Natalia Gastaminza, Susana Giandoménico y Juana Dodero, viuda del emblemático cantor whitense Roberto Achával, en la Inauguración de plaquetas homenaje a Carlos Di Sarli y Roberto Achával con Aníbal Troilo el Bandoneón Mayor de Buenos Aires.
Actuaron los cantantes Nicolás Rodríguez, Sebastián Andrés, la actriz Felipa Pérez Escudero Ruíz González y el guitarrista Sebastián Barrionuevo.

3ra. noche del 5º Festival Nacional de Tango de Bahía Blanca “Carlos Di Sarli”, sede Café Histórico con las actuaciones de Silvia Adami, Santiago Pérez, Jorge Maza y Juan Carlos Deambrosi;
4ta. noche del 5º Festival Nacional de Tango de Bahía Blanca “Carlos Di Sarli”, sede Café Histórico con las actuaciones de los cantantes: Cristina Marinissen, Alberto García y Chacho Tinervia.
Continuando con la nutrida programación del 5to Festival Nacional de Tango Carlos Di Sarli de Bahía Blanca: 
MIÉRCOLES 07 de Octubre, 17 hs Café Histórico (Av. Colón 602)
Presentación del libro “Tango: Un Abrazo Sanador” de Mónica Peri, Editorial Corregidor. Prólogo de Vicente Zito Lema.
ENTRADA LIBRE Y GRATUITA.
JUEVES 08 de Octubre, 19 hs Café Miravalles (Av. Cerri 777)
“Un vermut con la historia”, Charla y show. Homenaje e inauguración de plaqueta conmemorativa en su Centenario a Ernesto Lazatti y Armando Lacava. Disertarán Eduardo Giorlandini, Víctor Úngaro y José Valle.
Entrada libre y gratuita.            
VIERNES 09 de Octubre, 21.30 hs El Motivo Tanguería (Brandsen 550).
Show, homenaje y milonga. Inauguración de plaqueta en memoria de Hugo Marozzi con la participación de Mary Sevillano y Susana Giandoménico. Se presentarán los cantantes: Gastón Peralta, Sandra Murcia, Gerónimo Blint, Delia Figueroa y la pareja de baile de Natalia y Gustavo.       
SÁBADO 10 de Octubre, 11 hs Peatonal Drago (Esq. O´Higgins)
Milonga callejera abierta con la participación de los cantantes Alberto Mansi, Omar Palma, Joaquín Jacob y el Ballet de tango de la Peña Folklorica de las Escuelas Medias de la Universidad Nacional del Sur (EMUNS).
SÁBADO 10 de Octubre, 21.30 hs, Café Histórico (Av. Colón 602)
Show musical con Fiorella Guidi, Sebastián Ginestet, Valentina Etchebest, Mariana Tivervia y Alicia Comignani.
 
DOMINGO 11 de Octubre, 21 hs Teatro Municipal
Espectáculo “La Bahía Tanguera” con Noche de brujas (Gaby “La voz sensual del Tango” y Florencia Albanesi), Corte y Confesión (Güendalina Martella y Nacha Herrera), Gustavo Von Holtun, Sergio Caballero, Raúl Islas, Alberto Acuña, Susana Matilla, Anyela Cabrera, Juan Carlos Brigante y Rodrigo Rivero.
ENTRADAS DESDE $80

martes, 22 de septiembre de 2015

Gaby "la voz sensual del tango" y José Valle han sido galardonados con el premio Raíces Federal 2015

Gaby "la voz sensual del tango" recibió el premio Raíces Federal 2015 por el  musical La novia de América sobre la vida y obra de la cantante y actriz Libertad Lamarque y el reconocido escritor Balcarceño José Valle por su libro “En el Naipe de vivir, historias de tango, boxeo y turf”.
El domingo 20 de setiembre se realizó la gala de entrega de los premios Raíces en la ciudad de Buenos Aires, en el teatro del centenario palacio Felix Bernasconi del porteñisimo barrio de Parque Patricios.
El Premio Raíces se entrega desde 1989. El espíritu del mismo es premiar la trayectoria de aquellos que dejan un legado, en diferentes disciplinas, especialmente los comunicadores, científicos, deportistas, artistas, músicos y escritores, desde Ushuaia hasta la Quiaca y para el mundo.Lo recibieron Virginia Luque, Eladia Blázquez, Susana Rinaldi, Alberto Podestá, Mercedes Sosa, María Marta Serra Lima, Argentino Ledesma, Los Chalchaleros, Estela Raval, Mario Clavel, Paz Martínez, Bruno Guelber, Mariano Mores, Horacio Guarany y Oscar "Chaqueño" Palavecino.
El Presidente de PREMIO RAICES, Embajador de la Paz y Dr. Honoris Causa es el prestigioso periodista Osvaldo García Napo

El tango, Gardel y el fútbo

El tango y el fútbol han caminado juntos a lo largo del siglo veinte. Sus diferencias son evidentes, pero también lo son sus coincidencias. Dicho de una manera general, ambos son expresiones de la cultura popular urbana, su origen se confunde con el nacimiento mismo de la nación moderna, con la constitución de los grandes centros urbanos y el despliegue de una cultura con sus logros, sus mitos y leyendas. Esta afirmación merece evaluarse, porque habitualmente se suele pensar al fútbol y al tango como diferentes y, en algún punto, antagónicos.
En su versión más simplificada, se sostiene que el fútbol es un deporte diurno mientras que el tango es un arte nocturno; el fútbol exige preparación física, vida sana y disciplina, mientras que al tango se lo confunde con la noche, los vicios, las mujeres de la calle y los muchachos calaveras. En definitiva, nada que ver uno con otro. ¿Es tan así? Todos sabemos que no, que desde sus diferencias por demás obvias, en el imaginario de las clases populares el fútbol y el tango suelen ir de la mano sin que nadie se complique demasiado la vida por ello. Como me dijera un amigo, no son hermanos pero son buenos amigos. Por lo menos así lo fue a lo largo del siglo veinte, tal como se puede comprobar a través de los diversos y variados homenajes que el tango le hizo al fútbol.
El primer ejemplo que tengo a mano es “Racing Club” de Roberto Firpo, tango grabado por Firpo en 1913 y por Canaro en 1915, además de una excelente versión de Agustín Bardi en la década del cuarenta. De “Racing Club”, se dice que hay una interesante e inédita versión que Aníbal Troilo interpretó en Montevideo hace de esto una ponchada de años.
A partir de ese momento fundacional con uno de los equipos más populares de la era del amateur, comienzan a llover los tangos en homenaje a los clubes de fútbol y a ciertos jugadores. La lista es larga y de diferente calidad, pero conviene citar algunos ejemplos. Francisco Rotundo hace “Estudiantes de la Plata”; Anselmo Aieta, “San Lorenzo del Almagro”; a Boca Juniors le dedica su talento Rodolfo Sciamarella; en 1953, Héctor Varela le rinde su homenaje tanguero a “Los diablos rojos de Avellaneda”; por su parte, Alfredo de Angelis compone “El Taladro”, dedicado a Banfield.
Después están las celebraciones a los jugadores: Armando Pontier lo hace con el Charro Moreno; Ángel Ratti a Ángel Labruna; Miguel Padula compone “Bernabé la Fiera” dedicado a Bernabé Ferreira; Leopoldo Días Vélez compone “Tarzán” en homenaje a Amadeo Carrizo; Osvaldo Fresedo hace lo suyo con “Tarasca solo”, en honor a Domingo Tarascone, jugador de Boca; en 1952, José Basso compone “Once y uno” y Osvaldo Requena, “Azulgrana”. Por su parte, a Gerardo Matos Rodríguez se le atribuye “Nacional para siempre” y a la típica de Pirincho Canaro, el tango “Siempre Peñarol” cantado por Luis Alberto Fleitas.
Los hombres del tango no ocultaban sus preferencias por el club de sus amores. Troilo era de River; De Angelis, de Banfield; Roberto Goyeneche, de Platense, Héctor Varela, de Independiente, y Carlos Gardel, de Racing. Seguramente, el fútbol no les hacía perder el sueño a estos hombres de la noche, pero lo que importa destacar es que el tango no les resultaba indiferente, aunque más no sea porque el público que los seguía amaba al fútbol.
Es verdad, las manifestaciones del fútbol son ruidosas, bullangueras, mientras que el tango es intimista, recatado. El fútbol se festeja con la multitud y el tango se celebra en soledad o con un número reducido de amigos; en el fútbol se festeja la victoria y la derrota es un estímulo para nuevas victorias; el tango es la tragedia de los perdedores, del “hombre que está solo y espera”, del abandonado por la mujer que amaba, de quien gastó su vida en aprontes y partidas, un balance que fatalmente se realiza cuando ya es tarde para todo.
Pero sin embargo, en la mitología popular hay lugar para los dos. La música, el compás del hincha de fútbol tiene sabor a tango, por lo menos lo tuvo durante muchos años.
A propósito, hay dos tangos en los que estas realidades se fusionan. Me refiero a “La número cinco” y “El sueño del pibe”, ambos escritos por Reynaldo Yiso. De “La número cinco”, hay una versión clásica a cargo de Alfredo Gobbi con la voz de Jorge Maciel; mientras que al “El sueño del pibe” podemos disfrutarlo con las voces de Roberto Chanel o Enrique Campos. Ambos poemas orillan peligrosamente por las fronteras del sentimentalismo, pero logran eludir a último momento las trampas más peligrosas de la cursilería. Como para dar testimonio de sus preferencias Edmundo Rivero graba en 1961 “Gol argentino”. A decir verdad, no es ni por cerca lo mejor de Edmundo Lionel, pero el documento allí está para quien lo quiera escuchar.
Para Carlos Gardel, el deporte de su vida eran los burros. Su relación con el fútbol en ese sentido era distante, pero no indiferente. Puesto a elegir entre una tenida de hacha y tiza en Palermo o un partido de fútbol, no tenía dudas, sobre todo si el caballo que corría era Lunático o el jockey que lo montaba se llamaba Irineo Leguisamo o, en su defecto, se trataba de algún pingo del stud de Francisco Maschio.
Sin embargo, hay testigos que juran que lo vieron alguna vez en las canchas hinchando por Racing, el club de sus amores. Algunos biógrafos sugirieron que Gardel jugó de pibe en un cuadrito del barrio, y que de chico corría detrás de una pelota de trapo en el potrero. Puede que haya sido así, pero no hay pruebas al respecto. Lo que importa en todos los casos es que su personalidad no era la de un hincha de fútbol, sino la de un porteño noctámbulo, cuyas aficiones diarias eran los muchachos del café y los burros.
Gardel no era futbolero y es inútil esforzarnos para que sea lo que no fue, pero su sensibilidad de artista no dejaba de percibir la receptividad popular del fútbol. Tres tangos, dos de ellos muy buenos se los dedica al fútbol. En 1928, graba en París “Patadura”, de Enrique Carrera Sotelo y José López Ares; al año siguiente graba “Largue a esa Mujica” y en 1933 “Mi primer gol” de Pettorossi, Bonano y Fatorini. “Mi primer gol'' se parece mucho a “Knock out de amor”, es decir, que el box en este caso o el fútbol son un pretextos poéticos para registrar una historia de amor. Ambos poemas están muy bien escritos y Gardel los interpreta como solo él sabe hacerlo.
“El Zorzal” no era un apasionado por el fútbol, pero sus preferencias eran claras. Así como en Argentina era de Racing, en Uruguay era de Nacional y en Barcelona, del Barsa. Su amistad con Pedro Ochoa, jugador de Racing está documentada, como también hay testimonios y fotos de su amistad con José Samitier, jugador del Barcelona.
No, no era futbolero, pero en 1928 se hace presente en el hotel donde están alojados los jugadores argentinos que van a disputar el Olímpico de ese año. La leyenda cuenta que se quedó con ellos varios días y luego viajaron juntos s París. A los futbolistas argentinos, Gardel les dedicó “Dandy” y no faltan los que aseguren que en realidad fue allí donde estrenó este tango.
A la hora de cumplir con el fútbol, algo parecido va a hacer en 1930 en Montevideo cuando visita a los jugadores argentinos alojados en el Hotel de la Barra. La delegación estaba concentrada allí porque jugaba la final por el campeonato del mundo con Uruguay, ocasión en la que los orientales se impusieron por cuatro a dos. Esta visita de Gardel a los argentinos en un partido de esas características refutaría la hipótesis del Gardel uruguayo, aunque ni lerdos ni perezosos los uruguayos afirmarán luego que en esos días Gardel también visitó a los uruguayos, afirmación que nunca pudo ser probada, pero ya se sabe que en estos temas la leyenda siempre es más importante que la verdad.

Sexteto Tango, los mejores alumnos de Osvaldo Pugliese

Sexteto Tango con Rolando Luque
Cuando a fines de 1968, el flamante Sexteto Tango debutó en Caño 14, considerado entonces uno de los templos mayores del tango, quienes tuvieron el privilegio de estar presentes en esa jornada supieron en el acto que estaban ante una formación musical de alta jerarquía. Los músicos que integraban el Sexteto ya habían lucido sus aptitudes en la orquesta de Pugliese y cada uno de ellos era una marca registrada en materia de calidad interpretativa.
El debut en el local de calle Talcahuano colmó todas las expectativas, al punto que a los pocos meses grabaron su primer long play para el sello Roca Víctor. El álbum se llamó “Presentación del Sexteto Tango”, ocasión en que los tangueros pudimos disfrutar de temas como “Quejas de bandoneón”, “Amurado”, “La bordona” o “Danzarín”. El espaldarazo definitivo con el gran público lo logran cuando se presentaron en el popularísimo programa “Sábados Circulares”, dirigido por Pipo Mancera en Canal 13. A partir de allí comenzaron las giras por el extranjero, giras que van a incluir Estados Unidos y Europa.
La crítica de su momento saludó con cálidos conceptos la presencia de esta formación musical que se proponía forjar la difícil síntesis entre vanguardia y tradición. El desafío era grande, porque había que rehuir la tentación de imitar al autor de “La yumba” o la de extraviarse en algunas experimentaciones vanguardistas. De más está decir que el examen fue superado con las máximas calificaciones. El Sexteto Tango supo definir un estilo propio, un logro en el que tuvieron mucho que ver músicos excepcionales como Emilio Balcarce y Julián Plaza.
El conjunto nació en 1968, pero el proyecto ya estaba en la cabeza de los músicos de Pugliese desde 1965, cuando el maestro regresó de su gira de Japón y, atendiendo la crisis por la que atravesaba el tango en aquellos años, crisis que incluía una de nuestras habituales depresiones económicas, lanzó la idea de constituir una formación musical que le permitiera a algunos de sus músicos encontrar posibilidades económicas, una aspiración que en aquellos años se hizo habitual, entre otras cosas porque las orquestas “multitudinarias” de la década del cuarenta ya no estaban en condiciones de sostenerse económicamente.
Tres años después, y atendiendo a una licencia de Osvaldo Pugliese por motivos de salud, se crea el sexteto. En los primeros meses, los muchachos actúan simultáneamente en las dos formaciones. Luego y, según dicen los que saben, se separaron del maestro en los mejores términos. Los bandoneones del sexteto son los de Osvaldo Ruggiero y Víctor Lavallén; con los violines están Emilio Balcarce y Oscar Herrero; Julián Plaza, al piano; Alcides Rossi, en el contrabajo, y la voz de Jorge Maciel. Más adelante habrá otros cantores: Raúl Funes y Jorge Mariano.
Julián Plaza sumaba a sus dotes con el piano su talento con el bandoneón, Compositor y arreglador, lució sus habilidades con las orquestas de Edgardo Donato, Carlos di Sarli, Antonio Rodio y Miguel Caló. Para muchos fue junto con Balcarce el “alma mater” del sexteto. Osvaldo Ruggiero siempre se declaró un autodidacta del fueye y un discípulo incondicional de Troilo. Ruggiero ingresó con diecisiete años en la flamante orquesta de Pugliese y fue uno de los músicos que acompañó al maestro en su debut en agosto de 1939 en el Café El Nacional. Autor entre otras creaciones de “Rezongo tanguero”, en una entrevista admitió que su mayor orgullo en la vida fue una foto con Pichuco con una dedicatoria firmada por el maestro: “Al bandoneón que le queda a Buenos Aires”.
El violín de Oscar Herrero ya se había destacado con Armando Cupo, Emilio Orlando y Pedro Maffia. Herrero se inició como discípulo del violinista Emilio Cantore. En 1943, el primer violín de Pugliese, Enrique Camerano, lo convoca para sumarse a la orquesta. Músico talentoso y refinado, también fue célebre como compositor y así lo demuestran temas como “Nochero soy” y “Quejumbroso‘‘.
De Alcides Rossi, puede decirse que fue uno de los grandes contrabajistas de su tiempo. En la película “Si sos brujo” le explica a los jóvenes tangueros cómo se logra con un preciso y leve movimiento de la muñeca que la cerda del arco sobre la cuerda provoque un “ruidito” que define todo un estilo. Nacido en Mar del Plata, antes que con Pugliese lució su talento en las orquestas de Cupo y Troilo.
Víctor Lavallén fue considerado como “uno de los grandes tesoros mejor guardados del tango”. Nació en Rosario estuvo en las orquesta de Miguel Caló y Enrique Mario Francini y en 1958 se sumó a la orquesta de Pugliese. En 2007 grabó su primer álbum como solista titulado “Amanecer ciudadano”. Como arreglador, merece tenerse en cuenta sus logros en temas como “Gallo ciego” o “Bandoneón arrabalero”.
De Emilio Balcarce, alcanza con decir que fue uno de los grandes maestros del tango, un mérito reconocido por los jóvenes que lo promocionaron para que con más de ochenta años dirigiera la “Orquesta Escuela de Tango”, espacio donde volcó su experiencia, encanto y sabiduría. Temas como “La bordona”, grabado con Troilo en 1956, “Bien compadre” o “Si sos brujo”, dan cuenta de su calidad como compositor. Antes de integrar la orquesta de Pugliese, tuvo su propia orquesta y en algún momento fue el violín de la orquesta de Edgardo Donato.
Por último, el cantor Jorge Maciel, quien grabó alrededor de sesenta y seis tangos con Pugliese, orquesta a la que se sumó en 1954, después de haber pasado una temporada con Alfredo Gobbi, con el que grabó dieciocho temas. La tarjeta de presentación de Maciel fue el tango “Canzoneta” de Erma Suárez y Enrique Lary, pero también merecen destacarse entre otros “Remebranzas”, “Cascabelito” y “Recuerdo”, este último de Pugliese y Eduardo Moreno. Con el sexteto Maciel grabó veinticuatro temas, entre los que se pueden mencionar “Sentimiento gaucho”, “Chiquilín de Bachín”, “ Mi ciudad y me gente” y “Mi dolor”.
Esta galería de ases es la que lució sus aptitudes en el Hotel Victoria Plaza y en el Teatro Solís de Montevideo. Los mismos que luego fueron convocados en 1974 por el Teatro Colón junto con Aníbal Troilo, Horacio Salgán y Florindo Sassone. Como para completar el firmamento de estrellas de esa noche célebre, se sumaron a los músicos las voces de Roberto Goyeneche y Edmundo Rivero.
El Sexteto Tango grabó en todos estos años once long play, todos en el sello Roca Víctor, salvo uno producido en Japón con el sello CBS Columbia. En la década del setenta y el ochenta, el sexteto es convocado para estar presente en los principales escenarios de América latina y Europa. En París, por ejemplo, actúan durante dos meses en la mítica “Les trottoirs de Buenos Aires”. En 1983 presentan un disco con doce temas interpretados por Goyeneche. Allí se destacan el tango “Estrella” de Marcelino Hernández y Roberto Cassinelli, y el valsecito “Tres esquinas”, de Salvador Piana y Homero Manzi.
Sobre el “Sexteto Tango” dice Ricardo García Blaya: “El sexteto no fue una búsqueda a nuevas formas de interpretación ni a falsos efectismos, sus integrantes sabían perfectamente lo que querían y pese al origen común de todos ellos la orquesta de Osvaldo Pugliese- lograron un sonido propio, que fue punto de partida de otras muchas formaciones que los siguieron y, en algunos casos, los imitaron”.