Roberto Rufino... el Chiquilín, El Pibe, El nene, como afectuosamente lo llamaban sus colegas y el público tanguero. No fue un cantor mas, fue un niño prodigio dotado de condiciones vocales naturales con la voz de una ternura incomparable.
Le gustaba recordar que siendo él muy pibe, con apenas 16 años, los días sábados se colaba con su amigo Beltrán (hermano de Marquitos Zuker) del tranvía que circulaba por la calle Corrientes desde su barrio del Abasto hasta el café Nacional. Llegaban de tarde, cuando Antonio De Rose con su conjunto de tango probaba chicos buscando nuevos valores, a cambio de una moneda de 10 centavos, que el mismo músico les pagaba.
Con el paso de los años cultivamos una sincera amistad. Le gustaba de hablar de su niñez, de sus comienzos, cuando aprendía de memoria las letras...entre ellas, la de Milonguero Viejo.
Uno de esos sábados, durante el verano de 1938, le comentaron sobre “El Pibe” al gran maestro Carlos Di Sarli quién corrió hasta El Nacional a comprobar personalmente las maravillas que le hablaban de este joven talento. Fue tal el impacto emocional que causó en Di Sarli ver a ese chiquilín de tan solo 16 años cantando, que colmó todas sus expectativas. Evidentemente ese niño era un dotado para el canto... su tono era angelical. Cuando Rufino terminó de cantar, los presentes comprobaron que nacía un nuevo ídolo de la canción. Di Sarli no fue ajeno a tanta emoción, tan es así que sus ojos se humedecieron de gratitud. Cuando se acercó para saludarlo, le preguntó “¿Pibe, querés cantar conmigo en mi orquesta? Rufino recordaba que en realidad no sabía lo que quería y le daba igual, pero le dijo “...y bueno!”.
Esa misma tarde el maestro lo llevó hasta el bajo, al cabaret donde actuaba y le propuso probarlo con el piano. Le pregunto "¿Qué querés cantar?" A lo que Rufino le respondió displicentemente “y... Alma de Bohemio”. Di Sarli le contestó “Mirá que es muy difícil...” Rufino no le respondió y se encogió de hombros, por lo que el maestro interpretó el gesto como de aprobación y poniendo sus manos sobre el teclado arrancó con las primeras notas. Cuando el jovencito hizo la primera parte y el “cantaaaaaaar” sostenido, de la primera frase, para el maestro fue muy fuerte y bajando la tapa del piano emocionado, lo abrazó muy fuerte. En ese momento nació una relación afectiva en la que el maestro pasó a ser el padre que Roberto no tenía y la ayuda espiritual y profesional que el jovencito necesitaba. Esa amistad de respeto mutuo duró hasta el 12 de enero de 1960, fecha en la que el maestro falleció.
Robertito venía de un hogar humilde, era un niño pobre de pantalones cortos. Di Sarli le compró un traje de pantalones largos que Rufino recordaba... azul con rayas coloradas.
En la noche del debut con la Orquesta de Carlos Di Sarli, cuenta Rufino que el maestro dirigiéndose al público les anunció a los presentes que exhibiría a su nuevo cantor en reemplazo de Agustín Volpe, que se iba de la Orquesta. Les dijo que tendrían que juzgar si había hecho una buena elección y que se daría cuenta por los aplausos (o no) que recibiera el debutante. El tema a interpretar sería Alma de Bohemio. A continuación, aparece el chiquilín desde detrás del piano… Cuando el joven Rufino terminó su interpretación, la respuesta del público fue impresionante, aplaudían al joven cantor de pie al pedido de ¡Otra, otra! El maestro desde el piano esbozó una sonrisa de aprobación, comprobó que no se había equivocado. Había nacido para el tango una nueva estrella en el firmamento porteño.
Rufino grabó 45 temas con la orquesta del maestro Carlos Di Sarli entre los años 1939 y 1943, siendo la primera grabación el tango “Corazón”, realizada el 11 de diciembre de 1939. Ese mismo día grabaron “Milonga del Sentimiento”. El 17 de diciembre de 1943 se registró el tango “Boedo y San Juan”, última grabación de la dupla Di Sarli - Rufino.
En ese momento todo el ambiente del tango conocía la carrera ascendente de Roberto Rufino y los grandes Directores se lo disputaban para incorporarlo. Fue una figura querible, ejemplo de vida, buen padre, buen esposo, buena persona y fundamentalmente buen amigo. Siempre dispuesto a dar todo por su querida esposa Perla, sus hijos, Roberto, Hugo y Daniel y fundamentalmente por su música: El Tango.
Cuando el inevitable paso de los años fue afectando la brillantez de su voz, comenzó a "decir" el Tango y sus colegas Floreal Ruiz y Roberto Goyeneche fueron sus mejores discípulos al copiar la nueva modalidad que tanto gustaba al público.
Rufino fue un auténtico maestro y una de las figuras mas carismáticas que dio la mejor música de este lado del Mundo: El Tango.
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