Una cantante con espíritu de vodevil. La Polaca reivindica su peculiar estilo de «cantante vedette», que inició en 1971, y afirma sentirse continuadora del estilo de Roberto Goyeneche.
Nos citamos en una confitería próxima a su casa en el pasaje Finochietto. La cuadra es corta y al fondo asoma el paredón que la divide con ese primer puente de Constitución y, a sus pies, «fragor de trenes que tejían laberintos de hierro» que describió admirablemente Jorge Luis Borges en “Mateo XXV 30”.
Allí, en ese barrio, el silbido de las locomotoras se confunde con el ladrido de los cuarenta y siete perros que, igual que Cátulo Castillo, aloja nuestro personaje en su vivienda como resabio de la localidad campera que la vio nacer.
Ruth Durante, que de ella se trata, balcarceña y de un hogar humilde y agricultor, era de las que soñaba junto al receptor con ser actriz y acceder a la fortuna y la bonanza económica que suponía tan sólo reservada a los comediantes.
En 1957, Radio Belgrano y la revista Radiofilm propiciaron un concurso para noveles cantantes, y Ruth, que jamás había interpretado tangos, provista de la partitura de “Bailemos”, se presentó en la emisora para competir. El pianista Miguel Nijensohn, que probaba a los postulantes, casi la rechaza por suponer que era una profesional; pudo continuar y así llegó a las semifinales en el Teatro Comedia, donde perdió en medio de una gran batahola.
Pero si bien no obtuvo el premio mayor, logró que Orestes Lacquanitti, director artístico de la radio, la propusiera para la orquesta de Héctor María Artola, compartiendo rubro con Carlos Yanel (hoy Siro San Román) y luego a la Orquesta Símbolo Osmar Maderna, dirigida por Aquiles Roggero, con la que grabó un inhallable “No, no llores más”.
En 1971, se jugó por el cartel propio y desde entonces es solista. Un año después se presentó en el Lincoln Center, de Nueva York, con la batuta de Mariano Mores.
De ahí en más, las grandes casas porteñas la contaron como figura: Caño 14, Relieve, Michelangelo, Karina, King y, fundamentalmente, Karim, donde se presentó durante quince años consecutivos, junto a baluartes como Aníbal Troilo, el Quinteto Real y fundamentalmente Roberto Goyeneche. Con el Polaco inauguraron la primera tanguería en Mar del Plata y, una noche en que Ruth revoleaba su larga cabellera roja, enfundada en su vestido transparente, un espectador le gritó «¡Grande, polaca!», y de ahí en más Héctor Gagliardi la bautizó así.
Participó en 1977, en el tercer festival del tango de La Falda (Córdoba), junto a Floreal Ruiz, Raúl Lavié, María de la Fuente, Héctor Varela, Mercedes Simone y Ángel Cárdenas.
Ella se siente continuadora del legado de Goyeneche, como decidora del tango, en el énfasis de las grandes letras del género.
También resalta su condición de “cantante vedette”, y el vestuario desenfadado y revisteril de escotes profundos, lentejuelas y tacos altos que lució en el Teatro Maipo junto a Jorge Porcel y Nélida Roca, y luego en España, contratada por Luis César Amadori.
A raíz de su desparpajo percibe que es resistida, pero la Durante, por taurina y empecinada, persevera en el estilo y un repertorio no ortodoxo, por ejemplo, “Y no puedo olvidarte”, éxito de su admirado Alberto Morán.
Grabó un solo disco larga duración, hace ya 27 años (1970), para el sello RCA-Victor (CAL-3244), junto a Cacho Tirao, Hugo Baralis, Néstor Marconi y Omar Murtagh, entre otros, con títulos de antología.
Su faceta dramática la condujo también al bolero, “La noche de anoche” y “Cuánto te debo”, por caso, resultando una verdadera revelación. Y a páginas de otro género, por ejemplo, el vals peruano “Odiame”, que interpreta admirablemente sentada en una banqueta junto a su fueye y una luz mortecina. Eso acontece en el local La Cumparsita, de Chile y Balcarce, siempre a full, mientras revolea su mano cargada de perlas y la mata rubí de su testa.
Porque la “polaca” Ruth es así, Lola Flores del dos por cuatro, vehemente y dramática como un cante jondo, que cuenta sus tangos igual a la voz de un bandoneón y entre esos pliegues guarda las plenitudes de su alma.
En los últimos años actuó en Mar del Plata, en el Café Orión, en la compañía musical Tango Bravo Club, dirigido por Daniel Canales y con la actuación de Rubén Cané.
Felipe Yofre. Publicado en el diario La Nación, el 29 de junio de 1997.
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