El inmigrante italiano trajo el bagaje de una cultura y valores milenarios y como condición innata su alma de artista. Se caracterizó por su capacidad para amoldarse velozmente a las pautas de la sociedad argentina, creando no sólo fuertes mecanismos de convivencia, sino también, haciendo suyos los símbolos, las costumbres y el habla de la tierra adoptiva. Es decir la inmigración italiana, más que un proceso de adaptación a las costumbres y culturas preexistentes entre los argentinos, hizo un proceso de fusión. No ocurrió lo mismo con otras corrientes migratorias que pusieron su empeño en mantener su identidad. La gravitación de la inmigración italiana en los usos, costumbres, lengua, ideas políticas y desarrollo cultural de la Argentina es irrefutable.
El tango no fue ajeno a esa influencia, a pesar que algunos investigadores no coincidan en esta apreciación. Las estructuras musicales que han conformado el tango tal como hoy se conoce, han sido muchas y muy variadas. La tríada payada-milonga-tango van entretejiendo ritmos, cadencia y poesía hasta alcanzar su expresión definitiva en el tango: resultante cultural -artística, musical y literaria- de un largo proceso.
La guitarra, introducida por los conquistadores y jesuitas, fue el instrumento preferido por el gaucho para acompañar con una melodía sencilla y casi monótona su poesía cantada e improvisada (payada); siendo lo principal la expresión oral y no la música. A comienzos de 1880 la milonga ocupó un lugar destacado en el gusto popular, en su esencia parecida a la payada; con la diferencia que esta era propia del gaucho payador y la milonga lo era del compadraje de la ciudad y la campaña. Así como matriz o en forma paralela, la milonga y la payada se encuentran en la génesis del tango.
A pesar de haber similitudes coreográficas con el candombe, no se pueden verificar en el tango una ascendencia negra en su raíz musical. Nunca hubo un instrumento de percusión (panderetas, tambores, bongoes, tumbadoras, bombos) en los conjuntos iniciales en los albores del tango. Pero sí abundaron las flautas, los violines y las arpas y más tarde el piano y el bandoneón. Todos estos instrumentos europeos y la mayoría de ascendencia itálica.
A partir de 1880, con la llegada de los inmigrantes, se genera una significativa transformación cultural, por un lado un fortalecimiento del espíritu criollo (circo criollo -o nacional o porteño-, tango criollo, tango argentino, payada urbana y, por otro lado, la inclusión de la cultura de la inmigración, presente en el lunfardo, el sainete y el tango). Sin dudas una de las fuentes más gravitantes en la formación del tango, fue el aluvión de inmigrantes italianos que trajo gran cantidad de músicos, algunos de formación académica, de conservatorio, otros, los intuitivos, los que a pesar de no saber la escritura musical, tenían una gran habilidad natural para expresarse a través de sus instrumentos.
El desarrollo inicial del tango fue casi simultáneo en Buenos Aires y en otras ciudades del interior, donde la inmigración italiana fue preponderante. Así, en la ciudad de Rosario, según la crónica del diario La Capital del 22 de junio de 1905, el músico italiano José Baracco estrenó en el café Martín, a toda orquesta, la pieza Agarrate Catalina, constituyendo así el tango más antiguo registrado en Rosario compuesto a fines del siglo XIX y un suceso musical que perduró varios años. Otro maestro italiano, el profesor Pascual Romano, llegado a la Argentina en 1887 y radicado de inmediato en Rosario, compuso también un tango primitivo ¡Qué flechazo!.
En la ciudad de Córdoba, se radicaron los maestros de música italianos Rafael Fraccasi y Alfredo Seghini y fueron autores de tangos inaugurales en los primeros años del 1900 y directores de los más renombrados conjuntos tangueros cordobeses de las primeras décadas del siglo XX.
Jorge Luis Borges y Daniel Vidart hacen responsables a la inmigración italiana de la supuesta tristeza del tango, que podría originarse por la fuerte presencia de italianos en el barrio La Boca que aportaron con la romanza ese dejo de tristeza y nostalgia propia del desarraigo. En la revista Caras y Caretas del 7 de febrero de 1903, apareció un artículo titulado "El Tango criollo" donde se adjudica al italiano acriollado en el barrio de la Boca ser el más fiel cultivador del tango desde sus orígenes.
En las letras de los tangos se mezcla la poesía de Evaristo Carriego, Almafuerte, José Ingenieros y otros con el “lunfardo” vocabulario que se originado en el idioma italiano y sus dialectos. Esas letras de tango que tuvieron un tratamiento dispar para el inmigrante italiano; a veces aparecía de modo pintoresco, al igual que en los sainetes de la época, expresándose en su media lengua (mitad dialectos regionales, mitad española) y en otras nostálgico, doliente, trágico y efusivo; pero siempre como fiel prototipo del fenómeno inmigratorio.
El inmigrante italiano contribuyó a consolidar la estructura musical de tango a través de los muchísimos músicos llegados a fines del siglo XIX y principios del XX, que tenían sólidos conocimientos musicales, que se sumaron no sólo a la interpretación sino a la creación tanguera. Otros pasaron al pentagrama tangos, con el agregado de algunas partes -reminiscencias de canzonetas y romanzas- que les dieron ese toque de belleza perdurable a través de los años.
Entre los muchos que dejaron su aporte al tango, se podrían mencionar: Amleto Vergiatti (Julián Centeya), autor de libros y de letras de tango; Luis César Amadori, autor de tangos y cineasta; Mario Battistella, poeta tanguero; otros lo hicieron a través de la interpretación del tango como Ignacio Corsini Siciliano, Alberto Marino (A. Marinaro), Alberto Morán (Remo Recagno). Fueron hijos de italianos, Armando y Enrique Santos Discépolo (su padre, Santo, fue director de bandas y compositor); Vicente Greco, Ernesto Ponzio, Augusto P. Berto, Pascual Contursi, Roberto Firpo, Juan Maglio “Pacho”, Francisco Canaro, Francisco Lomuto, los hermanos De Caro, Carlos Di Sarli, Juan D´Arienzo, Astor Piazzolla, Pedro Maffia, Jorge Casal (S. Pappalardo), Ricardo Tanturi, Enrique M. Francini, Osvaldo Pugliese, Homero Manzi (Manzione Prestera), Federico Scorticatti, Rodolfo Biaggi, Osvaldo Ruggiero, Alfredo de Ángelis, Ángel D´Agostino, por mencionar algunos de los tantos…..
En el tango se evidencia esa fuerte confluencia de culturas que a lo largo de los tiempos y en tierra argentina tomaron formas y expresiones propias, a punto tal de crear lo autóctono.
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