Es uno de los cantantes menos reivindicados del género. Voz de las orquestas de Caló, Demare, Francini-Pontier y Troilo, fue una encarnación perfecta del modelo gardeliano.
El 28 de de junio de 1982 moría Raúl Berón. La noche del 29 un presentador anunciaba la desaparición del cantor al público que se había reunido en el Café de los Angelitos para oírlo una vez más.
Berón siguió cantando hasta su muerte, a los 62 años, pero su trayectoria más significativa cubre un período de tres lustros; desde 1940, cuando empezó a cantar con la orquesta de Miguel Caló, hasta 1955, cuando dejó de actuar con Aníbal Troilo.
Había nacido en Zárate el 30 de marzo de 1920, en una familia de músicos. El padre —Manuel Berón— tocaba la guitarra y los cinco hermanos ejercitaban sus habilidades musicales en un conjunto titulado Los Porteñitos. A los 19 años Raúl fue presentado a Miguel Caló por Armando Pontier. La anécdota de ese primer encuentro es bastante conocida: "Dígale a su amigo que siga cantando chacareras en Achalay. Yo necesito un cantor de tangos , no un folclorista".
Caló captó inmeditamente una matriz familiar y el profundo lazo de Berón con la música criolla. Efectivamente, en cierta forma Berón cantaba como un folclorista fino por la tersura melódica y por el sentido de la ornamentación: el bordado justo en el momento justo. Enemigo natural de cualquier grandilocuencia, Berón fue uno de los más grandes cantores que dio el tango, sin abrazar completamente la idiosincrasia del género, lo que tal vez explique el bajo perfil que nuestro músico conserva hasta el día de hoy (al menos en las ediciones discográficas, donde el nombre de Raúl Berón, a diferencia de lo que ocurre con Floreal Ruiz o Francisco Fiorentino, invariablemente aparece subordinado al de una orquesta, ya se trate de Caló, Demare, Francini-Pontier o Troilo).
Raúl Berón fue una de las encarnaciones más perfectas del modelo gardeliano. Berón tenía una voz más oscura que Gardel —un barítono alto, que llegaba cómodamente a las regiones de tenor—, aunque el timbre es un aspecto entre otros de un estilo. Ese estilo está históricamente emparentado con las voces de Francisco Fiorentino, Floreal Ruiz y Angel Cárdenas, por citar otros cantores exquisitos de la emblemática orquesta de Troilo. Pero en Berón había una forma única de cantar un poco por encima del tiempo; tal vez ninguna confrontación resultaría más ilustrativa que la audición de De vuelta al bulín por Fiorentino y Berón con la misma orquesta de Troilo: la de Fiorentino es perfectamente rítmica; la de Berón por momentos está en el aire, suspendida.
Está el sentido del tiempo y también está el tono de Berón. Es notable comprobar cómo en esas primeras grabaciones de Trasnochando, Al compás del corazón y El vals soñador con Caló, realizadas con poco más de veinte años, ya está definido el principal registro de Berón. Podrá eventualmente proyectarse con comodidad hacia el agudo, pero el cantor ha dejado su marca intransferible en el tono mate de barítono. Allí se afinca la dulce tristeza de esta voz incomparable.
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