Como a Biagi, D’Arienzo o Alfredo De Angelis, se le reprocha cierta ligereza, un estilo demasiado
simplificador, una propuesta musical más destinada a ganar los pies livianos de los bailarines que hacer buena música. Las críticas tienen buenos fundamentos, pero sería un error suponer que son absolutas. Por otra parte, no es justo asimilar en un mismo formato orquestas diferentes que, en todo caso, lo que poseían en común fue una singular capacidad para llegar al gran público en un tiempo en que el tango empezaba a promover transformaciones internas decisivas.
La orquesta de Ricardo Tanturi integra por derecho propio la generación del cuarenta, considerada como la más calificada en la historia del tango. Justamente, fue en 1939 cuando Alberto Castillo se incorporó como vocalista en la orquesta de Tanturi y a partir de allí los dos universitarios -uno dentista, el otro médico- provocaron un suceso notable que se expresó en la grabación de alrededor de treinta y siete temas, entre los que merecen destacarse como verdaderos sucesos: “Noches de Colón”, “Moneda de cobre”, “Muñeca brava” y ese verdadero hits de su tiempo que fue “Así se baila el tango”.
Castillo debutó con Tanturi entonando en un micrófono de grabación los versos de “Recuerdo”: “Murió mi compañera idolatrada, la mujer que jamás olvidaré”. En ese texto ya está prefigurado todo Castillo y todo Tanturi, ese estilo que va del realismo descarnado, al grotesco, la emotividad y la agresividad, el sentimentalismo y la sobriedad, fundando un nuevo y singular estilo que habrá de ser reconocido por la amplia platea tanguera.
Tanturi y Castillo compartirán los beneficios de la fama durante cuatro años. Ambos estaban atravesando su mejor momento artístico. La voz de Castillo y la puesta musical de Tanturi constituyeron un verdadero suceso que ganó, por derecho propio, un lugar privilegiado en la historia del tango. La presencia de la orquesta en clubes de barrio, locales nocturnos y en los principales salones de Buenos Aires, Montevideo, Mar del Plata y Rosario, dan cuenta de su popularidad, popularidad reforzada por las singulares dotes histriónicas de Castillo y su calidad como vocalista.
Para esos años a los grandes directores de orquesta se los reconocía por el cantor que los acompañaba. Es así como Troilo era impensable sin Fiorentino, Pugliese estaba con Chanel, Di Sarli con o D’Afostino con Vargas. El cantor había dejado de ser el estribillista de la década del treinta y adquiría gravitación propia y, en más de un caso, su marketing superaba al del propio director de la orquesta.
Es por eso que fueron muchos los que temieron que cuando Castillo se separó de Tanturi a mediados de 1944, la orquesta iniciaría su definitiva cuenta regresiva. Sin embargo, y cuando todos esperaban que el sustituto fuera alguien parecido a Castillo, incluso algún imitador, Tanturi tuvo el tino de elegir a Enrique Campos, un uruguayo cuya personalidad artística era opuesta a la de Castillo.
Enrique Campos cuando llegó de Montevideo a Buenos Aires buscando nuevos horizontes, era conocido en el ambiente de la noche como Eduardo Ruiz. La anécdota cuenta que Tanturi le explicó que en los escenarios porteños ya estaban Ricardo Ruiz y Enrique Ruiz, por lo que no era aconsejable insistir con un Ruiz más. Dicho esto, abrió la guía telefónica y al azar eligió un nombre. A partir de ese momento para felicidad de los tangueros nació Enrique Campos.
Con él, Tanturi grabó alrededor de cincuenta temas algunos realmente notables. El estilo de Campos era más melancólico, menos estridente y de una perfecta afinación. Pertenecen a ese período “Calor de hogar”, “Si se salva el pibe” y “El sueño del pibe”. Campos debutó en Radio El Mundo el 4 de agosto de 1943 con dos temas excelentes: “Muchachos comienza la ronda”, de Luis Porcell y Leopoldo Díaz Vélez, y el vals “Al pasar”, de Raúl Iglesias y Juan Gatti . Después de tres años de lucirse en los mejores escenarios tangueros de Uruguay y Argentina, Campos se fue con Francisco Rotundo.
Después vinieron Roberto Videla, Osvaldo Ribó, Juan Carlos Godoy y Elsa Rivas. Se trataba de excelentes cantores que supieron estar a la altura de las exigencias del maestro, pero lo que había cambiado eran las circunstancias. El período de oro de la década del cuarenta nunca más volvió y en el camino numerosas orquestas -incluida la de Tanturi- se fueron apagando lentamente. En la década del sesenta el primer disco lo grabó en 1966. También fue el último.
Tanturi nació en el barrio de Barracas, el 27 de enero de 1905. En su primera juventud estudió violín con Francisco Alessio, tío del reconocido bandoneonista y director de orquesta Enrique Alessio. Sin embargo, no va a ser el violín su destino, sino el piano, una responsabilidad que correrá a cuenta de su hermano Antonio Tanturi, codirector de la orquesta típica Tanturi-Petrone.
La influencia tanguera de la casa no impidió que sus inicios musicales fueran el jazz. Probablemente sus estudios universitarios lo relacionaron con Sánchez Reinoso y Antonio Arciere con quienes constituyó una jazz band que actuaba ante un público universitario y que contaba con un vocalista que luego se destacaría como actor y tanguero: Juan Carlos Thorry.
En 1931, para otros 1933, formó su primera orquesta, un sexteto que en homenaje a su pasión por el polo lo bautizó con el nombre: “Los Indios” y la carta de presentación fue precisamente la melodía compuesta por el maestro Francisco Canaro. La orquesta debuta en el Alvear Palace Hotel, en 1934. Y a partir de ese fecha anima las temporadas veraniegas del Hotel Carrasco de Montevideo. Precisamente, la carta de presentación de “Los Indios” en la mítica terraza del Hotel, era precisamente la marcha “Carrasco”.
En 1937 realizó su primera grabación para el sello Odeón. Se trata de “Tierrita” de Agustín Bardi y ese drama tanguero que se llama “A la luz de un candil”, escrito por Julio Navarrino con música de Carlos Vicente Geroni Flores que lo interpreta uno de sus primeros cantores: Carlos Ortega. En una de esas presentaciones lo conoce a Osvaldo Valle, director artístico de Radio el Mundo. La impresión que le debe haber causado al empresario debe haber sido buena, porque a partir de ese momento Ricardo Tanturi será una de las figuras centrales de la emisora.
Capítulo aparte merecen sus condiciones de compositor. Poetas como Enrique Cadícamo, Enrique Dizeo o Francisco García Giménez contaron con sus aportes musicales. Pertenecen a Tanturi temas como “Mozo guapo”, “Amigos presente”, “A otra cosa che pebeta”, “Sollozos de bandoneón” y “Ese sos vos”. Ricardo Tanturi murió en Buenos Aires el 24 de enero de 1973.
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