Alguna vez Roberto Casinelli lo bautizó como el “Negro de oro del tango”. Había nacido en Tucumán, el 9
de julio de 1922, pero a los pocos años estaba viviendo con su familia en Córdoba, para luego trasladarse a Buenos Aires, al barrio de Saavedra, el mismo que acunó al Polaco Goyeneche.
Montero pertenecía a una familia donde cantar era una actividad cotidiana. Lo hacían en las fiestas familiares, en las sobremesas y en las reuniones de amigos. Él y uno de sus hermanos fueron los que más se destacaron en este oficio casero de improvisar canciones para la ronda de seres queridos.Era muy joven el Negro cuando debutó con el nombre de Alberto Luna en Radio del Pueblo acompañado por las guitarras de los hermanos Legarreta y José Di Nápoli. Como cantor de orquesta se inició luego en las improvisadas formaciones del barrio. Los biógrafos destacan que en esos años estuvo con la típica de Eliseo Minotti y luego con el maestro Miguel Brunetti.
El muchacho debe de haber sido bueno, porque apenas iniciada la década del cuarenta Pedro Maffia lo convocó como cantor y sus primeras presentaciones fueron en la popular Radio el Mundo y “su red azul y blanca de emisoras argentinas”. En 1943, un Juan Carlos Cobián que recién regresaba de Estados Unidos lo sumó a su flamante orquesta, por lo que antes de cumplir los veinte años el Negro Montero ya estaba jugando por mérito propio en las primeras divisiones y de la mano de los mejores.
La fama ya lo estaba acariciando, pero se puede vivir para el canto pero no vivir del canto. Fue por ello que durante unos años Montero se ganaría la vida como pintor y decorador, un oficio que compartía con sus padres y hermanos.
Sin embargo, en 1949 Juan Carlos Hogard, pianista de la orquesta de Francisco Lomuto, lo contrataría para las presentaciones que hacía por su propia cuenta. A los pocos meses ya estaba incorporado por derecho propio a la orquesta de Lomuto en reemplazo de Carlos Galarce.
A su debut lo hizo en Radio Belgrano, acompañado por ese otro cantor poco conocido pero de muy buen nivel llamado Alberto Rivero.
Con Lomuto concretaría cuatro o cinco grabaciones. La primera, con el sello Víctor y de nombre “Muñequita”, un poema escrito en 1918 por Adolfo Herschel y musicalizado por el propio Lomuto. “Me acuerdo que por Florida paseaba en voiturette y siempre andaba vestida por Paquín o por Georgette, hasta tenía carruaje, lancha en el Tigre y un Ford, garconniere en el Pasaje con todo lujo y confort”.
Lomuto murió en diciembre de 1950 y entonces Montero se incorporaría a la orquesta de Roberto Dimas y luego a la de Carlos Demaría, con quien grabaría ese notable tango de Discépolo, escrito en 1928: “Esta noche me emborracho”.
El año 1953 lo encontraría al Negro cantando en Radio Splendid, en la orquesta de Mario Demarco. Justamente sería Demarco el que lo presentaría al maestro Osvaldo Pugliese, con quien debutaría el 16 de julio de 1954 en los bailes del Club Huracán de Parque Patricios.
Montero alcanzaba el punto culminante de su carrera. Como Maciel, Belussi, Córdoba, sería uno de los grandes cantores de la orquesta considerada por los críticos como una de las mejores del género. Cuatro años y medio estaría Montero luciendo sus atributos con Pugliese. Su primer tango con el maestro sería el tema de Julio Navarrine y Carlos Vicente Geroni Flores, “A la luz de un candil”. Y su última grabación, “Dicha pasada”, de Guillermo Barbieri, el tango cuyos primeros versos todos conocemos de memoria: “Ayer cuando te vi tan altanera, pasear con el que fuera mi rival, pensé en aquellas quince primaveras que dieron hermosura a tu mirar, pero hoy no sos la misma que eras antes, la luz que hubo en tus ojos se apagó, tenés una amargura en el semblante, que nadie ha de saberla como yo”.
Dieciséis grabaciones realizaría Montero con Pugliese y cuatro más en dúo con Jorge Maciel. A ese período pertenece su exclusiva creación o, por lo menos, la que lo hizo más famoso. Me refiero al tango de Eduardo Marvezzi, “Antiguo reloj de cobre”, que grabó para el sello Odeón y que llegaría a vender más de treinta y cinco mil placas. En efecto, todo cantor que se precie de tal tiene su tema emblemático. Gardel y “Mi Buenos Aires querido”, Magaldi y “El penado catorce”, Ángel Vargas y “Tres esquinas”, Roberto Goyeneche y “Naranjo en flor, “Edmundo Rivero” y “Pucherito de gallina”, Julio Sosa y “Mala suerte”. Pues bien: “Antiguo reloj de cobre”, pertenece por mérito propio, destino o talento al Negro Miguel Montero.
De Pugliese se separó en 1959 e inició su trayectoria como solista. En esa condición debutó en Radio Splendid con su propia orquesta dirigida por José Libertella. Después lo hizo con Eduardo Corti, Armando Cupo, Aquiles Roggero, Juan José Paz y Ángel Domínguez.
A lo largo de la década del sesenta grabaría dos temas con la orquesta de Miguel Caló, uno en 1961 y otro en 1969, y dos temas con Marianito Mores en 1966.
El primer disco que tuve de Montero fue precisamente el que grabó con la orquesta de Domínguez. En la tapa está él con un cigarrillo en la boca, Morocho, sonrisa ganadora y una camisa azul con cuello abierto. De ese disco recuerdo entre otros temas a “Viejo ciego” y “De puro guapo”. También para esa época compré el disco “Sus primeras grabaciones”, con la orquesta de Libertella.
Se sabe que en 1971 grabó dos discos de larga duración con acompañamiento de guitarras y en 1973 “Los cosos de Buenos Aires”, una placa de doce temas acompañados por la orquesta de Horacio Salgán.
En 1974 grabaría otro disco para el sello Odeón con la orquesta de Pascual Mamone. A sus atributos como vocalista, Montero le sumaría su condición de compositor en temas como “Pa la muchachada” de Carlos Johnson y grabado por Osvaldo Pugliese. También corresponde mencionar a “La noche tiene ojos negros”, “Celos por quererte”, “Carbonilla”, “Qué diablos pasa” y “No te hagas el pituquito”, con letra de Reynaldo Yiso.
¿Qué tangos merecen escucharse de Montero? Todos. Pero para relativizar la afirmación recomendaría, además de los que se mencionan a lo largo de la nota, a “Por qué la quise tanto” con Mores, “Acquaforte” con Pugliese o “Me quedé mirándola” y “Tinta roja”. Con esos temas solamente, ya hay música como para pasar un muy buen momento.
Miguel Montero murió el 29 de agosto de 1975. Era joven, cincuenta y tres años, y tenía mucho para dar.
El muchacho debe de haber sido bueno, porque apenas iniciada la década del cuarenta Pedro Maffia lo convocó como cantor y sus primeras presentaciones fueron en la popular Radio el Mundo y “su red azul y blanca de emisoras argentinas”. En 1943, un Juan Carlos Cobián que recién regresaba de Estados Unidos lo sumó a su flamante orquesta, por lo que antes de cumplir los veinte años el Negro Montero ya estaba jugando por mérito propio en las primeras divisiones y de la mano de los mejores.
La fama ya lo estaba acariciando, pero se puede vivir para el canto pero no vivir del canto. Fue por ello que durante unos años Montero se ganaría la vida como pintor y decorador, un oficio que compartía con sus padres y hermanos.
Sin embargo, en 1949 Juan Carlos Hogard, pianista de la orquesta de Francisco Lomuto, lo contrataría para las presentaciones que hacía por su propia cuenta. A los pocos meses ya estaba incorporado por derecho propio a la orquesta de Lomuto en reemplazo de Carlos Galarce.
A su debut lo hizo en Radio Belgrano, acompañado por ese otro cantor poco conocido pero de muy buen nivel llamado Alberto Rivero.
Con Lomuto concretaría cuatro o cinco grabaciones. La primera, con el sello Víctor y de nombre “Muñequita”, un poema escrito en 1918 por Adolfo Herschel y musicalizado por el propio Lomuto. “Me acuerdo que por Florida paseaba en voiturette y siempre andaba vestida por Paquín o por Georgette, hasta tenía carruaje, lancha en el Tigre y un Ford, garconniere en el Pasaje con todo lujo y confort”.
Lomuto murió en diciembre de 1950 y entonces Montero se incorporaría a la orquesta de Roberto Dimas y luego a la de Carlos Demaría, con quien grabaría ese notable tango de Discépolo, escrito en 1928: “Esta noche me emborracho”.
El año 1953 lo encontraría al Negro cantando en Radio Splendid, en la orquesta de Mario Demarco. Justamente sería Demarco el que lo presentaría al maestro Osvaldo Pugliese, con quien debutaría el 16 de julio de 1954 en los bailes del Club Huracán de Parque Patricios.
Montero alcanzaba el punto culminante de su carrera. Como Maciel, Belussi, Córdoba, sería uno de los grandes cantores de la orquesta considerada por los críticos como una de las mejores del género. Cuatro años y medio estaría Montero luciendo sus atributos con Pugliese. Su primer tango con el maestro sería el tema de Julio Navarrine y Carlos Vicente Geroni Flores, “A la luz de un candil”. Y su última grabación, “Dicha pasada”, de Guillermo Barbieri, el tango cuyos primeros versos todos conocemos de memoria: “Ayer cuando te vi tan altanera, pasear con el que fuera mi rival, pensé en aquellas quince primaveras que dieron hermosura a tu mirar, pero hoy no sos la misma que eras antes, la luz que hubo en tus ojos se apagó, tenés una amargura en el semblante, que nadie ha de saberla como yo”.
Dieciséis grabaciones realizaría Montero con Pugliese y cuatro más en dúo con Jorge Maciel. A ese período pertenece su exclusiva creación o, por lo menos, la que lo hizo más famoso. Me refiero al tango de Eduardo Marvezzi, “Antiguo reloj de cobre”, que grabó para el sello Odeón y que llegaría a vender más de treinta y cinco mil placas. En efecto, todo cantor que se precie de tal tiene su tema emblemático. Gardel y “Mi Buenos Aires querido”, Magaldi y “El penado catorce”, Ángel Vargas y “Tres esquinas”, Roberto Goyeneche y “Naranjo en flor, “Edmundo Rivero” y “Pucherito de gallina”, Julio Sosa y “Mala suerte”. Pues bien: “Antiguo reloj de cobre”, pertenece por mérito propio, destino o talento al Negro Miguel Montero.
De Pugliese se separó en 1959 e inició su trayectoria como solista. En esa condición debutó en Radio Splendid con su propia orquesta dirigida por José Libertella. Después lo hizo con Eduardo Corti, Armando Cupo, Aquiles Roggero, Juan José Paz y Ángel Domínguez.
A lo largo de la década del sesenta grabaría dos temas con la orquesta de Miguel Caló, uno en 1961 y otro en 1969, y dos temas con Marianito Mores en 1966.
El primer disco que tuve de Montero fue precisamente el que grabó con la orquesta de Domínguez. En la tapa está él con un cigarrillo en la boca, Morocho, sonrisa ganadora y una camisa azul con cuello abierto. De ese disco recuerdo entre otros temas a “Viejo ciego” y “De puro guapo”. También para esa época compré el disco “Sus primeras grabaciones”, con la orquesta de Libertella.
Se sabe que en 1971 grabó dos discos de larga duración con acompañamiento de guitarras y en 1973 “Los cosos de Buenos Aires”, una placa de doce temas acompañados por la orquesta de Horacio Salgán.
En 1974 grabaría otro disco para el sello Odeón con la orquesta de Pascual Mamone. A sus atributos como vocalista, Montero le sumaría su condición de compositor en temas como “Pa la muchachada” de Carlos Johnson y grabado por Osvaldo Pugliese. También corresponde mencionar a “La noche tiene ojos negros”, “Celos por quererte”, “Carbonilla”, “Qué diablos pasa” y “No te hagas el pituquito”, con letra de Reynaldo Yiso.
¿Qué tangos merecen escucharse de Montero? Todos. Pero para relativizar la afirmación recomendaría, además de los que se mencionan a lo largo de la nota, a “Por qué la quise tanto” con Mores, “Acquaforte” con Pugliese o “Me quedé mirándola” y “Tinta roja”. Con esos temas solamente, ya hay música como para pasar un muy buen momento.
Miguel Montero murió el 29 de agosto de 1975. Era joven, cincuenta y tres años, y tenía mucho para dar.
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