martes, 15 de agosto de 2017

Homenaje a Niní Marshall y Francisco Álvarez en el ciclo "Historia y Tango en el cine" de Bahía Blanca.

El Jueves 24 de agosto a las 17 hs el ciclo "Historia y Tango en el cine" presentará "HAY QUE EDUCAR A NINÍ" (95 minutos), con entrada libre y gratuita en el Centro Cultural de la Cooperativa Obrera (Zelarrayán 560). La misma será presentada por el productor cultural José Valle quien hablará sobre los actores Niní Marshall y Francisco Álvarez.

“Hay que educar a Niní” fue dirigida por Luis César Amadori, con guion de René Garzón, Amadori y Tito Davison y se estrenó el 17 de julio de 1940. Protagonizada por Niní Marshall y Francisco Álvarez, completan el reparto Pablo Palitos, Nury Montsé, Héctor Calcaño, Cirilo Etulain, Mirtha y Silvia Legrand, entre otros.
Sin groserías y sin falsos recursos para provocar la risa, Niní Marshall crea una de las mejores comedias que ha dado el cine argentino. La gran estrella no recrea en esta ocasión a ninguno de sus populares personajes, se interpreta a sí misma venciendo su natural timidez.
Es la historia de una joven extra de cine que se hace pasar por la hija de un millonario financista a instancias de un abogado. En lugar de rechazarla, el millonario la adopta a escondidas de su mujer, y la interna en uno de los mejores colegios de señoritas para mejorar su educación. Un grupo de maestras se propone transformar la educación de Niní, tarea que no será fácil
Niní Marshall fue el seudónimo de Marina Esther Traveso,inició su carrera como redactora en la revista Sintonía en la década de 1930 bajo el seudónimo de Mitzy.​ Incursionó como cancionista en una serie de programas radiofónicos hasta que sus dotes para la comedia la llevaron a participar como actriz y formar un dúo cómico con Juan Carlos Thorry. Su popularidad fue en aumento y Manuel Romero la incorporó como actriz protagónica y guionista en la película Mujeres que trabajan (1938). Entre 1939 y 1940, encabezó una trilogía dirigida por Romero que incluyó los filmes Divorcio en Montevideo, Casamiento en Buenos Aires y Luna de miel en Río.
Su observación minuciosa de la sociedad la llevó a crear dos personajes emblemáticos, Catita y Cándida, dos arquetipos de la inmigración europea del siglo XX, con los que intervino en gran parte de sus películas. A comienzos de los años de 1940, encabezó las primeras superproducciones de la historia del cine argentino, Carmen (1943), Madame Sans Gene (1945) —por la que obtuvo el premio a la mejor actriz cómica de la ACCA— y Mosquita muerta (1946), todas dirigidas por Luis César Amadori. Tras el golpe de Estado de 1943, Marshall debió exiliarse en México luego de que las autoridades consideraran el lenguaje utilizado por sus personajes como «una deformación del idioma».3​ La situación se volvió a reiterar en 1950 cuando, en un confuso episodio, Marshall dejó de recibir ofertas de trabajo durante el gobierno de Juan Domingo Perón.
Su retorno al cine luego tras la caída del peronismo tuvo lugar en Catita es una dama (1956), que no tuvo el mismo éxito que sus películas anteriores. Sus siguientes actuaciones fueron en comedias de bajo presupuesto que le ofrecieron un lucimiento limitado y tuvieron una mala recepción. En cambio, sus presentaciones televisivas en los años de 1960 en el ciclo de Nicolás Mancera, Sábados circulares, generaron repercusión en el público.​ En 1973, fue convocada por Lino Patalano para desarrollar un espectáculo de café-concert, Y... se nos fue redepente, que alcanzó más de 1500 presentaciones y le permitió llevar a escena todos sus personajes. A lo largo de su carrera teatral, por su parte, se destacó en Coqueluche, Buenos Aires de seda y percal y La señora Barba Azul. Su éxito como humorista le valió los apodos de «la dama del humor» y «la Chaplin con faldas».​
Marshall se retiró del cine en 1980 después de filmar ¡Qué linda es mi familia! junto a Luis Sandrini, aunque en 1985 publicó sus memorias y continuó trabajando esporádicamente en televisión hasta 1988. Los últimos años de su vida estuvieron marcados por los homenajes,entre los que destacan haber sido declarada «Ciudadana ilustre de la Ciudad de Buenos Aires» en 1989 y merecedora del premio Podestá a la Trayectoria en 1992. Al momento de su muerte en 1996, Marshall era considerada una de las figuras del espectáculo más importantes y reconocidas de la Argentina. En la actualidad, un teatro en Tigre y una calle de Puerto Madero llevan su nombre a modo de reconocimiento
Francisco Álvarez fue un actor de cine y teatro que nació en Buenos Aires, el 26 de julio de 1892 y falleció en Lanús, provincia de Buenos Aires, el 21 de abril de 1960.
Inició su carrera en teatro, circo y espectáculos revisteriles. Se consagró en 1937, cuando ganó el Premio al Mejor Actor por su papel en Lo que le pasó a Reynoso. Protagonizó algunos filmes como Los hijos artificiales y La importancia de ser ladrón. En el cine desde que debutó en La sangre de las guitarras (1937) hasta Patricia mía (1961) que fue estrenada luego de su fallecimiento. Fue señalada sus actuaciones en el filme que dirigió Luis César Amadori en 1940 Hay que educar a Niní en la que actuó con Niní Marshall y su muy festejada personificación de un abogado que para evitar un divorcio encuentra a una sosías de su hija y arma un enredo en Soñar no cuesta nada (1941) del mismo director. Compuso un personaje cómico en El tercer beso, de 1942 también de Amadori. En la década del 50 filmó en Venezuela "Yo quiero una mujer así" (1951) junto con Olga Zubarry, siendo esta película el debut como director de Juan Carlos Thorry, para luego continuar su carrera en películas dirigidas por Enrique Carreras. En el teatro la trayectoria de Francisco Álvarez estuvo en la línea cómico-sentimental en sainetes o comedias asaineteadas. Se incorporó en la década del '30 a la compañía Muiño-Alippi y posteriormente trabajó en muchas obras cómicas en otras compañías, recordándosele por su actuación en 1949 en la obra ¡Adiós...plata mía! de Tito Insausti y Arnaldo Malfatti que protagonizó con gran éxito en el teatro Astral junto a Diana Maggi y Olinda Bozán.​ En 1952 trabajó con Leonor Rinaldi en el Teatro Cómico en la obra Viuda fiera y avivata busca soltero con plata de Germán Ziclis y en 1953 protagonizó con Pepita Muñoz con gran éxito de público en el mismo teatro, la obra del mismo autor Casarse con una viuda, que cosa más peliaguda

lunes, 14 de agosto de 2017

2do.FESTIVAL NACIONAL DE TANGO ITINERANTE “DISCEPOLÍN” EN PUNTA ALTA


El Festival Nacional de Tango Itinerante DISCEPOLIN, dirigido por el productor cultural José Valle, se desarrollará en distintas ciudades de nuestro país y tendrá como misión difundir el tango en todas sus expresiones, como así también difundir la vida y obra del gran ENRIQUE SANTOS DISCEPOLO. 
Los distintos eventos contemplan conferencias, debates, proyección de documentales y películas, presentaciones de libros, milongas, shows, espectáculos educativos de entretenimiento para chicos y reconocimientos a personalidades de la cultura nacional y popular.
La programación de cada edición se nutre de artistas invitados y locales para realzar la esencia y los valores culturales de la ciudad anfitriona. En todos los casos se realizan actividades varias para incluir públicos diferentes.
Gaby
El primer festival se desarrolló del 8 al 10 de enero de 2016 en la ciudad bonaerense de Villa Gesell .
Viernes 18 de agosto a las 18hs en el auditorio de la Cooperativa obrera de calle Brown 128 1er piso .Palabras del director del Festival Jose Valle y de integrantes del circulo Monteagudo
Proyección de la película “El Hincha” de Manuel Romero, con guion del propio Romero, Julio Porter y el conocido autor de tangos Enrique Santos Discépolo, quien es también el protagonista. Fue estrenada el 13 de abril de 1951, en el cine Ocean de Buenos Aires y fue el último trabajo cinematográfico del actor, autor y compositor de tangos.Sabado 19 de agosto a las 19 hs en el auditorio de la Cooperativa obrera de calle Brown 128 1er piso , Charla sobre la vida y obra de Enrique Santos Discepolo a cargo de Olga Gil y 
José Valle, y show musical con la cancionista Gaby "la voz sensual del tango", Juan Carlos Deambrosi y artistas locales.
Habrá exposición de monedas antiguas del coleccionista Juan Cruz Rodríguez, miembro del Centro Numismático Bahiense

José “Pepe” Basso

José Basso fue una pianista para respetar al frente de una orquesta para disfrutar. Por allí pasaron Floreal Ruiz, Francisco Fiorentino, Jorge Durán, Oscar Ferrari y el gran Alfredo Belusi. Uno de sus fueyes fue de Eduardo Rovira; Hugo Baralis estuvo presente con su violín; en el chello contó con la presencia de Leopoldo Marafiotti.
Fue una orquesta notable la que constituyó José “Pepe” Basso en 1947 y que, con las variaciones del caso, mantuvo durante décadas convocando multitudes en los clubes, brindando funciones en los elegantes locales nocturnos de la ciudad, realizando verdaderos conciertos en la radio y, a la llegada de la televisión, conquistando a la platea con el ritmo de su orquesta y ese toque suyo de tocar el piano de pie, una marca tan registrada como la de D’Arienzo haciendo su show saltarín en el escenario o Aníbal Troilo dormitando sus solos de bandoneón a la luz de un faro azul.
Con Troilo, precisamente, Basso rindió las asignaturas necesarias para iniciarse con orquesta propia. Entró a la orquesta de Pichuco por la puerta grande, en reemplazo de una de las celebridades de entonces, Orlando Goñi, el “Pulpo”. Fue en septiembre de 1943, y antes de fin de mes grabó su primer disco. Fue “Farol”, el tema de Homero Expósito.
Cuatro años el piano de Basso estuvo con Troilo, donde quedaron grabadas como testimonio, 88 temas. En 1947, consideró que el derecho de piso estaba pagado y se decidió a dirigir su propia orquesta. Su lugar fue ocupado por Carlos Figari, un buen pianista para reemplazar a otro buen pianista. Troilo en esos temas nunca se equivocaba.
José Basso nació en la ciudad de Pergamino el 30 de enero de 1919. Sus padres lo alentaron para que estudiara Ingeniería, pero al poco tiempo dejó la facultad por el tango. Dicen que le gustaba el fútbol y reunía condiciones para ello. En algún momento -se afirma- jugó en la primera de Boca, pero lo seguro es que dejó la pelota por el piano.
Al piano, en realidad, lo aprendió a tocar de pibe y no había dejado los pantalones cortos cuando ya estaba entreverado en los escenarios. A los diecisiete años integraba la orquesta de Emilio y José de Caro. Poco tiempo después lo vemos en el trío en el que participan también Gallardo y Ayala.
Como los grandes músicos de su tiempo, Basso fue cumpliendo con todos los requisitos exigidos en el exigente ambiente del tango. Uno de ellos, formarse al lado de los mejores. Es así como probó su valía con las orquestas de Francisco Grillo, José Tinelli, Antonio Bonavena y Anselmo Aieta. Para esa época, conoce a Alberto Soifer, el director de la orquesta estable de uno de los míticos programas de tango de la década del cuarenta: “Ronda de ases”. Fue un curso acelerado de calidad musical y relaciones públicas. Por allí pasaban las grandes orquestas de esos años: Carlos Di Sarli, Osvaldo Pugliese, Osvaldo Fresedo, Ricardo Tanturi, Ángel D’Agostino, Edgardo Donato y Juan D’Arienzo. Es en ocasión de esas sesiones de alta calidad tanguera cuando Troilo “le pone el ojo” al piano de Basso.
Cuando funda su orquesta todavía no tenia treinta años, pero ya era todo un maestro. Éstos son los músicos que estuvieron presentes en la noche de gala del Ocean Dancing de Leandro Alem. En la línea de bandoneones estaban Julio Ahumada, Eduardo Rovira, Adolfo Francia y Andrés Natale. Con los violines se destacaban Mauricio Musé, Francisco Oréfice, Francisco Fernández y Domingo Serra. En el violonchelo, Leopoldo Marafiotti y Rafael del Bagno en el contrabajo. Los cantores fueron entonces Ortega del Cerro y Ricardo Ruiz. No estaba mal para plantarse en el universo competitivo y exigente de los años cuarenta.
Con el paso de los años, la orquesta de Basso se transformará en un clásico de la noche tanguera. Las presentaciones de Cacho Fontana contribuirían a ampliar su popularidad. “Basso y sus bassitos”, será la carta de presentación. Sus discos en esos años empiezan a venderse como pan caliente. Sus interpretaciones instrumentales son tan requeridas como sus poemas cantados por los verdaderos astros que desfilaron durante décadas por su orquesta
Horacio Ferrer dirá de la música de Basso: “Su estilo caracterizado por la brillantez sonora, la sucesión de solos encadenados y los pasajes de “tuttis” de piano y orquesta de división rítmica muy peculiar con broches invariablemente ralentados que esquematizaron un tanto sus versiones”.
Por su parte, Luis Adolfo Sierra considera que “José Basso mantuvo siempre una ponderada línea de equilibrio entre las exigencias de las formas esencialmente bailables y los atractivos estéticos de las orquestas modernas con cierta elasticidad en las licencias rítmicas. Se trata de una orquesta con brillantez sonora inconfundible muy propensa a los “rubattos” y a los ralentados, acentuados generalmente a través de vigorosos y llamativos forttísimos.
Basso se dio el lujo no sólo de interpretar temas de Piazzolla, sino de hacerlos bailables sin degradarlos. Es el caso de “Adiós Nonino”, “Contratiempo”, “Prepárense” o “Triunfal”. También se dio le lujo de musicalizar dos poemas de Jorge Luis Borges: “Milonga para Albornoz” y “Milonga para los orientales”.
En la década del cuarenta, y cuando el tango inició un período de declinación, la orquesta de Basso mantuvo intacta su popularidad. En el Café Marzotto de calle Corrientes, en la confitería “Ruca”, en Radio Belgrano, en el Sans Souci y en Ocean Dancing, podía disfrutarse de sus tangos, mientras que no hubo pista de baile en Buenos Aires que no gozara de su música bailable.
A todo esto, Ortega del Cerro fue reemplazado por Francisco Fiorentino y en 1949 graban su primer disco para el sello Rca-Víctor. Fiorentino canta “Mi noche triste” y Ricardo Ruiz interpreta “Sentimiento gaucho”. Completan esta grabación, que no salió a la venta, “Dos que se aman” y “Se han sentado las carretas”. Sí llega al publico la placa en la que Ruiz canta “Claveles blancos” y Fiorentino “El bulín de la calle Ayacucho”.
Los cantores de Basso fueron una cosa seria. A Fiorentino lo reemplazó Jorge Durán y a Ruiz, Oscar Ferrari. Después pasaron por allí el Tata Floreal Ruiz, el Negro Belusi, Roberto Florio, Héctor de Rosas, Carlos Romi, Luis Correa, Juan Carlos Godoy, Aníbal Jaulé, Quique Ojeda, y me pueden quedar algunos ases en el tintero.
En 1967, viajó a Japón contratado por un mes y la aceptación fue tanta que se quedó ocho. Para esos años, un hombre del tango y de la noche podía complacerse con su música y sus cantores en el Viejo Almacén, Caño 14 o El Rincón de los Artistas”. Ya para entones, el tango de Juan Canaro y Osvaldo Sosa Cordero, “Ahí va el dulce”, era su clásica carta de presentación.
Los tangos de Floreal Ruiz merecen nombrase: “Por la vuelta”, “Lo han visto con otra”, “Marionetas”, “El Motivo”, son excelentes, pero mi preferido es “Vieja amiga”. Belusi por su parte grabó con él tangazos como “Lo que vos te merecés” y “Sueño malevo”. El tango de Luis Rubistein, “Venganza”, escrito en 1934, fue un clásico de Oscar Ferrari que recién lo grabó en 1974. Su estribillo aún lo puedo citar de memoria: “No me dejes sola, no te vayas mi alma, dame un beso grande esos que das vos; no te quedes muda ni mirés con rabia, no ves que me muero sin perdón de Dios”. Jorge Durán se destacó con “Martirio”, “Tomo y obligo” o “Cuando me entrés a fallar”.
Basso grabó 221 tangos, 10 valses, quince milongas y una canción, además de 86 temas instrumentales. A sus condiciones de pianista y director, le sumó las de compositor. Pertenecen a su autoría, entre otros “Me están sobrando las penas”, “Rosicler” y, “Mundana”.
El 29 de julio de 1990, en el salón Dorado del Teatro Colón, le rinden los merecidos honores. Sin duda que se los había ganado después de medio siglo de hacer buena música. José Hipólito Basso, murió en Buenos Aires el 14 de agosto de 1993.