martes, 22 de septiembre de 2015

Gaby "la voz sensual del tango" y José Valle han sido galardonados con el premio Raíces Federal 2015

Gaby "la voz sensual del tango" recibió el premio Raíces Federal 2015 por el  musical La novia de América sobre la vida y obra de la cantante y actriz Libertad Lamarque y el reconocido escritor Balcarceño José Valle por su libro “En el Naipe de vivir, historias de tango, boxeo y turf”.
El domingo 20 de setiembre se realizó la gala de entrega de los premios Raíces en la ciudad de Buenos Aires, en el teatro del centenario palacio Felix Bernasconi del porteñisimo barrio de Parque Patricios.
El Premio Raíces se entrega desde 1989. El espíritu del mismo es premiar la trayectoria de aquellos que dejan un legado, en diferentes disciplinas, especialmente los comunicadores, científicos, deportistas, artistas, músicos y escritores, desde Ushuaia hasta la Quiaca y para el mundo.Lo recibieron Virginia Luque, Eladia Blázquez, Susana Rinaldi, Alberto Podestá, Mercedes Sosa, María Marta Serra Lima, Argentino Ledesma, Los Chalchaleros, Estela Raval, Mario Clavel, Paz Martínez, Bruno Guelber, Mariano Mores, Horacio Guarany y Oscar "Chaqueño" Palavecino.
El Presidente de PREMIO RAICES, Embajador de la Paz y Dr. Honoris Causa es el prestigioso periodista Osvaldo García Napo

El tango, Gardel y el fútbo

El tango y el fútbol han caminado juntos a lo largo del siglo veinte. Sus diferencias son evidentes, pero también lo son sus coincidencias. Dicho de una manera general, ambos son expresiones de la cultura popular urbana, su origen se confunde con el nacimiento mismo de la nación moderna, con la constitución de los grandes centros urbanos y el despliegue de una cultura con sus logros, sus mitos y leyendas. Esta afirmación merece evaluarse, porque habitualmente se suele pensar al fútbol y al tango como diferentes y, en algún punto, antagónicos.
En su versión más simplificada, se sostiene que el fútbol es un deporte diurno mientras que el tango es un arte nocturno; el fútbol exige preparación física, vida sana y disciplina, mientras que al tango se lo confunde con la noche, los vicios, las mujeres de la calle y los muchachos calaveras. En definitiva, nada que ver uno con otro. ¿Es tan así? Todos sabemos que no, que desde sus diferencias por demás obvias, en el imaginario de las clases populares el fútbol y el tango suelen ir de la mano sin que nadie se complique demasiado la vida por ello. Como me dijera un amigo, no son hermanos pero son buenos amigos. Por lo menos así lo fue a lo largo del siglo veinte, tal como se puede comprobar a través de los diversos y variados homenajes que el tango le hizo al fútbol.
El primer ejemplo que tengo a mano es “Racing Club” de Roberto Firpo, tango grabado por Firpo en 1913 y por Canaro en 1915, además de una excelente versión de Agustín Bardi en la década del cuarenta. De “Racing Club”, se dice que hay una interesante e inédita versión que Aníbal Troilo interpretó en Montevideo hace de esto una ponchada de años.
A partir de ese momento fundacional con uno de los equipos más populares de la era del amateur, comienzan a llover los tangos en homenaje a los clubes de fútbol y a ciertos jugadores. La lista es larga y de diferente calidad, pero conviene citar algunos ejemplos. Francisco Rotundo hace “Estudiantes de la Plata”; Anselmo Aieta, “San Lorenzo del Almagro”; a Boca Juniors le dedica su talento Rodolfo Sciamarella; en 1953, Héctor Varela le rinde su homenaje tanguero a “Los diablos rojos de Avellaneda”; por su parte, Alfredo de Angelis compone “El Taladro”, dedicado a Banfield.
Después están las celebraciones a los jugadores: Armando Pontier lo hace con el Charro Moreno; Ángel Ratti a Ángel Labruna; Miguel Padula compone “Bernabé la Fiera” dedicado a Bernabé Ferreira; Leopoldo Días Vélez compone “Tarzán” en homenaje a Amadeo Carrizo; Osvaldo Fresedo hace lo suyo con “Tarasca solo”, en honor a Domingo Tarascone, jugador de Boca; en 1952, José Basso compone “Once y uno” y Osvaldo Requena, “Azulgrana”. Por su parte, a Gerardo Matos Rodríguez se le atribuye “Nacional para siempre” y a la típica de Pirincho Canaro, el tango “Siempre Peñarol” cantado por Luis Alberto Fleitas.
Los hombres del tango no ocultaban sus preferencias por el club de sus amores. Troilo era de River; De Angelis, de Banfield; Roberto Goyeneche, de Platense, Héctor Varela, de Independiente, y Carlos Gardel, de Racing. Seguramente, el fútbol no les hacía perder el sueño a estos hombres de la noche, pero lo que importa destacar es que el tango no les resultaba indiferente, aunque más no sea porque el público que los seguía amaba al fútbol.
Es verdad, las manifestaciones del fútbol son ruidosas, bullangueras, mientras que el tango es intimista, recatado. El fútbol se festeja con la multitud y el tango se celebra en soledad o con un número reducido de amigos; en el fútbol se festeja la victoria y la derrota es un estímulo para nuevas victorias; el tango es la tragedia de los perdedores, del “hombre que está solo y espera”, del abandonado por la mujer que amaba, de quien gastó su vida en aprontes y partidas, un balance que fatalmente se realiza cuando ya es tarde para todo.
Pero sin embargo, en la mitología popular hay lugar para los dos. La música, el compás del hincha de fútbol tiene sabor a tango, por lo menos lo tuvo durante muchos años.
A propósito, hay dos tangos en los que estas realidades se fusionan. Me refiero a “La número cinco” y “El sueño del pibe”, ambos escritos por Reynaldo Yiso. De “La número cinco”, hay una versión clásica a cargo de Alfredo Gobbi con la voz de Jorge Maciel; mientras que al “El sueño del pibe” podemos disfrutarlo con las voces de Roberto Chanel o Enrique Campos. Ambos poemas orillan peligrosamente por las fronteras del sentimentalismo, pero logran eludir a último momento las trampas más peligrosas de la cursilería. Como para dar testimonio de sus preferencias Edmundo Rivero graba en 1961 “Gol argentino”. A decir verdad, no es ni por cerca lo mejor de Edmundo Lionel, pero el documento allí está para quien lo quiera escuchar.
Para Carlos Gardel, el deporte de su vida eran los burros. Su relación con el fútbol en ese sentido era distante, pero no indiferente. Puesto a elegir entre una tenida de hacha y tiza en Palermo o un partido de fútbol, no tenía dudas, sobre todo si el caballo que corría era Lunático o el jockey que lo montaba se llamaba Irineo Leguisamo o, en su defecto, se trataba de algún pingo del stud de Francisco Maschio.
Sin embargo, hay testigos que juran que lo vieron alguna vez en las canchas hinchando por Racing, el club de sus amores. Algunos biógrafos sugirieron que Gardel jugó de pibe en un cuadrito del barrio, y que de chico corría detrás de una pelota de trapo en el potrero. Puede que haya sido así, pero no hay pruebas al respecto. Lo que importa en todos los casos es que su personalidad no era la de un hincha de fútbol, sino la de un porteño noctámbulo, cuyas aficiones diarias eran los muchachos del café y los burros.
Gardel no era futbolero y es inútil esforzarnos para que sea lo que no fue, pero su sensibilidad de artista no dejaba de percibir la receptividad popular del fútbol. Tres tangos, dos de ellos muy buenos se los dedica al fútbol. En 1928, graba en París “Patadura”, de Enrique Carrera Sotelo y José López Ares; al año siguiente graba “Largue a esa Mujica” y en 1933 “Mi primer gol” de Pettorossi, Bonano y Fatorini. “Mi primer gol'' se parece mucho a “Knock out de amor”, es decir, que el box en este caso o el fútbol son un pretextos poéticos para registrar una historia de amor. Ambos poemas están muy bien escritos y Gardel los interpreta como solo él sabe hacerlo.
“El Zorzal” no era un apasionado por el fútbol, pero sus preferencias eran claras. Así como en Argentina era de Racing, en Uruguay era de Nacional y en Barcelona, del Barsa. Su amistad con Pedro Ochoa, jugador de Racing está documentada, como también hay testimonios y fotos de su amistad con José Samitier, jugador del Barcelona.
No, no era futbolero, pero en 1928 se hace presente en el hotel donde están alojados los jugadores argentinos que van a disputar el Olímpico de ese año. La leyenda cuenta que se quedó con ellos varios días y luego viajaron juntos s París. A los futbolistas argentinos, Gardel les dedicó “Dandy” y no faltan los que aseguren que en realidad fue allí donde estrenó este tango.
A la hora de cumplir con el fútbol, algo parecido va a hacer en 1930 en Montevideo cuando visita a los jugadores argentinos alojados en el Hotel de la Barra. La delegación estaba concentrada allí porque jugaba la final por el campeonato del mundo con Uruguay, ocasión en la que los orientales se impusieron por cuatro a dos. Esta visita de Gardel a los argentinos en un partido de esas características refutaría la hipótesis del Gardel uruguayo, aunque ni lerdos ni perezosos los uruguayos afirmarán luego que en esos días Gardel también visitó a los uruguayos, afirmación que nunca pudo ser probada, pero ya se sabe que en estos temas la leyenda siempre es más importante que la verdad.

Sexteto Tango, los mejores alumnos de Osvaldo Pugliese

Sexteto Tango con Rolando Luque
Cuando a fines de 1968, el flamante Sexteto Tango debutó en Caño 14, considerado entonces uno de los templos mayores del tango, quienes tuvieron el privilegio de estar presentes en esa jornada supieron en el acto que estaban ante una formación musical de alta jerarquía. Los músicos que integraban el Sexteto ya habían lucido sus aptitudes en la orquesta de Pugliese y cada uno de ellos era una marca registrada en materia de calidad interpretativa.
El debut en el local de calle Talcahuano colmó todas las expectativas, al punto que a los pocos meses grabaron su primer long play para el sello Roca Víctor. El álbum se llamó “Presentación del Sexteto Tango”, ocasión en que los tangueros pudimos disfrutar de temas como “Quejas de bandoneón”, “Amurado”, “La bordona” o “Danzarín”. El espaldarazo definitivo con el gran público lo logran cuando se presentaron en el popularísimo programa “Sábados Circulares”, dirigido por Pipo Mancera en Canal 13. A partir de allí comenzaron las giras por el extranjero, giras que van a incluir Estados Unidos y Europa.
La crítica de su momento saludó con cálidos conceptos la presencia de esta formación musical que se proponía forjar la difícil síntesis entre vanguardia y tradición. El desafío era grande, porque había que rehuir la tentación de imitar al autor de “La yumba” o la de extraviarse en algunas experimentaciones vanguardistas. De más está decir que el examen fue superado con las máximas calificaciones. El Sexteto Tango supo definir un estilo propio, un logro en el que tuvieron mucho que ver músicos excepcionales como Emilio Balcarce y Julián Plaza.
El conjunto nació en 1968, pero el proyecto ya estaba en la cabeza de los músicos de Pugliese desde 1965, cuando el maestro regresó de su gira de Japón y, atendiendo la crisis por la que atravesaba el tango en aquellos años, crisis que incluía una de nuestras habituales depresiones económicas, lanzó la idea de constituir una formación musical que le permitiera a algunos de sus músicos encontrar posibilidades económicas, una aspiración que en aquellos años se hizo habitual, entre otras cosas porque las orquestas “multitudinarias” de la década del cuarenta ya no estaban en condiciones de sostenerse económicamente.
Tres años después, y atendiendo a una licencia de Osvaldo Pugliese por motivos de salud, se crea el sexteto. En los primeros meses, los muchachos actúan simultáneamente en las dos formaciones. Luego y, según dicen los que saben, se separaron del maestro en los mejores términos. Los bandoneones del sexteto son los de Osvaldo Ruggiero y Víctor Lavallén; con los violines están Emilio Balcarce y Oscar Herrero; Julián Plaza, al piano; Alcides Rossi, en el contrabajo, y la voz de Jorge Maciel. Más adelante habrá otros cantores: Raúl Funes y Jorge Mariano.
Julián Plaza sumaba a sus dotes con el piano su talento con el bandoneón, Compositor y arreglador, lució sus habilidades con las orquestas de Edgardo Donato, Carlos di Sarli, Antonio Rodio y Miguel Caló. Para muchos fue junto con Balcarce el “alma mater” del sexteto. Osvaldo Ruggiero siempre se declaró un autodidacta del fueye y un discípulo incondicional de Troilo. Ruggiero ingresó con diecisiete años en la flamante orquesta de Pugliese y fue uno de los músicos que acompañó al maestro en su debut en agosto de 1939 en el Café El Nacional. Autor entre otras creaciones de “Rezongo tanguero”, en una entrevista admitió que su mayor orgullo en la vida fue una foto con Pichuco con una dedicatoria firmada por el maestro: “Al bandoneón que le queda a Buenos Aires”.
El violín de Oscar Herrero ya se había destacado con Armando Cupo, Emilio Orlando y Pedro Maffia. Herrero se inició como discípulo del violinista Emilio Cantore. En 1943, el primer violín de Pugliese, Enrique Camerano, lo convoca para sumarse a la orquesta. Músico talentoso y refinado, también fue célebre como compositor y así lo demuestran temas como “Nochero soy” y “Quejumbroso‘‘.
De Alcides Rossi, puede decirse que fue uno de los grandes contrabajistas de su tiempo. En la película “Si sos brujo” le explica a los jóvenes tangueros cómo se logra con un preciso y leve movimiento de la muñeca que la cerda del arco sobre la cuerda provoque un “ruidito” que define todo un estilo. Nacido en Mar del Plata, antes que con Pugliese lució su talento en las orquestas de Cupo y Troilo.
Víctor Lavallén fue considerado como “uno de los grandes tesoros mejor guardados del tango”. Nació en Rosario estuvo en las orquesta de Miguel Caló y Enrique Mario Francini y en 1958 se sumó a la orquesta de Pugliese. En 2007 grabó su primer álbum como solista titulado “Amanecer ciudadano”. Como arreglador, merece tenerse en cuenta sus logros en temas como “Gallo ciego” o “Bandoneón arrabalero”.
De Emilio Balcarce, alcanza con decir que fue uno de los grandes maestros del tango, un mérito reconocido por los jóvenes que lo promocionaron para que con más de ochenta años dirigiera la “Orquesta Escuela de Tango”, espacio donde volcó su experiencia, encanto y sabiduría. Temas como “La bordona”, grabado con Troilo en 1956, “Bien compadre” o “Si sos brujo”, dan cuenta de su calidad como compositor. Antes de integrar la orquesta de Pugliese, tuvo su propia orquesta y en algún momento fue el violín de la orquesta de Edgardo Donato.
Por último, el cantor Jorge Maciel, quien grabó alrededor de sesenta y seis tangos con Pugliese, orquesta a la que se sumó en 1954, después de haber pasado una temporada con Alfredo Gobbi, con el que grabó dieciocho temas. La tarjeta de presentación de Maciel fue el tango “Canzoneta” de Erma Suárez y Enrique Lary, pero también merecen destacarse entre otros “Remebranzas”, “Cascabelito” y “Recuerdo”, este último de Pugliese y Eduardo Moreno. Con el sexteto Maciel grabó veinticuatro temas, entre los que se pueden mencionar “Sentimiento gaucho”, “Chiquilín de Bachín”, “ Mi ciudad y me gente” y “Mi dolor”.
Esta galería de ases es la que lució sus aptitudes en el Hotel Victoria Plaza y en el Teatro Solís de Montevideo. Los mismos que luego fueron convocados en 1974 por el Teatro Colón junto con Aníbal Troilo, Horacio Salgán y Florindo Sassone. Como para completar el firmamento de estrellas de esa noche célebre, se sumaron a los músicos las voces de Roberto Goyeneche y Edmundo Rivero.
El Sexteto Tango grabó en todos estos años once long play, todos en el sello Roca Víctor, salvo uno producido en Japón con el sello CBS Columbia. En la década del setenta y el ochenta, el sexteto es convocado para estar presente en los principales escenarios de América latina y Europa. En París, por ejemplo, actúan durante dos meses en la mítica “Les trottoirs de Buenos Aires”. En 1983 presentan un disco con doce temas interpretados por Goyeneche. Allí se destacan el tango “Estrella” de Marcelino Hernández y Roberto Cassinelli, y el valsecito “Tres esquinas”, de Salvador Piana y Homero Manzi.
Sobre el “Sexteto Tango” dice Ricardo García Blaya: “El sexteto no fue una búsqueda a nuevas formas de interpretación ni a falsos efectismos, sus integrantes sabían perfectamente lo que querían y pese al origen común de todos ellos la orquesta de Osvaldo Pugliese- lograron un sonido propio, que fue punto de partida de otras muchas formaciones que los siguieron y, en algunos casos, los imitaron”.

martes, 8 de septiembre de 2015

Gaby “La voz sensual del tango” estrenará un musical sobre Eva Perón


Tras una idea de José Valle y bajo un sugestivo nombre: “Tibio está el pañuelo todavía”. Escrito e interpretado por la cancionista Gaby “La voz sensual del tango”, el musical repasa la vida de la Sra. Eva Perón desde su habitación en la residencia presidencial cuando su mundo se redujo al pequeño espacio que delimitaban esas cuatro paredes y sus propios recuerdos.


La obra se estrenará en próximo viernes 11 de septiembre  a las 21hs.en el Teatro Español de la Ciudad de Pigüé, prosiguiendo con presentaciones varias en distintas ciudades del interior del país y la Ciudad de Buenos Aires. En este caso, acompañarán a Gaby el pianista Víctor Volpe, la pareja de baile integrada por Natalia Gastaminza y Gustavo Rodríguez y los cantantes pigüenses Nicolás Rodríguez y Valentina Etchebest.
 Declarada de interés legislativo por la Cámara de Senadores de la Provincia de Buenos Aires.
El espectáculo busca destacar a la inolvidable María Eva Duarte de Perón, realzando su noble figura de servidora del pueblo, su incansable trabajo por una Argentina más justa y su perseverancia en el trabajo social hasta los últimos días de su vida cuando, desde su lecho de muerte, seguía ocupándose de los trabajadores y humildes de la patria. Sin embargo, no es una obra proselitista.
Está íntegramente musicalizado por páginas del repertorio tanguero, busca ser un desagravio ante todas las obras artísticas que, dedicadas a la figura de la abanderada de los humildes, la han desprestigiado distorsionando su historia en busca del atractivo que genera el escándalo y la vida inmoral, sólo alimentada de comentarios vacuos, sin prueba alguna. La obra y el amor que Evita brindó a sus descamisados no tuvo precedentes ni encuentra hoy comparación posible.
En nombre de ese legado que quedó en el corazón de los argentinos y para reflejar una lucha que comenzó en una familia monoparental sumida en la pobreza para llegar a la cima de los objetivos que puede plantearse una mujer, se presenta “Tibio está el pañuelo todavía”, porque su imagen, su recuerdo y su total entrega, no puede borrarlos el paso de los años.

Agustín Magaldi, la voz sentimental del tango

Era una voz triste, íntima, siempre al borde de lo sentimental, un cantor afinado, con un caudal de voz muy bueno y una singular personalidad musical. El dúo Magaldi-Noda y el Magaldi solista, constituyeron en sus mejores tiempos una presencia convocante, para un público tanguero que reclamaba con pasión su presencia en los diferentes escenarios del país.
Le canto al mundo de los pobres historias que narran con trazos gruesos y realistas los sufrimientos, las desgracias y las pasiones de los perdedores. Temas como “Dios te salve m’hijo”, “El penado 14”, “Consejo de oro”, son su marca registrada. Su particular manera de interpretarlos, arrancaban lágrimas de hombres poco habituaados a expresar sus sentimientos.
Pero no sólo los inmigrantes, o sus hijos, estuvieron entre sus incondicionales. También lo acompañaron con abnegada fidelidad criollos de tierra adentro, hombres del campo y la ciudad que se identificaban con su singular estilo, con esa manera tristona de cantar historias pequeñas pero cargadas de emotividad y dolor. No tengo noticias de que Magaldi alguna vez haya viajado a Europa, pero sus viajes al interior del país fueron frecuentes. En los pueblos, en improvisados escenarios, los paisanos asistían felices al espectáculo brindado por quien ya era conocido en la Argentina como “La voz sentimental de Buenos Aires”. A Magaldi, y no tanto a Gardel, deberían haberle dicho que a sus discos no los compraban los bacanes.
Magaldi es también uno de los pocos tangueros que en su repertorio le otorga un lugar destacado a la mujer. Temas como “Levanta la frente”, “Libertad”, “No quiero verte llorar”, por citar los más conocidos, cuentan como protagonista a una mujer que si bien desempeña un rol clásico, alejado del feminismo que como causa se iniciará tres décadas después, ese rol a través de sus interpretaciones adquiere una sorprendente dignidad.
Magaldi murió joven y su muerte fue llorada por muchos tangueros. En algún momento se pensó que su tragedia desplazaría a la de Gardel, pero no fue así. Por el contrario, con el paso de los años fue perdiendo vigencia hasta convertirse en una suerte de fetiche nostálgico de viejos tangueros leales al culto de “la voz sentimental de Buenos Aires”. A diferencia de Gardel, pero no sólo de Gardel, no supo vencer el paso del tiempo. Demasiado pintoresco para los tradicionalistas, demasiado cursi para la vanguardia, fue desapareciendo lentamente de los sellos discográficos hasta degradar en el anacronismo, una voz que se puede escuchar en algunas circunstancias especiales para tener una idea aproximada de cómo se vivía el tango hace más de setenta años.
El balance puede ser duro, pero es así. Se podrá decir que no se merecía ese destino o que contaba con interesantes recursos vocales, pero convengamos que, más allá de la nostalgia y los afectos, decididamente no está incorporado como un clásico. En estos temas, siempre es riesgoso elaborar pronósticos, pero no es temerario decir que dentro de algunas décadas los nombres de Gardel, Charlo, Rivero, Goyeneche, Ruiz, Vargas o Sosa, serán recordados, mientras que Magaldi seguramente sobrevivirá como curiosidad.
Se asegura -pero la opinión no es unánime- que Agustín Magaldi nació en Casilda, provincia de Santa Fe, el 1º de diciembre de 1898. Allí vivió su infancia, pero antes de los diez años ya estaba en Rosario. Al conservatorio musical y a Caruso, los descubrió en esa ciudad. A partir de ese momento, la influencia de la canción lírica será evidente. De todos modos, y luego de alguna que otra incursión en el género, pronto se volcará hacia la música popular, que a inicios de los años veinte ya era el tango, aunque acompañado por canciones camperas, cielitos, vidalitas, milongas, cuecas y zambas.
Su primer dúo fue con Héctor Palacios. Luego su acompañante será Nicolás Rossi. En 1923 se radica en Buenos Aires decidido a ganarse un lugar como cantor popular. Gracias al apoyo de Rosita Quiroga empieza a grabar en el sello Víctor, pero el punto de partida de su verdadera carrera profesional se produce en 1925, cuando constituye el dúo con Pedro Noda, acompañado por las guitarras de Enrique Maciel y José María Aguilar al principio. Éstos luego serán sucedidos por Genaro Veiga, Rosendo Pesoa, Diego Centeno y Angel Domingo Riverol.
El dúo Magaldi-Noda durará diez años. Para muchos magaldianos, éste es el mejor momento del maestro. La presencia en los escenarios porteños se extenderá luego a las principales ciudades de las provincias argentinas. En 1935, el dúo se disuelve. Noda se irá con Carlos Dante y Magaldi como solista será acompañado por las guitarras de Centeno, Ortiz y Francino y el arpa de Félix Pérez Cardozo.
Para esa época, Magaldi ya es una estrella de la radio, de las radios que en diversos momentos funda ese pionero del medio que fue Jaime Yanquelevich . Es probable que para esa época haya conocido a Evita, pero ese encuentro no tuvo ninguna importancia en su carrera profesional. Su primer escenario será Radio Nacional, luego Radio Belgrano y finalmente Radio Splendid. En Belgrano, su programa fue un verdadero suceso de popularidad. Magaldi y la Gomina Brancato se constituyeron en una marca registrada.
Agustín Magaldi murió antes de cumplir los cuarenta años. Una operación de vesícula en el Sanatorio Otamendi se complicó y lo llevó al silencio el 8 de septiembre de 1938. Una multitud lo acompañó al cementerio de la Chacarita.