En el invierno de 1940, la ascendente condición de la orquesta de Aníbal Troilo le permite tocar todas las tardes en el café Germinal.
Pero el café Germinal está abierto todo el día y antes de la orquesta de Pichuco toca el excelente conjunto de la Orquesta Buenos Aires dirigida por Enrique Forte.
Espectador atentísimo de todo lo que se toca en el Germinal, es un chico de diecinueve años, que de tanto ir y pasarse el día allí, termina por hacer amistad con Hugo Baralis, violinista de Troilo. Le relata a éste que ha vivido con sus padres en Estados Unidos durante catorce años, casi continuos. Que ahora ha regresado, que ha dejado a su familia en la natal Mar del Plata, que toca el bandoneón, que tiene admiración ilimitada por la orquesta de Pichuco, que se sabe todas las partes de todos los bandoneonistas.
Así llega un día en que falta el segundo bandoneón de la orquesta y el chico, al que llaman el Johnny, y Pichuco llamará Gato, se ofrece para cubrir su plaza.
Orlando Goñi, desde el piano, lo mira con desconfianza, pensando en el zafarrancho que podía hacer en una orquesta que funcionaba como un relojito, un tipo que tocara mal, y dijo:
– Ese chico no tiene cara de saber tocar el bandoneón.
Pero Pichuco lo corrigió, proféticamente:
-Que suba.
El chico subió y se tocó todo el repertorio y cuando hicieron el tango Abandono de Pedro maffia, todos hicieron la variación con la derecha y él la hizo con la izquierda, y Goñi se rectificó:
– Es un fenómeno.
Toto Rodríguez, el segundo bandoneón, faltó dos días más porque estaba engripado y cuando volvió Pichuco sentención:
– Desde ahora tendremos cuatro bandoneones: este muchacho queda.
Era Astor Piazzolla. Fue la primera sorpresa que le ofreció a Troilo. En 1941, cuando la orquesta empieza a grabar, ya está Piazzolla tocando en esta armonía de instrumentos.
Al año siguiente, Pizzolla toca en todas las actuaciones de Pichuco y la orquesta se estira a cinco bandoneones, es decir, Troilo, Juan Miguel Rodríguez -“Toto”-, Eduardo Marino, Astor Piazzolla, y Marcos Troilo, el hermano mayor de Pichuco, que hace el quinto bandoneón.
Llega 1942 y la orquesta, en pleno apogeo, interviene en Ronda de Ases, programa de radio con público donde las distintas orquestas tocan las mismas obras. Un día Pichuco tiene en sus manos la partitura y la letra de Azabache, milonga camdombre de Francini, Stamponi y el Mimo Expóstio, pero no hay quién le escriba la instrumentación. Piazzolla dice: “Yo…”, “¿Cómo?” duda Pichuco “Si vos no sabes escribir instrumentaciones”.
Resulta que Piazzolla estudiaba con Ginastera hacía dos años y sabía hacer la instrumentación. Cuenta Piazzolla: “Había que escribirla de un día para el otro. Utilicé los violines haciendo escalas para arriba, cosa que no era lo más común en la orquesta, me salió bárbara, ganamos el primer premio. Así y todo, a Troilo mucho no le gustó”.
De ahí en más hizo muchísimas instrumentaciones, muy bellas e imaginativas y muy ofrecidas siempre dentro de lo que Pichuco quería del estilo. Porque Piazzolla conocía muy bien el estilo de Pichuco, tan es así que, cuando actuaban en el cabaret Tibidabo, durante tantos años, muchas noches Pichuco dirigía la primera vuelta de la orquesta y cuando el cabaret quedaba con los parroquianos de rutina, dirigía Piazzolla. Astor aprendió a dirigir una orquesta de tango, dirigiendo la orquesta de Aníbal Troilo, haciendo de Troilo.
Por suerte que el conocimiento profundo del estilo de la orquesta y la admiración que tenía por Pichuco, por Goñi, por Kicho Díaz, por Hugo Baralis y los demás muchachos de la orquesta, auspiciaron bellísimas instrumentaciones. Entre otras, la de orquesta sola del tango Inspiración de Peregrino Paulos, compuesto en 1916, que Pichuco ya tocaba antes , pero cantado por Fiorentino.
Troilo le encomendó a Piazzolla esta orquestación con una gran novedad: tiene un largo solo de piano de Goñi, después un largo solo de violoncello por Alfredo Citro, que ya se había incorporado a la orquesta, y después el famoso fraseo final de Aníbal Troilo. (…)
Hay que ver, ubicándose en la época, lo que representó este famoso solo de violoncello, contrapunteado por la cuerda: fue una revolución.
Es difícil regresar a ese entonces para asistir a las polémicas, la contraposición del hinchismo y los adversarios de todo cambio. Pero esta contribución de Piazzolla para la orquesta de Troilo, continúa y vamos a seguir analizándola, porque ha sido de una trascendencia excepcional para las grandes ideas de Troilo, ese aporte y esa compresión de Astor a su estilo, en el que éste formaría el suyo para presentarlo poco después con su orquesta, pero ya como director.
Admirador y compinche de los dos, de Troilo y de Piazzolla, en varios capítulos posteriores relataré lo que fueron las jornadas imborrables en que Pichuco se convirtió, con orgullo y valentía, durante siete años, en adalid de la vaguardia formula por Astor en sus tangos notables, raros y bellísimos, desde Para lucierse hasta Lo que vendrá, a cuyos estrenos en Buenos Aires y Montevideo asistí bien cerciorado de que estaba escuchando y presenciadndo uno de los episodios fundamentales de toda la historia del tango protagonizados por esos dos amados amigos.
Luego el Gato, peregrino eterno atrás de sus fantásticas utopías, se fue otra vez a Estados Unidos y su amigo Pichuco, eterno viajero de sí mismo, se quedó en su Buenos Aires y en el reencuentro hubo algún malentendido que concluyó con esta esquela que Troilo envía a Piazzolla:
“Querido Gato: Siempre me he honrado con tu amistad. Mucho más ahora que ha pasado tanta agua debajo del puente. Ahora, repito, sólo me queda pedirle a Dios que te dé tranquilidad y a mí que no me desampare. Algo hemos hecho para merecerlo. Te abraza Pichuco. 19 de junio de 1967″. Y Astor ha dicho de Pichuco en la revista “Todo” en 1963: “Es un gran tipo, gran persona, gran corazón, prototipo del porteño, parecido a lo que era Gardel, canta con el bandoneón como cantaba Gardel. Pichuco es el continuador de Gardel”.
En 1971, en homenaje a Carlitos, estrenamos Fábula para Gardel, con música de Piazzolla y ellos en dúo de bandoneones graban Volver y El motivo: Astor toca como labrando joyas negras y melancólicas y Pichuco haciendo brillantes lágrimas de luz.
Son los tres del siglo XX: en el primer tercio es Gardel, en el segundo Troilo y en el tercero Piazzolla. (…)
(Fragmentos del Capítulo 71 “Querido Gato” del Libro “El Gran Troilo, Cien capítulos sobre su arte, persona y vida” de Horacio Ferrer)
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