Antonio Agri fue un virtuoso violinista, compositor y director orquestal, y su manera de tocar el tango dejó una huella indeleble: hoy los discos en los que toca Agri son escuchados por esos jóvenes instrumentistas que, violín en mano, quieren entrar en el mundo del tango.
Agri es considerado como el máximo exponente entre los violinistas de tango de la generación del 50. Cursó estudios de su instrumento con el maestro Dermidio Guastavino. Tras su debut en Córdoba, en 1947, dio sus primeros pasos artísticos en orquestas dedicadas a la música popular. En Rosario tocó en el conjunto Los Provincianos, de Héctor Lincoln Garrot, y con las orquestas de José Sala, José Corna y Antonio Ríos. Con este último, con Omar Murtagh y José Puerta formó, en los años 50, el conjunto Los Poetas del Tango, con quienes grabó para el sello Trío.
Abandonó Rosario, junto con su puesto en la Sinfónica local, a los 28 años. En Buenos Aires lo esperaba el tango y una prueba con Piazzolla, quien demoró seis meses en resolver la admisión pero lo hizo en forma rotunda y definitiva.Agri sólo dejó de ser su músico cuando optó por un sitio en la Orquesta Estable del Teatro Colón, y muchos años más tarde seguía recordando: Astor me dijo de todo: que yo lo dejaba a él por un oscuro atril del Colón, que lo que buscaba era la seguridad de una jubilación... Y ahora encuentro que tenía razón en reprochármelo, porque yo jamás trascendí tocando Mozart o Vivaldi. Si hubiera tocado sólo esa música hoy sería uno más, o mejor diría uno menos. Si llegué a grabar con la Filarmónica de Londres, eso se lo debo al tango.En el tango sumó, entre muchas otras, la experiencia de ser convocado en ocasiones por Aníbal Troilo, de animar dos de las etapas de vida del Quinteto Real -junto a Horacio Salgán- y su propio Quinteto con sede en París, codirigido por el bandoneonista Juan José Mosalini. También, encuentros con Plácido Domingo y Mercedes Sosa.Más allá de su dominio del lenguaje del género, fueron su afición a los impactos de virtuosismo -incluidas licencias en la elección del repertorio- y su festejado derroche escénico los que contribuyeron a singularizarlo como solista. Y no tuvo, hasta hace muy poco, una producción como compositor. Pero cuando se decidió, entre sus primeras obras apareció, sugestivo, un solo titulado S.P. de nada (Sin Pretensión de Nada).En dúo de violines con su hijo Pablo, con el Quinteto Mosalini-Agri y con el Nuevo Quinteto Real (del que ahora llevaba meses desvinculado), realizó algunas de sus diversas grabaciones de los últimos años.En estos tiempos, se mostraba más bien escéptico frente a los comentarios acerca de un crecimiento de la atención local hacia el tango. Pero no por eso menos decidido a dar batalla con su violín. Usaba un instrumento sin gran firma de fabricación, que él describía cariñosamente como berreta pero leal igual que un viejo Chevrolet.
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