Por una Cabeza quedó en la historia como símbolo del alma burrera, como un himno que acompaña a las distintas generaciones que han pasado por el Hipódromo Argentino de Palermo, un reducto lleno de anécdotas populares desde 1876 a la fecha.
El 7 de mayo del año mencionado fue inaugurado con una concurrencia, según los libros de historia, de 10.000 personas.
Desde ahí hasta hoy hubo jornadas de 70 y 80 mil personas.
El escenario hípico tuvo y tiene una jerarquía mundial como Longhcamps, de París, o los muy antiguos como Ascot y Empsom, ambos ingleses.
En la década del `40, `50 y `60 brilló en todos los aspectos.
Estaban los ricos, de la Tribuna oficial, la clase media, en la Tribuna Especial y la clase baja, los pobres en la Popular. Y la fiesta de un gran Premio Nacional estaba más allá de las diferencias sociales.
Si bien es cierto que la conducción del hipódromo pasó muchas veces por personas de doble apellido, o de gran abolengo, el alma del turf siempre estuvo en el `burrero de ley`, aquel que con el diario bajo el brazo cruzaba la Avenida Libertador para soñar con la ilusión de un caballito salvador.
Ese personaje anónimo, modesto y humilde fue el que sostuvo al turf Nacional y Popular. Sin ese tipo, nada.
El Gordo Aníbal Troilo, en los `40 y `50, se paseó muchas veces por la Tribuna Paddock, allí donde ambulan cuidadores, jockeys, jugadores de fútbol y artistas.
Y `Pichuco` caminaba con los bolsillos llenos de plata y le daba al primero que llegara. Ese sí que fue generoso. El primero que lo `mangaba`, se iba con algo en la mano para jugar. Y aunque nunca hizo ningún tango sobre el turf, Troilo fue un huésped de honor por su generosidad, bondad y simpatía.
El tango y el turf siempre estuvieron hermanados: Edmundo Rivero, Adolfo Berón (cantó la milonga "NP", una pequeña historia en tres minutos sobre un caballo que no agarró chapa en el marcador final) o Alberto Morán (el flaco iba cuando atraía multitudes con la orquesta de don Osvaldo Pugliese).
Y Cátulo Castillo, una de las plumas mayores del tango, solía darse una vuelta para jugar unos pesos sin perder la paciencia.
En su pista de arena corrió el más grande caballo de la historia del turf: Yatasto. ¿Quien no sintió hablar de sus hazañas? También lo hicieron Forli, Practicante y Telescópico. Todos cracks de primerísima línea. Como era de primerísima línea la postura de Irineo Leguisamo en un paseo. También la de Eduardo Jara. Lo mismo pasaba con Vilmar `Topo` Sanguinetti. Y hoy es la estampa de Pablo Falero o Jorge Ricardo.
El fútbol también tuvo que ver con la historia del turf y de Palermo. José Manuel `Charro` Moreno y Adolfo Pedernera, ambos en River y con escapadas cada dos por tres a jugar una "fija".
¿Quien, en su vida, no tuvo una fija? Más cerca en el tiempo supieron pasar por Palermo Héctor `Bambino` Veira, Juan Carlos Carone o Enzo Gennoni Según `Bambino` Veira, una vez jugó un caballo "que venía tan atrás que hasta la ambulancia lo había pasado".
Hoy son visitante más o menos asiduos, Alfio `Coco` Basile, Oscar `Pinino` Mas, Osvaldo `Chiche` Sosa y el otrora árbitro Guillermo Nimo, entre otros.
Pero ninguno como Angel Labruna, de los futbolistas que supieron pasar por el hipódromo. En la época en la que dirigía a River, de 1975 a 1980, el `Feo` llevaba la revista `La Rosa` a los entrenamientos de los jugadores `millonarios`.
"Tengo uno que no puede perder", le contaba a los futbolistas, según el relato actual de Roberto Perfumo.
Turf, tango y fútbol es un cóctel explosivo que sigue generando hechos, historias, anécdotas e ilusiones.
Cada vez que se pase por la esquina de avenidas Libertador y Dorrego, que se sepa que es un templo intocable para los porteños de ley. ¿Quién puede ignorar semejante historia Nacional y Popular? Nadie.
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