El tango es sufrimiento", dijo en una de sus primeras entrevistas este hombre que se presentaba en "La esquina de Arturito" junto con su amigo y compañero de tanguería, el bandoneonista Antonio Pisano. Entre el ruido de las copas y el olor a canelones, Cardei despuntaba su talento de tanguero de antaño cuando, en 1994, los dueños del Foro Gandhi y El Club del Vino le propusieron dejar su adorada "Nacional B" para pasar a jugar en Primera. Tenía 50 años de vida y tango.
Hijo de Luis Cardei, un cantante de tango renombrado de la década de los 40, Luisito, tal como él mismo se presentaba, había crecido con la vitrola y los discos de pasta de Carlos Gardel, su ídolo, a quien honraba con su repertorio de la época gardeliana.
Hijo de Luis Cardei, un cantante de tango renombrado de la década de los 40, Luisito, tal como él mismo se presentaba, había crecido con la vitrola y los discos de pasta de Carlos Gardel, su ídolo, a quien honraba con su repertorio de la época gardeliana.
Había nacido en el barrio porteño de Villa Urquiza en julio de 1944 y desde la primera infancia tuvo serios problemas de salud. A los ocho años dejó de jugar al fútbol y a los trece ya andaba con muletas y silla de ruedas. La poliomelitis y la hemofilia no perdonan. El chico que perdió la calle suplanta la pelota de trapo por la radio. Allí descubre el tango y a los primeros cantores. Es apenas un adolescente cuando se inicia en el oficio de la calle por excelencia: levantar quinielas. Canta en su casa, canta para los amigos y en algún momento se presenta a concursos donde nunca gana, siempre sale segundo.
La quiniela y los tangos cantados en piringundines de mala muerte le permiten vivir modestamente. Cuando el show del cabaret desplace al cantor de tangos, se volcará a las cantinas y las parrillas. Los boliches que frecuenta no son los más recomendables. Se trata de comedores populares ubicados en Caballito, Villa del Parque, Parque Patricios, Saavedra y su propio barrio: Villa Urquiza. Se llaman “La guitarrita”, “El rincón de los artistas”, “La esquina de Arturito”, “La Tablita”. Ya para entonces lo acompaña el bandoneonista que lo secundará hasta el fin de sus días: Antonio Pisano.
La historia de esa amistad merece ser contada, porque es en sí misma una letra de tango. Cardei conoce a Pisano en una peña tanguera que funcionaba en el porteñísimo barrio de San Cristóbal. Después de cantar en una parrilla un amigo lo invita a la peña Homero Manzi. Cardei nunca dice que no, porque siempre en esas tenidas aparece algún contrato, alguna invitación que le permite llevar unos pesos a la casa. Para su asombro descubre que la peña funciona en una funeraria. Las visitas pasan por un salón donde abundan los sarcófagos, salen a un patio y atrás de todo, en un improvisado galpón están los integrantes de la peña. El bandoneón que anima esas noches es el de Antonio Pisano. En ese primer encuentro se entendieron para siempre con un tema que luego será un clásico del dúo. “El bulín de la calle Ayacucho”
Importa detenerse en esos detalles, en esa historia de vida, porque cuando Cardei sea descubierto, primero por los intelectuales y después por el gran público, llevaba casi treinta años caminando la noche, cantando en bodegones de mala muerte, acostándose a la madrugada y definiendo un estilo, un estilo casi a media voz, que algunos intentarán sin demasiadas pruebas comparar con el de Angel Vargas,
Este personaje, que a veces no podía estar parado cinco minutos porque le dolía todo el cuerpo, que tenía serias dificultades para subir al escenario, cautivará con su estilo a un público que descubre el tango y descubre una manera de “decir” sus letras. A muchos les llamó la atención que nunca grabara tangos de Discépolo, sobre todo porque su historia trágica parecía salir de la poesía del autor de “Yira yira”. Sin embargo, Cardei daba sus razones para no cantar esos tangos y una de ellas es que él no tenía nada que ver con los héroes discepolianos.
¿Es así? Es así. También en el mundo de los perdedores hay diversidad. El perdedor de Discépolo es el hombre que alguna vez ha creído y los desengaños de la vida lo han llevado a la desilusión y el fracaso. Se trata del hombre que alguna vez fue fuerte, alguna vez fue guapo, alguna vez tuvo una familia y una mujer que lo quiso y de pronto perdió todo. Lo de Cardei es diferente, porque Cardei nunca fue guapo, nunca fue ganador, siempre estuvo asediado por la desgracia y la mala suerte y, por lo tanto, cada pequeña sorpresa que le brindaba la vida lo hacía sentir feliz. Cardei era un perdedor, pero un perdedor agradecido de las mínimas felicidades que le ofrecía el destino.
Curiosamente, este personaje humillado, salido de la pluma de Víctor Hugo o Dostoievski, es llevado de la mano del éxito por los intelectuales. Después el boca a boca, las crónicas de Página 12 de aquellos años, terminan por proyectarlo al estrellato. Cardei será la gran estrella del Club del Vino, situado en el corazón de Palermo. Pino Solanas lo convoca para la película “La nube”. Luego vienen las grabaciones. Su primer disco es “Madrugada”, el título de un formidable tango que en su momento consagrara Miguel Montero y cuya letra pertenece a Fernando Rolón. También en esa placa, Cardei resucita joyas como “Tan sólo por verte”, “Dónde” “Alma de loca”, “Carnaval”, “La novia ausente” y lo que será uno de sus grandes éxitos: “Como dos extraños”. En más de la mitad de los temas lo acompaña Pisano; los otros están a cargo del cuarteto de Luis Borda,
En 1996, y editado por el Club del Vino, graba “Tangos de ayer” con las guitarras de Carlos Peralta y Ernesto Villavicencio. Allí se destacan “El ciruja”, “Siga el corso”, una nueva versión de “Como dos extraños” y otro de sus grandes éxitos: “Ventarrón” un tango de 1933 con música de Pedro Maffia y letra de José Horacio Staffolini.
En 1998 graba “Simplemente Luisito” y en 2000 su último logro “¿Qué te pasa Buenos Aires” En estas dos placas lo vuelve a acompañar Pisano y merecen destacarse creaciones como “Me quedé mirándola” “Trasnochando” , “Bajo Belgrano”, “Tarde gris” y una interpretación extraordinaria de “Ivette”.
La última actuación de Cardei fue en Opera Prima, en pleno corazón de Recoleta. Según Pisano se descompuso en el escenario mientras cantaba “Los cosos de al lao”. Pisano le había dicho que no cantara, que no se esforzara, pero parece que Cardei no podía decirle que no al pedido de una dama. Estuvo internado varios días y muchos pensaron que una vez más saldría del sanatorio, que una vez más le haría una gambeta a la muerte. Esta vez no fue así. El 18 de junio de 2000 días antes del inicio del invierno, Cardei marchó al silencio.
En sólo 6 años desde su aparición en las tablas "finas", Cardei logró grabar tres discos, tener entre su público a intelectuales y famosos y ser llamado "el rengo fascinante" por la publicación francesa Le Monde Diplomatique.
Con una salud muy frágil marcada por la hemofilia, su renquera también hablaba de otro padecimiento: había tenido polio cuando era un chico. Pero ni con todo ese sufrimiento a cuestas se permitió abandonar la batalla: trajinó distintos trabajos —fue desde levantador de quiniela hasta vendedor— y el tango le dio revancha.
Su repertorio, esquivo de los lugares comunes del tango, estaba armado con canciones de los 40 hacia atrás que marcaban el corte gardeliano que tanto le gustaba. "Después surge el poeta que perfuma el tango, lo intelectualiza y entonces, para sentir la letra ya hay que pensarla. Yo necesito emocionarme con el argumento ya que juego interpretando al personaje", decía de su estilo allá por 1996. Su pequeña figura y su sencilla voz armaban el clima y el show de quien fue bautizado entre 1994 y 1999 como "el cantor del momento" o "la última revelación tanguera" que dio Buenos Aires.
En 1997, cuando ya había grabado dos discos, Pino Solanas lo llamó para cantar en su película "La Nube". Y esa aparición en la pantalla grande ayudó a crear su último gran apodo: el nuevo Goyeneche. Pero Cardei, que el 3 de julio próximo cumpliría 56 años, se tomaba las comparaciones con humor y prefería aclarar que no creía "en las sucesiones" pero, si le dejaban pedir, quería ser Gardel.
Ventarrón, Siga el Corso, Barrio Viejo, Los cosos de al laú o Prisionero son algunos de los tangos más recordados de los shows que hizo en estos años en El Club del Vino, El Paseo La Plaza, el Foro Gandhi u Opera Prima
Con una salud muy frágil marcada por la hemofilia, su renquera también hablaba de otro padecimiento: había tenido polio cuando era un chico. Pero ni con todo ese sufrimiento a cuestas se permitió abandonar la batalla: trajinó distintos trabajos —fue desde levantador de quiniela hasta vendedor— y el tango le dio revancha.
Su repertorio, esquivo de los lugares comunes del tango, estaba armado con canciones de los 40 hacia atrás que marcaban el corte gardeliano que tanto le gustaba. "Después surge el poeta que perfuma el tango, lo intelectualiza y entonces, para sentir la letra ya hay que pensarla. Yo necesito emocionarme con el argumento ya que juego interpretando al personaje", decía de su estilo allá por 1996. Su pequeña figura y su sencilla voz armaban el clima y el show de quien fue bautizado entre 1994 y 1999 como "el cantor del momento" o "la última revelación tanguera" que dio Buenos Aires.
En 1997, cuando ya había grabado dos discos, Pino Solanas lo llamó para cantar en su película "La Nube". Y esa aparición en la pantalla grande ayudó a crear su último gran apodo: el nuevo Goyeneche. Pero Cardei, que el 3 de julio próximo cumpliría 56 años, se tomaba las comparaciones con humor y prefería aclarar que no creía "en las sucesiones" pero, si le dejaban pedir, quería ser Gardel.
Ventarrón, Siga el Corso, Barrio Viejo, Los cosos de al laú o Prisionero son algunos de los tangos más recordados de los shows que hizo en estos años en El Club del Vino, El Paseo La Plaza, el Foro Gandhi u Opera Prima
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