Muñecas Bravas |
Muñecas Bravas es un show de Tango con tintes humorísticos
que reúne al mejor trío femenino de la nueva trova tanguera. Las bellas y
talentosas protagonistas son: Gaby "La voz sensual del Tango",
Geraldine Trenza Cobre y Patricia Malanca, tres jóvenes cantantes de la música
ciudadana actual que se sacan chispas de taco y aguja.
Después de casi dos años de trabajo conjunto recorriendo el
país, las muñecas vuelven a presentarse el viernes 14 de marzo a las 21 hs en
la ciudad de Buenos Aires junto al maestro Marcelo Baldonedo en piano, con una
selección de lo mejor de su espectáculo. La cita será en la emblemática Botica
del Ángel, sitio de culto para los amantes de la buena música, ubicado en Luis
Sáenz Peña 541 y la entrada tendrá un valor de $60.
Con estilos bien diferenciados, las damas hacen honor al
género femenino y al 2x4 recorriendo tangos de todas las épocas con la
frescura, espontaneidad y calidez que las caracteriza.
Gaby |
Este audaz trío es sin duda la revelación de los últimos
tiempos. Su tarea en las tablas sorprende gratamente a los tangópatas y atrae
hasta al más escéptico, ya se trata de una obra musical con mensajes claros,
entretenimiento y excelente desempeño grupal e individual de cada una de las
muñecas. Lo demuestran sus exitosas presentaciones ante multitudinarios y
heterogéneos públicos como el del Festival Nacional de Tango CARLOS DI SARLI de
B. Bca. (Octubre 2012), Festival Internacional de Tango de Justo Daract
(Diciembre 2012), la Fiesta de la Soberanía Patagónica (Marzo 2013) donde
resultaron ovacionadas y la reciente gira por la Costa Atlántica.
LA BOTICA DEL ANGEL:Al entrar hay una frase muy certera del
periodista Alfredo Serra: "Aquí está todo lo que hemos perdido". Es
una de los cientos (¿miles?) de frases enmarcadas en primorosos cuadritos que
encontrará a su paso quien recorra los abigarrados y fabulosos 33 ambientes,
entre cuartos, pasillos, patios, escaleras y recovecos, que componen la mágica
Botica del Angel, en pleno barrio de Monserrat. Son nada menos que 1500 metros
cuadrados de superficie, con 70 metros de profundidad, que mantienen viva y
vital la idea-museo-casa-obra de arte pergeñada magistralmente por ese ser
único e irrepetible que fue Eduardo Bergara Leumann.
El lugar es patrimonio en la categoría Monumentos, según
disposición de la Legislatura porteña y también fue declarado de interés
cultural por la Secretaría de Cultura de la Nación.
Que su exuberante dueño se haya muerto, exactamente el día
de su cumpleaños N° 76, el 5 de septiembre de 2008, es a estas alturas ya un
detalle menor que casi ni se nota.
Geraldine |
Su "ángel" (así, como lo calificó la legendaria
actriz María Casares, y Bergara asumió con gusto y gran convencimiento ese rol
para siempre) se presiente allí a cada paso. Pero, ahora sí, ya es un ángel,
con todas las de la ley, simpático, amistoso y bonachón, muy lejos de los
asustantes fantasmas amargos y errantes.
Ese espíritu zumbón, alegre, sensible y de amable cultura se
mantiene, sigue flotando. Y ahora es de todos.
La Botica del Angel surgió en 1966 como sastrería teatral en
su enclave original de Lima 670. Allí estaba prevista una tarima para probar
los modelos. Pero al verla, la gran Lola Membrives decretó que era un escenario
y que, como tal, debía usarse. Fue así, cuna del café concert porteño. Allí
debutaron, entre otros, Nacha Guevara, Leonardo Favio y hasta Susana Rinaldi,
con un vestido pintado por Antonio Berni.
Inmaculadamente de blanco y monumental, Bergara, con unas
alitas en la espalda, recibía al público y los actores invitaban con vino y
rosquitas, todo muy descontracturado. Eran los felices años 60 del Di Tella y
los happenings, con una Buenos Aires bohemia, divertida y psicoanalizada. Las
obras empezaban a romper sus fronteras convencionales; las artes se
entremezclaban y la fotografía y el video se asomaban con fuerza.
Bergara Leumann temía que a su muerte, la Botica fuera desguasada
y por eso en su testamento de hace diez años nominó, en orden de prioridad, a
varias eclécticas instituciones que le parecía que podían preservar en el
tiempo su rico patrimonio para que la comunidad pudiese seguir disfrutándolo.
Primero pensó en Cáritas y después en la Universidad del Salvador (USAL), el
Fondo Nacional de las Artes y el Movimiento Argentino de Protección al Animal
(MAPA). Cáritas sintió que hacerse cargo de la Botica escapaba a sus funciones
habituales y entonces la USAL tomó el compromiso. Bergara estaba familiarizado
con esa institución ya que era común que lo visitaran y desarrollaran
actividades en su casa-museo estudiantes de escenografía de esa universidad.
La Botica del Angel está en Luis Sáenz Peña 541, entre
Venezuela y México, y es la perfecta combinación de una iglesia protestante de
fines del siglo XIX, fusionada con un antiguo caserón y un galpón. La casa
estuvo cerrada apenas cuatro meses tras la muerte de su propietario y, desde
junio de 2009, de a poco, volvió a retomar su actividad habitual: visitas
guiadas, presentaciones de libros, homenajes y todo tipo de eventos culturales,
charlas de la universidad, exposiciones de pintores y también espectáculos.
P. Malanca |
Edmundo Guibourg solía decir que Bergara Leumann era un
"armonizador de las artes" y de allí la feliz amalgama de cruces de
todo tipo de disciplinas bajo su techo. El caserón en sí mismo es una gran obra
de arte que merece ser conocida, recorrida y admirada. Su artífice la armó de a
poco y visitó cuanta demolición pudo para llevar a su museo-hogar rejas, todo
tipo de ornamentación y, por cierto, un número incontable de angelitos, una
suerte de logo personal que lo acompañó buena parte de su vida.
Así armó, construyó y creó con gran inspiración un asombroso
collage escenográfico, una variadísima e inesperada galería de arte donde se
mezclan obras de Soldi, Castagnino, Marta Minujín, Roux, Gorriarena y muchos
más, con salitas donde se alternan manuscritos de Borges, Sabato y Mujica
Lainez, con un cheque firmado por Carlos Gardel, afiches de películas y
vestuarios de Libertad Lamarque, Mecha Ortiz y Tita Merello. Hasta los baños y la
cocina destilan arte y cantidades de estrellas, con los nombres de personajes
del espectáculos y de otras actividades tapizan paredes y hasta techos,
debidamente autografiadas por los homenajeados.
En un mundo de mezquindades, envidias y ninguneos, Bergara
continuamente agasajaba y reconocía los méritos de distintas personalidades. Un
verdadero ángel.
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