viernes, 28 de agosto de 2015

SE PRESENTÓ EL LIBRO EN EL NAIPE DEL VIVIR

El pasado jueves 27 de agosto a las 19hs en el mítico café Miravalles de Bahía Blanca, José Valle presentó su nueva producción literaria, “En el Naipe del vivir, historias de tango, boxeo y turf” dentro del  prestigioso ciclo mensual “Un vermut con la historia”; la conducción del evento estuvo a cargo del reconocido periodista Lorenzo Natali.
Ante un Bar repleto de gente y con  unas 50 personas en la vereda, Valle contó experiencias personales por unos veinte minutos desgranando jugosísimas anécdotas de Carlos Gardel, Irineo Leguisamo, Jose María Gatica, Alfredo Prada, Pedrito Quartucci, Alberto Morán, Víctor Galíndez, Juan Carlos Lamas, El Flaco Calígula, Délfor Medina, Vilmar Sanguinetti, Pascual Pérez, Carlos Monzón, Gogó Andreu, entre otros.
Fuera de programa, la cancionista Gaby “la voz sensual del tango” emocionó al público presente con magníficas interpretaciones de los tangos de Chico Novarro dedicados al noble arte de los puños “Un sábado más” y “El último round”.
Seguidamente, se desarrolló un show con populares páginas del 2x4 a cargo de Juan Carlos Deambrosi y Alberto Mansi.
Para finalizar Lorenzo Natali y Galo Valle procedieron a sortear entre la concurrencia una remera estampada con el diseño de tapa del libro, obra de Guillermo Arena.
Se vivió una noche mágica e inolvidable llena de emociones y nostalgia, en la que afloraron muchísimas anécdotas de un pasado glorioso del tango, el noble deporte de los puños y la pasión por los burros.

37 años de la trágica muerte de Jorge Cafrune

El artista folclórico Jorge Cafrune, de barbada estampa gaucha y gran magnetismo, murió víctima de un trágico y a la vez confuso accidente, nunca esclarecido, que ocurrió la madrugada del 1 de febrero de 1978 en la localidad bonaerense de Benavídez.
El cantor, de 40 años, sufrió el accidente que le ocasionó la muerte en la ruta 27, a la altura de Benavídez, al ser embestido por una camioneta conducida por Héctor Emilio Díaz, de 19 años.
Cafrune iba montando a caballo rumbo a Yapeyú (Corrientes), junto a su amigo Fino Gutiérrez, para participar del homenaje por el bicentenario del nacimiento del general San Martín.
Días antes había actuado en el Festival de Folclore de Cosquín, donde no solamente incluyó en su repertorio una canción prohibida por la dictadura militar (al respecto hay dos versiones contrapuestas, una indica que fue “Zamba de mi esperanza” y la otra que se trató de “El orejano”), sino que anunció que haría un raid hípico al lugar del nacimiento del prócer llevando consigo un cofre con tierra de Boulogne Sur Mer, la ciudad francesa en la que murió el Libertador.
En el libro “Jorge Cafrune-memoria de un hombre libre”, publicado en Córdoba en 2004 por Héctor Ramos, se recupera el anuncio de esa travesía y se dice que Cafrune expresó al respecto: “Me amenazaron diciéndome que si hago el viaje moriré. Dicen que un zurdo no puede mancillar la tierra de San Martín. Siempre dije que no soy comunista, que soy nacionalista con `c` y no con `z` y que no me alineé como cantor de protesta. Yo le canto al pueblo”.
Las crónicas de la época consignaron que el conductor no sólo atropelló a Cafrune y a su caballo blanco, sino al otro jinete (Gutiérrez) que marchaba varios metros adelante; detuvo la camioneta recién a 200 metros del lugar donde se había producido el impacto y luego se alejó del lugar, sin ayudar a las víctimas.
Aunque sufría la rotura de diez costillas y politraumatismo de cráneo, Cafrune llegó con vida a la asistencia pública de Benavídez.
De allí lo trasladaron al Hospital Municipal de Tigre, y más tarde volvieron a trasladarlo, esta vez al Instituto del Tórax de Vicente López, trayecto en el que murió.
En “Militancia de la canción. Política en el canto folclórico de la Argentina 1944-1975”, libro donde volcó su tesis de Maestría en Historia de la Universidad Di Tella, el especialista Carlos Molinero indica que un Cafrune agonizante expresó: “Es mejor que me maten…no aguanto más…Te encargo mis hijos, que no les pase nada”.
La investigación recuerda que Cafrune cometió la osadía de entonar una canción prohibida en Cosquín alegando que “aunque no está en el repertorio autorizado, si mi pueblo me la pide, la voy a cantar”.
“Son las palabras de Cafrune las que resultan ácidas, más aún que la canción. Era claro que eran reveladoras de un secreto a voces: había canciones prohibidas y Cafrune se preciaba de no acatar prohibiciones pues el pueblo era más que el gobierno, por terrorífico y poderoso que éste fuera”, escribe Molinero en la página 385 de su volumen.
Sumándole signos de interrogación al carácter de accidente que acabó con la vida del creador nacido el 8 de agosto de 1937 en Perico del Carmen, Jujuy, Molinero recurre al testimonio de Teresa Celia Meschiati que aparece en el Nunca Más, quien desde el 25 de septiembre de 1976 y durante 26 meses estuvo detenida-desaparecida en el centro clandestino de detención La Perla.
“Los militares allí presentes (en La Perla) coincidieron en que había que matarlo para prevenir a los otros (el que dijo esto fue el Teniente Primero Carlos Villanueva)…”, señaló la presa política al Nunca Más.
En otro tramo de su alegato, Meschiati apuntó que “el clima esa semana en La Perla fue de gran nerviosismo. Decían que estaban preparando una `operación especial`…Después Cafrune que volvía a caballo por la ruta fue arrollado por una camioneta que huyó…Grandes abrazos y enormes risas de satisfacción. Dijeron que el operativo especial `se había cumplido`”.
Cafrune saltó a la popularidad en el festival de Cosquín de 1962, luego de haber participado de los grupos Las Voces de Huayra y Los Cantores del Alba.
El "Turco" fue quizás una de las personalidades más magnéticas del folclore. Serio, barbado, de entonación clara y tonos bajos, mucho más joven que lo que se creía, el trovador que popularizó la "Zamba de mi esperanza" nutría su repertorio con la temática yupanquiana ("Coplas del payador perseguido", "La alabanza").
"Virgen india", "Mi luna cautiva", "Santafesino de veras", "Chiquillada", "No te puedo olvidar" y "Resolana" fueron algunas de las canciones más celebradas por su público.
En su voz, que evocó el drama del gaucho perseguido, revivían los caudillos federales y los versos del "Martín Fierro". Sus presentaciones públicas y sus actuaciones incluyeron, allá por 1973, su participación en la película "Argentinísima" y el programa de igual nombre que se emitía por Canal 11.
Proveniente de familia campesina, antes de ser cantor se recibió de bachiller y trabajó como chofer en un aserradero. Años más tarde llegaría a los escenarios españoles como un símbolo de la vida libre y errante del gaucho.
Cuatro hijas de su primer matrimonio -la cantante Yamila es la mayor- y dos hijos del segundo -que concretó con una española- componen la familia del hombre que desde 1972 alternaba su estadía entre Europa y la Argentina.

Argentino Ledesma

Pertenece al extendido lote de cantores de tangos de tierra adentro. Se llamaba Corazón Argentino Ledesma, hijo de Corazón de María Ledesma y Segunda Marcelina Paz. Todos santiagueños, todos amigos de la música, porque pareciera que en esa provincia la excepción es que alguien no nazca con habilidades con los instrumentos o con la voz. Corazón Argentino pasó a llamarse, gracias al oído artístico de un directivo de la radio local, Argentino, Argentino Ledesma. Había nacido el 24 de junio de 1928, fecha que siete años más tarde sería emblemática en el tango, porque ese día Carlos Gardel moría en Medellín.
Hace quince años yo andaba de paso por las Termas de Río Hondo y en un local nocturno observé que lo anunciaban como figura estelar de la noche. En el acto recordé que cincuenta años atrás la persona a la que hoy lo recibían a toda orquesta, había recorrido como cartero las calles de la ciudad. Calculé que para esa época el hombre había pasado los setenta, pero no obstante valía la pena escucharlo más allá de su deterioro físico, porque a un personaje como ésos siempre vale la pena conocerlos, aunque más no sea al pie de la tumba.
No me pude dar el gusto de oírlo cantar porque las entradas estaban agotadas, pero luego en el hotel compensé la frustración escuchando algunas de sus grandes revelaciones. Estoy hablando, por ejemplo, de “Silueta porteña”, “Dame mi libertad”, “Cuartito azul”, “Qué tarde que has venido”, “Baldosa floja” o “Fueron tres años”. Algunos grabados con la orquesta de Héctor Varela, otros como solista, pero en todos los casos, versiones excelentes de este santiagueño que los amigos conocían con el apodo de “Negro”.
Ledesma desde pibe, desde chango dirían en Santiago del Estero, se relacionó con la música y el trabajo. También con el fútbol, donde se destacó como delantero de Atlético de Tucumán, vocación que en algún momento dejó de lado porque el deporte era incompatible con la vida nocturna del aspirante a cantor. En el camino también se frustró la fantasía paterna de tener un hijo militar, cuando lo rechazaron en el examen de ingreso en el Colegio Militar de la Nación.
O sea que por un motivo o por otro su destino fue el tango, donde de entrada manifestó condiciones notables en una provincia exigente en materia musical. Puede que su primera incursión profesional haya sido en Radio Aconcagua, acompañado en la ocasión de las guitarras de Méndez, Navarro y Bernal. También se habla de una breve participación en la orquesta de Oscar Segundo Carrizo.
Alguna importancia el muchacho habrá tenido como cantor lugareño, para que cuando se haga presente en Tucumán la orquesta de Alberto D’Ángelo, su director lo invite a cantar, ocasión en la que se lució interpretando “Mi noche triste”, “Siga el corso” y “Volvamos a querernos”. Se dice que atendiendo sus condiciones vocales lo entusiasmaron para que se instale en la ciudad de Buenos Aires, oferta que rechazó por razones familiares.
Sin embargo, los dioses ya habían dispuesto que su lugar fuera la ciudad capital del tango. Allí llegó como empleado público en 1952 y, como buen provinciano, una de sus primeras visitas fue a La Querencia, de Avenida de Mayo 870. Allí le presentarán al maestro Julio de Caro y su primera prueba con ese prócer del tango fue en el cabaret Empire, de calle Corrientes. De Caro le explica que reemplazará al cantor Roberto Medina, pero dentro de tres meses. Es mucho tiempo para un pibe que vive acelerado. Es así como se da el lujo de decirle que no al gran maestro.
Pocos días después, Jaime Más, director de orquesta de Radio Belgrano, lo convoca para hacerle una prueba. Allí conoce a Guillermo Brizuela Méndez, el popular Negro. La trama del destino se cierra. Brizuela Méndez le presentará a Héctor Varela que necesita a un cantor capaz de reemplazar a Armando Laborde. El “As del tango” quedó fascinado con la voz del santiagueño y lo contrató en el acto. El gran debut se produjo el 24 de junio de 1952 en el Chantecler. Lo acompañó en la ocasión otro grande del tango: Rodolfo Lesica.
Argentino Ledesma ingresó en el Olimpo del tango por la puerta grande. Del Chantecler la orquesta se trasladó al Marabu de calle Maipú 365 y el 21 de agosto grabó con Varela su primer tema: “Novia provinciana”, de Horacio Sanguinetti y Carlos García Dávila. En el reverso instaló “Yo también” de Luis Rubistein y Luis Visca.
Con Héctor Varela el Negro Ledesma estuvo hasta 1956, una buena temporada de aprendizaje al lado de los grandes. A principios de ese año Jorge Durán le presentó a Carlos Di Sarli e inició su experiencia con el autor de “Bahía Blanca”. Los escenarios ahora son Radio el Mundo y el Marabú. En esa temporada la orquesta amenizó los bailes de carnaval de San Lorenzo de Almagro.
Héctor Varela no era hombre dispuesto a renunciar a un cantor sin dar pelea. Habla, convence, eleva la oferta económica y antes del año, Ledesma decide regresar a esta orquesta para asombro de un Di Sarli poco acostumbrado a que los cantores lo dejen plantado.
Durante este nuevo período, la dupla Ledesma-Lesica se consolidará como un clásico de la noche porteña y particular encanto tendrán las habituales interpretaciones a dúo de valses y milongas. Dicho a modo de anécdota, “Silueta porteña” estaba pensada como una versión a dúo, pero una inesperada ausencia de Lesica habilitó que Ledesma la interpretara como solista y que se constituyera en el acto en una de sus grandes revelaciones.
De todos modos, Ledesma ya estaba decidido a volar con sus propias alas. Edmundo Rivero le dio un consejo decisivo: “Váyase de la orquesta, pero asegúrese bien porque usted es muy joven”. El “seguro” en este período inicial como solista será Mario Battistella. Un año después dejó la orquesta de Varela y empezó su periplo como solista, acompañado por músicos de la talla de Jorge Dragone, Francisco Canaro, Osvaldo Fresedo, Mariano Mores y, en algún momento, con Osvaldo Pugliese en los ochenta, ocasión en la que dijo: “Después de esto puedo dormir tranquilo”.
En realidad, famoso ya era desde antes. En 1960 fue convocado por el director de cine Kurt Land para participar del film “El asalto”, en el que actúan Alberto de Mendoza, Egle Martin y Tato Bores. En la ocasión interpretó tres temas: “Cafetín de Buenos Aires”, “Dame mi libertad” y “El asalto”. También incursiona en las tablas, en la obra “Patio de tango” donde trabajan Fidel Pintos y Tito Lusiardo.
Por supuesto, los portales de los grandes programas de televisión de aquellos años se le abren sin reservas. Pienso, por ejemplo, en “Sábados Circulares” y “Grandes valores del tango”. En 1964 Canaro preparó doce temas de Gardel para que los grabara Lucho Gatica. No se sabe qué pasó con el cantor de boleros, pero lo cierto es que los grabó Ledesma: los seis primeros con Canaro y los restantes con el maestro Carlos García.
A mediados de los años setenta, inauguró “La Casa de Argentino Ledesma” en pleno barrio de la Boca. Allí lucieron su talento, entre otros, Edmundo Rivero, Roberto Rufino, Rosana Falasca y Osvaldo Requena, para mencionar los más conocidos. Por último, entre 1957 y 1971 grabó para el sello EMI Odeón y luego para Microfón, Magenta y CBS.
A todo este panorama de actividades, hay que sumarle giras por las capitales de la Argentina y los principales países del mundo. Digamos que el hombre se dio todos los gustos. Alguna vez declaró en una entrevista: “Mi idea fue hacer siempre un tango melódico, porque pienso que es lo que perdura a través del tiempo. Mi vida es un eterno agradecimiento a la canción popular que me permitió ser alguien. Siempre tuve una humilde pero auténtica expresión de gratitud de provinciano al que Buenos Aires y su gente convirtieron en triunfador y, sobre todo, lo hicieron sentirse porteño”. Argentino Ledesma falleció en Buenos Aires, el 6 de agosto de 2004.

Beba Bidart

En los años cincuenta y sesenta -y tal vez me quedo corto- era imposible no saber de ella. En la radio, en el cine, en la televisión, en los grandes locales nocturnos su voz, su rostro, su presencia estaban presentes como un símbolo de Buenos Aires. La recuerdo con Bergara Leumann en “La Botica del Ángel”, cantando “Yira yira”; con Dringue Farías haciendo un sketch donde representa a una sufrida mujer de barrio dueña de un humor ácido y desencantado; con Silvio Soldán, donde todavía se puede recuperar por Internet una versión de “Pa lo que te va a durar”, ese extraordinario tango de Celedonio Flores; o con Enrique Dumas, cantando a dúo y en contrapunto.
En 1962 rompe el complejo de inferioridad del tango frente a la avasallante nueva ola. Es el momento en que ella con Julio Sosa bailan “El firulete” delante de los chicos rockeros. Gracias a esa exhibición, en esos meses de principio de los años sesenta, los discos de Julio Sosa y las escenas de esa película conquistan más espectadores y escuchas que los imbatibles “Explosivos”, entonces sinónimo y símbolo de rock and roll y nueva ola.
Al cine y la revista, Bidart suma el género de las telenovelas. Dos de ellas batirán los récords en su momento: “La cruz de María Cruces” y “Rolando Rivas taxista”, la creación de Alberto Migré, serie que contó con la participación, entre otros, de Claudio García Satur y Soledad Silveyra. En “Rolando Rivas’’, Beba maneja un taxi, en un tiempo en que nadie hubiera imaginado a una mujer en ese trabajo.
Como para que nada faltara a ese romance con la fama, durante todos estos años estuvo en pareja con Cacho Fontana, el paradigma del locutor exitoso, el hombre de la voz inconfundible y la sonrisa irresistible. Dicen los entendidos que Fontana fue su gran amor, pero lo que nosotros nos importa es su amor al espectáculo, una consigna que Bidart vivía intensamente, con esa rigurosa profesionalidad de los artistas que saben que pase lo que pase en la vida privada de cada uno, el espectáculo debe seguir.
Elianne Renée Schiani Bidart nació en el barrio porteño de Boedo, el 3 de abril de 1924. De muy pequeñita se relacionó con los escenarios. A los cuatro años ingresó al Teatro Infantil Labardén; a los ocho, estuvo en la Compañía de Obras para Niños, dirigida por Concepción del Valle.
Actúa en el cine por primera vez en el film dirigido por Carlos Hugo Christensen, “Los pulpos”, película en la que interviene Olga Zubarry y Roberto Escalada. Su última película fue “Funes, un gran amor”, filmada un año antes de su muerte. Se estima que participó en más de treinta películas, algunas buenas, algunas regulares, muchas olvidables. Pero en ese prolongado itinerario profesional -casi medio siglo- merecen destacarse “La vendedora de fantasías”, dirigida por Daniel Tinayre; “El túnel”, de León Klimovsky”; “La casa grande”, de León Fleider.
La danza, el baile del tango, la contaron como un personaje destacado. De muy jovencita hizo pareja con Tito Lusiardo, pero además se dio el lujo de bailar con Juan Domingo Perón, Pedro Eugenio Aramburu, Juan Carlos Onganía y Carlos Saúl Menem. Como se podrá apreciar, a la hora de bailar, Bebe no hacía distinciones ideológicas o políticas, aunque a Menem se ocupó en decirle expresamente que bailaba con él, pero ella era radical.
El personaje que fue forjando a fuerza de voluntad, estudio y talento, debe haber sido consistente para que Mariano Mores le dedique una de sus grandes creaciones: “Taquito militar”. Años después inaugurará una tanguería -“Taconeando”- que la contará como artista de primer nivel. Su relación con el universo del tango debe de haber sido fuerte para que José Gobello y Sebastián Piana la propongan para integrar la Academia Porteña de Lunfardo, institución a la que ingresa para reemplazar a la escritora Nydia Cuniverti.
Postulo que Beba Bidart con Tita Merello representan en el campo de la creación de arquetipos, las dos grandes mujeres del tango. Ni Tita ni ella son excelentes cantantes, pero poseen otra cosa: ductilidad, percepción, sensibilidad para captar lo que es el tango y cuál es el rol que el tango le asigna a la mujer, un rol que más allá de sus pinceladas pintorescas, es artísticamente digno.
Recuerdo sus actuaciones con Dringue Farías. Realmente era un placer disfrutar la puesta en escena que montaban. Un gesto preciso, un leve movimiento de la mano, una manera de colocar la voz, la sonrisa insinuante, una palabra con el sonido exacto, el modo de caminar, de sostener el cigarrillo, eran los recursos que trabajaban para dar con un “tipo” actoral perfecto en su registro.
Jorge Göttling dijo de ella: “La Beba fue la versión de la Bardot de nuestro mundo. Fue la mina de enorme ratoneo. El deseo estaba puesto también en la lícita envidia o admiración de millones de mujeres con ruleros y batones, para las cuales significaba una suerte de vocera de sus cerradas proyecciones, una reivindicación de ciclos de vida cerrados nada más que en la imaginación”.
Se dice que fue el productor de Dringue Farías el que entusiasmó a Beba para que comenzara a cantar tangos. Su calidad vocal no se compara con la de Mercedes Simone y Ada Falcón, para no hablar de Nelly Omar o Susana Rinaldi, pero Bidart sabe de tango, lo sabe interpretar y además se toma el trabajo de educar la voz para estar a la altura de los desafíos que se propone. O sea que a partir del momento en que empieza a cantar sus primeros tangos el espectáculo que brinda es completo: canto, baile, teatro, todo ello acompañado de su belleza y una personalidad consistente, creíble, capaz de llegar al gran público. Hablo en definitiva, de una notable profesional que mantendrá su estilo hasta el último día de su vida.
En algún momento, Beba se da el lujo de ser acompañada por Francisco Canaro. Para placer de sus seguidores deja alrededor de treinta tangos grabados. Allí merecen destacarse “Pero yo sé”, “Madreselva”, “Muchacho”, “Te parece todavía”, “Ventarrón”, “El firulete” o “Me bautizaron milonga”. Escucharla da gusto, pero el espectáculo es completo si la vemos cantar, privilegio que la tecnología nos brinda en los tiempos que corren.
Beba Bidart murió el 27 de agosto de 1994. Coincidencia de la vida. Ese mismo día murió Roberto Goyeneche, uno de los grandes cantores de tango de todos los tiempos. Para esos años Beba animaba las noches de su propio local, Taconeando. Ella murió en su casa después de haber actuado por última vez en los salones del local de su creación. Fiel a su destino, exigió a sus seres queridos que cuando muriese sus restos fueran desparramados en la vereda de Taconeando. Es lo que se hizo. Hoy esa vereda de calle Balcarce se llama con justicia la vereda de Beba Bidart.

El Negro Miguel Montero

Alguna vez Roberto Casinelli lo bautizó como el “Negro de oro del tango”. Había nacido en Tucumán, el 9
de julio de 1922, pero a los pocos años estaba viviendo con su familia en Córdoba, para luego trasladarse a Buenos Aires, al barrio de Saavedra, el mismo que acunó al Polaco Goyeneche.
Montero pertenecía a una familia donde cantar era una actividad cotidiana. Lo hacían en las fiestas familiares, en las sobremesas y en las reuniones de amigos. Él y uno de sus hermanos fueron los que más se destacaron en este oficio casero de improvisar canciones para la ronda de seres queridos.Era muy joven el Negro cuando debutó con el nombre de Alberto Luna en Radio del Pueblo acompañado por las guitarras de los hermanos Legarreta y José Di Nápoli. Como cantor de orquesta se inició luego en las improvisadas formaciones del barrio. Los biógrafos destacan que en esos años estuvo con la típica de Eliseo Minotti y luego con el maestro Miguel Brunetti.
El muchacho debe de haber sido bueno, porque apenas iniciada la década del cuarenta Pedro Maffia lo convocó como cantor y sus primeras presentaciones fueron en la popular Radio el Mundo y “su red azul y blanca de emisoras argentinas”. En 1943, un Juan Carlos Cobián que recién regresaba de Estados Unidos lo sumó a su flamante orquesta, por lo que antes de cumplir los veinte años el Negro Montero ya estaba jugando por mérito propio en las primeras divisiones y de la mano de los mejores.
La fama ya lo estaba acariciando, pero se puede vivir para el canto pero no vivir del canto. Fue por ello que durante unos años Montero se ganaría la vida como pintor y decorador, un oficio que compartía con sus padres y hermanos.
Sin embargo, en 1949 Juan Carlos Hogard, pianista de la orquesta de Francisco Lomuto, lo contrataría para las presentaciones que hacía por su propia cuenta. A los pocos meses ya estaba incorporado por derecho propio a la orquesta de Lomuto en reemplazo de Carlos Galarce.
A su debut lo hizo en Radio Belgrano, acompañado por ese otro cantor poco conocido pero de muy buen nivel llamado Alberto Rivero.
Con Lomuto concretaría cuatro o cinco grabaciones. La primera, con el sello Víctor y de nombre “Muñequita”, un poema escrito en 1918 por Adolfo Herschel y musicalizado por el propio Lomuto. “Me acuerdo que por Florida paseaba en voiturette y siempre andaba vestida por Paquín o por Georgette, hasta tenía carruaje, lancha en el Tigre y un Ford, garconniere en el Pasaje con todo lujo y confort”.
Lomuto murió en diciembre de 1950 y entonces Montero se incorporaría a la orquesta de Roberto Dimas y luego a la de Carlos Demaría, con quien grabaría ese notable tango de Discépolo, escrito en 1928: “Esta noche me emborracho”.
El año 1953 lo encontraría al Negro cantando en Radio Splendid, en la orquesta de Mario Demarco. Justamente sería Demarco el que lo presentaría al maestro Osvaldo Pugliese, con quien debutaría el 16 de julio de 1954 en los bailes del Club Huracán de Parque Patricios.
Montero alcanzaba el punto culminante de su carrera. Como Maciel, Belussi, Córdoba, sería uno de los grandes cantores de la orquesta considerada por los críticos como una de las mejores del género. Cuatro años y medio estaría Montero luciendo sus atributos con Pugliese. Su primer tango con el maestro sería el tema de Julio Navarrine y Carlos Vicente Geroni Flores, “A la luz de un candil”. Y su última grabación, “Dicha pasada”, de Guillermo Barbieri, el tango cuyos primeros versos todos conocemos de memoria: “Ayer cuando te vi tan altanera, pasear con el que fuera mi rival, pensé en aquellas quince primaveras que dieron hermosura a tu mirar, pero hoy no sos la misma que eras antes, la luz que hubo en tus ojos se apagó, tenés una amargura en el semblante, que nadie ha de saberla como yo”.
Dieciséis grabaciones realizaría Montero con Pugliese y cuatro más en dúo con Jorge Maciel. A ese período pertenece su exclusiva creación o, por lo menos, la que lo hizo más famoso. Me refiero al tango de Eduardo Marvezzi, “Antiguo reloj de cobre”, que grabó para el sello Odeón y que llegaría a vender más de treinta y cinco mil placas. En efecto, todo cantor que se precie de tal tiene su tema emblemático. Gardel y “Mi Buenos Aires querido”, Magaldi y “El penado catorce”, Ángel Vargas y “Tres esquinas”, Roberto Goyeneche y “Naranjo en flor, “Edmundo Rivero” y “Pucherito de gallina”, Julio Sosa y “Mala suerte”. Pues bien: “Antiguo reloj de cobre”, pertenece por mérito propio, destino o talento al Negro Miguel Montero.
De Pugliese se separó en 1959 e inició su trayectoria como solista. En esa condición debutó en Radio Splendid con su propia orquesta dirigida por José Libertella. Después lo hizo con Eduardo Corti, Armando Cupo, Aquiles Roggero, Juan José Paz y Ángel Domínguez.
A lo largo de la década del sesenta grabaría dos temas con la orquesta de Miguel Caló, uno en 1961 y otro en 1969, y dos temas con Marianito Mores en 1966.
El primer disco que tuve de Montero fue precisamente el que grabó con la orquesta de Domínguez. En la tapa está él con un cigarrillo en la boca, Morocho, sonrisa ganadora y una camisa azul con cuello abierto. De ese disco recuerdo entre otros temas a “Viejo ciego” y “De puro guapo”. También para esa época compré el disco “Sus primeras grabaciones”, con la orquesta de Libertella.
Se sabe que en 1971 grabó dos discos de larga duración con acompañamiento de guitarras y en 1973 “Los cosos de Buenos Aires”, una placa de doce temas acompañados por la orquesta de Horacio Salgán.
En 1974 grabaría otro disco para el sello Odeón con la orquesta de Pascual Mamone. A sus atributos como vocalista, Montero le sumaría su condición de compositor en temas como “Pa la muchachada” de Carlos Johnson y grabado por Osvaldo Pugliese. También corresponde mencionar a “La noche tiene ojos negros”, “Celos por quererte”, “Carbonilla”, “Qué diablos pasa” y “No te hagas el pituquito”, con letra de Reynaldo Yiso.
¿Qué tangos merecen escucharse de Montero? Todos. Pero para relativizar la afirmación recomendaría, además de los que se mencionan a lo largo de la nota, a “Por qué la quise tanto” con Mores, “Acquaforte” con Pugliese o “Me quedé mirándola” y “Tinta roja”. Con esos temas solamente, ya hay música como para pasar un muy buen momento.
Miguel Montero murió el 29 de agosto de 1975. Era joven, cincuenta y tres años, y tenía mucho para dar. 

miércoles, 5 de agosto de 2015

José Valle presentará su nuevo libro “EN EL NAIPE DEL VIVIR, Historias de Tango, boxeo y turf”

El escritor balcarceño José Valle presentará su nuevo libro “EN EL NAIPE DEL VIVIR, Historias de Tango, boxeo y turf” el próximo jueves 27 de agosto a las 19 hs dentro del prestigioso ciclo "Un Vermut con la Historia" en el mítico Café Miravalles (Av. Cerri 777) de la ciudad de Bahía Blanca.
En esta ocasión Valle plasma su experiencia de 30 años en estas tres pasiones populares, volcando jugosísimas anécdotas. La pasión por el noble arte de los puños, unida a la pasión tanguera, con extensión al turf -el deporte de los pingos- fueron durante muchísimo tiempo y son una melange indestructible en el país. La música del dos por cuatro reúne infinidad de letras "burreras" y boxísticas. El tango, el boxeo y el turf socializan porque mezclan a ricos y a pobres. Por las páginas de esta edición pasan Carlos Gardel, Irineo Leguisamo, Gatica, Prada, Pedrito Quartucci, Alberto Morán, Juan Carlos Lamas, El Flaco Calígula, Délfor Medina, Vilmar Sanguinetti, Pascual Pérez, Carlos Monzón, Gogó Andreu y muchos bohemios de ley. Allí se encuentran nostalgias de glicinas, emparrados y malvones, ronda de gomías, aprontes y partidas, en las que flotaban los sones del tango y el ruido del gong, que se esparcían con un gris de madrugada, se enredaban con la ronda del botón de la esquina e iban a dormir su sueño de amor en la vieja calesita.

Eduardo Falú

Eduardo Yamil Falú nació el 7 de julio de 1923 en El Galpón (Salta), en una familia siria acomodada. Su padre era dueño de un almacén de ramos generales. La música era apenas uno de tantos entretenimientos en ese mundo criollo, lleno de gente que sabía pialar, marcar y trabajar el campo.
Algún día, un proveedor llevó una guitarra, que puso junto con los alimentos, el kerosene y los artículos de primera necesidad. No le llamó la atención. Al tiempo le picó la curiosidad, cuando escuchó el sonido de un vecino del barrio. Aprendió primero como autodidacta o copiando a su hermano, que sí tomaba clases.
A fines de los años ‘30, llegaron la mudanza a la ciudad de Salta y los estudios. Desde mediados de los ‘40, vivió en Buenos Aires. Con el tiempo surgieron las primeras actuaciones en la gran ciudad. Primero fue Radio El Mundo y después algunas peñas de la calle Lavalle, de dueños españoles.
Con los años, construiría uno de los cancioneros más notables del folclore argentino, junto a Cesar Perdiguero, León Benarós, Carlos Guastavino, Manuel J. Castilla y Hamlet Lima Quintana, entre muchos otros. Además, compuso obras épicas como Romance de la Muerte de Juan Lavalle, con Ernesto Sabato.
Pero la dupla imbatible, la que generó algunas de las más bellas zambas argentinas, fue la que hizo con su gran amigo Jaime Dávalos. Salteños los dos, bohemios y soñadores.
Vidala del nombrador, Vamos a la zafra, Zamba de un triste,Las golondrinas, Tonada del viejo amor fueron algunas de las canciones que hicieron en yunta. ¿Se escribirán en los próximos años versos tan dulces como “No tengo miedo al invierno/Con tu recuerdo lleno de sol” ? O una elegía al pago como La nostalgiosa. Esa dupla trajo la poesía más elevada del folclore al canto popular. Esas canciones sonaban a otra cosa, era algo distinto a lo que se venía escuchando en el folclore.
Jaime Dávalos recordó en un libro cómo nació La nostalgiosa en la española Avenida de Mayo. “Nos sentamos en un bar, en la vereda, y nos pedimos un jerez; un rayo de sol deslumbraba la copa mientras en un papelito que me dio el mozo comencé a garabatear aquel sentimiento vago de desgarramiento interior, de desposeído. La melancolía del trasplantado, del hombre del interior que viene a Buenos Aires no porque quiere sino porque sólo es la gran urbe. Siente que él es hijo del país, que mama su energía vital y por nostalgia vive selectivamente ese paisaje y esos hombres de su tierra, con la perspectiva crítica que da la ausencia”, dijo Dávalos. Mientras tanto, Eduardo silbaba y caminaba por esas calles junto a su entrañable amigo.
Mostró sus conocimientos de música clásica con sus Suites Argentinas, con ritmos folclóricos y altos momentos como intérprete de la guitarra, con dirección de Elías Khayat. Esa obra le valió el Konex de Platino en 1985. También tuvo un intenso trabajo como recopilador; uno de los rescates más recordados fue La cuartelera, nacida en el siglo XIX en los campos de batalla argentinos.
Con su voz de barítono y con su refinada guitarra –”me da su voz, la templo con cariño y mi caricia la quiere despertar”, escribió–, Falú alcanzó fama mundial. Tocó en escenarios variados de América, Europa, Japón y Rusia, entre otros destinos lejanos. Y lo hizo con zambas, carnavalitos, cuecas, bailecitos y melodías españolas, además de obras académicas.
Padre de dos hijos, tío del consagrado guitarrista Juan Falú y finísimo compositor, tenía la mirada clara, límpida, mezcla de criollo y sirio. En una de las últimas entrevistas , confesó que le gustaba Pappo. “Tiene un lenguaje propio y muy creativo. Además, es un buen chico: lo conozco porque suele venir a verme a SADAIC (entidad donde fue vicepresidente). Pero no estoy ciento por ciento a favor de todo lo que produce el rock. En estos tiempos de crisis, la música contribuye a aliviar un poco la tensión y estimula el espíritu”, dijo. En aquella charla, elogió a Soledad y Los Nocheros. Pero exigió la defensa de los ritmos tradicionales. Y criticó a los que “confunden el arte con el circo”.
En la foto de esa nota, aparece con la mirada lejana y un sombrero negro, más propio de un tanguero que de un folclorista. Ahora, con su pérdida, es fácil imaginar la guitarra enfundada y recostada en algún rincón de su casa. Y recordar esos versos que le escribió: “ Guitarra oscura, mi compañera/En tu madera me quiero recostar/Tal vez un día cuando me muera/Sus cuerdas tensas me vengan a cantar ”.-

Celedonio Esteban Flores

En el barrio porteño de Villa Crespo nacía el día 3 de agosto de 1896, quién sería para el tango uno de sus mayores exponentes, me refiero al gran poeta Celedonio Esteban Flores, también recordado como "El negro Cele". Sus padres fueron, Manuel Ceferino Flores y Fermina Rueda.
El matrimonio Flores tuvo cinco hijos: Amelia, Celedonio, Manuel (quien firmó algún tango y conservaba mucho material de su hermano), Andrés y Héctor. Al aumentar la familia los Flores decidieron buscar un lugar más amplio que albergara con mayor comodidad a toda la parentela y se trasladaron a un conventillo de la calle Talcahuano 48, vivienda humilde pero mucho más grande.
Celedonio cursó sus estudios primarios en la escuela "Roca" de la calle Libertad al 1500, cercana al teatro Colón. Posteriormente los nombrados se mudarían al barrio de Almagro. A los once años, Cele dijo a sus padres que quería estudiar violín, y a ese propósito con mucho sacrificio, lo inscribieron en la Academia Williams, pero a los pocos meses abandonó su estudio, aduciendo que su verdadera vocación era el dibujo.
Al terminar sus estudios primarios, intentó estudiar en la Academia de Bellas Artes, pero también duró poco su entusiasmo por esa carrera, ya que la abandonó en unos pocos meses.
Desde muy temprana edad se sintió atraído por los libros, ávido lector de los grandes poetas como Almafuerte, Belisario Roldán, Rubén Darío, Amado Nervo, Evaristo Carriego, y hasta Alfonsina Storni, alimentaron su espíritu de poeta. Celedonio trabajaba en el Ferrocarril Central Argentino y en los momentos libres que su labor le dejaba, escribía, leía y daba rienda suelta a su imaginación. Su cuaderno de versos "Flores y Yuyos", está fechado en 1915.
Siendo muy joven se sintió atraído a su vez por el deporte; su carácter inquieto y rebelde (recordemos que Celedonio simpatizaba con los anarquistas en aquellos lejanos años) lo llevaron a abrazar el arte pugilistico, donde llegó a tener destacada actuación dentro del peso liviano. Fue finalista en una competencia de selección para un campeonato sudamericano. Los coleccionistas conservamos algunas fotos de Celedonio en su condición de boxeador. En esa final fue derrotado por puntos por Mario Reily. Posteriormente, por problemas de peso (ya que aumentaba rápidamente), dejó el ring y se dedicó a la enseñanza del arte de los puños.
Tenía veinticuatro años cuando decidió enviar unos versos al concurso que organizaba el diario "Última Hora", cuyo premio consistía en dinero en efectivo y la publicación de la obra en el jornal. El poema se llamaba "Por la pinta". Cele obtuvo el primer premio y la consecuente publicación de sus versos. Estos, llamaron inmediatamente la atención de Gardel y de Razzano quienes buscaron contactarse con Celedonio con el propósito de solicitarle permiso para musicalizar la obra.
La sorpresa y el halago que esto significaba, dio paso para que José Ricardo, guitarrista del dúo, compusiera la música y los versos de Cele fueron rebautizados como "Margot" y llevados al disco en ritmo de tango por el gran cantor en 1920. Fue este el primer vínculo que Celedonio tuvo con nuestro cancionero.
En esa época, había dejado el ferrocarril y trabajaba como empleado en la contaduría Colauti, lo que le daba un buen pasar desde lo laboral, ya que era un excelente empleo. Esto le permitió dar rienda suelta a su vocación de poeta por medio de los tangos. Poco a poco fueron surgiendo:
-"Mano a mano" con música de Gardel-Razzano, en 1923.

-"La mariposa" con música de Pedro Maffia, en 1923.

- “El alma que siente” y “Milonga fina” de 1924 con José Servidio y "El bulín de la calle Ayacucho" en 1925, con música de los hermanos José y Luis Servidio, siendo todos éstos rotundos éxitos en la voz de Gardel. El astro también le grabó en aquella época “Cordobesita”, zamba con música de Samuel Castriota y “Malevito”, llevado al disco en España.
También en 1926 llegó "Sentencia" con música de Maffia llevado al disco por Rosita Quiroga en la casa Víctor acompañada por el notable pianista y amigo del poeta, Eduardo "Chon" Pereyra, con quien nos legara entre otras joyas los tangos “Viejo coche” (éxito de Rosita y luego de Ángel Vargas), y “Gorriones”, tango de espíritu libertario que grabó Gardel.
Para Rosita Quiroga escribió durante mucho tiempo con cierta exclusividad. Sus temas eran llevados al disco por la cancionista en el sello Víctor. Celedonio iba poco a poco instalando su nombre como uno de los más prolíficos autores nacionales y aumentaba su ya bien ganada popularidad, desde los éxitos de “Margot” y “Mano a mano”.
Como buen porteño fue amante de las carreras y fanático del fútbol. Supo tener dos caballos "pursan": "Gaucho" y "Tango". Concurría a las carreras junto a un grupo de amigos del tango, como Héctor Gagliardi, Aníbal Troilo, Francisco Fiorentino, y otros que fueron algunos de los que solían compartir las tardes en el circo palermitano. Como Gardel, Racing Club de Avellaneda fue el club de sus amores, su otra gran pasión.
Contrajo matrimonio con Luisa Vince y se mudó al sur del conurbano, precisamente a la localidad de Claypole, buscando en esa estancia tener una vida más sosegada y alejada de la noche porteña. Sin embargo y muy a su pesar, no consiguió su objetivo. Sus trabajos en las radios porteñas, como antaño lo había hecho en la audición "Geniol" con Gardel, o en "Radio Cultura", las repetía ahora junto a Héctor Gagliardi, como así también con al cantor Carlos Acuña, con quien realizó algunas giras por el interior del país en compañía del guitarrista José María Aguilar que los secundaba musicalmente. Cele oficiaba de presentador y recitador en los recitales de Acuña.
Por su parte, sus presentaciones personales recitando sus versos lo retenían en el centro. Esto hacía que muchas veces, perdiera el ultimo tren de la noche y se quedara en la capital hasta la mañana siguiente. Por esta razón se mudó nuevamente a Villa Crespo, a la calle Malabia 2154.
Su inspiración nos legó entre otros éxitos:

-"Viejo smoking" con música de Guillermo Barbieri, quien también le musicalizara los versos de “Pa lo que te va a durar”.

-"Mala entraña", con música de Enrique Maciel

- "Pan", y la zamba “El farol de los gauchos” con música del “Chon” Pereyra

-"Lloró como una mujer", con melodía de José María Aguilar

-"Canchero", con el maestro Arturo De Bassi

-"Corrientes y Esmeralda", con el pianista Francisco Pracánico

-"Muchacho", con Edgardo Donato

-"Audacia", con Hugo La Roca

-"Cuando me entrés a fallar", también con Aguilar

y muchos otros más que fueron éxitos populares, que serían llevados al disco por Gardel, Corsini, Magaldi, Charlo, Rosita Quiroga, Roberto Díaz, Carlos Dante y la mayoría de los cantores de ese entonces. También nos legó dos hermosos libros de poesías: “Chapaleando barro” y “Cuando pasa el organito” que agotaron varias ediciones, incluso tras la muerte del poeta.
El gobierno que se instaló tras el golpe militar de 1943, por consejo del vicario castrense Monseñor Franchesqui, prohibió la difusión de los tangos que tuvieran palabras lunfardas en su contenido.Celedonio y Discépolo fueron los más afectados por esa injusta medida, tomada por personas que no entendían el sentimiento popular y su modo de expresión, y mucho menos los tangos. El 28 de julio de 1947 a punto de cumplir 51 años falleció.