Troilo y Centeya |
Su orquesta, que formó en 1937, tuvo a lo largo del tiempo el
aporte de cantores que integran un crisol de grandes voces y estilos
inconfundibles.
El
primero de todos fue Francisco Fiorentino, que cantó con “el gordo” desde el
debut, en julio de aquel año, hasta marzo de 1944, dejando en el surco sesenta
grabaciones.
Amadeo
Mandarino se incorporó en el ´39 y permaneció dos años con la orquesta,
grabando solo un tema a dúo con Fiorentino. A este le siguió otro cantor
emblemático, Alberto Marino, que durante los tres años siguientes, ya sea como
solista o a dúo con Floreal Ruiz o “Fiore”, grabaría más de cincuenta temas y
sería uno de los cantores clásicos en el recuerdo de las multitudes
milongueras.
En
1944 se integra un cantor que también dejaría su sello en la orquesta, Floreal
Ruiz. Desde octubre de ese año hasta 1948 Floreal dejó unas treinta
grabaciones, la mayoría como solista, excepto cinco a dúo con Marino y otras
dos con Rivero, cuando ambos coincidieron al lado del fueye mayor de
Buenos Aires, entre finales de 1947 y mediados del años siguiente.
Otro
nombre de gran relevancia integró después de Floreal Ruiz la orquesta de
Pichuco y fue protagonista destacado, el recién nombrado, Edmundo Rivero. En
poco más de dos años grabó veintidós veces y nos dejó para siempre sus
inolvidables versiones de “Sur” y “La última curda”, entre otras.
Aldo
Calderón (seis temas), Jorge Casal (veinte), Carlos Olmedo (dos) y Angel Cárdenas
(dieciséis) se sucedieron como vocalistas de la orquesta desde la salida de
Rivero, en el ´49.
Beron |
Raul Beron(quince): fue,
para algunos, el mejor cantor de orquesta que dio el tango, aunque otros
grandes vocalistas, como Floreal Ruiz o Roberto Goyeneche, le disputen -en las
discusiones de los sabedores- ese cetro. De clara estirpe gardeliana, registro
de tenor y timbre aterciopelado, su apogeo coincidió exactamente con la época
de mayor auge del tango. El amplio y
variado repertorio de Berón revela su aptitud para captar todos los temas y
climas del género, desde los dramáticos a los festivos, que abordó siempre con
buen gusto y mesura, alejado de los extremos. Fue un cantor cálido e íntimo,
que giró en el circuito del tango más elaborado
El Polaco y después…
En
1956 Troilo incorpora a Roberto Goyeneche, otro nombre que daría que hablar. El
Polaco grabó con el maestro desde mayo de 1956 y durante nueve años, en dos
etapas. Con la orquesta veintisiete temas y después como solista veinticuatro,
superando el medio centenar.
Fue
un momento vital en la carrera de Goyeneche suencuentro con Pichuco, y también
hay que decir que el cantor de Saavedra fue un artista que estuvo a la altura
de las circunstancias. Allí, con Troilo, comenzó a ser un cantor diferente, de
gran vuelo, innovador en el estilo y con un fraseo novedoso.
Hubo
entre ellos un verdadero sentimiento mutuo de admiración, respeto y amistad que
duró toda la vida.
Otro
cantor que supo imponer su estilo en los cuarenta llegaba en abril de 1959.
Roberto Ruffino, que grabó diez temas con Pichuco entre ese año y el ´65, y a
él le siguieron Elba Berón, Nelly Vázquez y Tito Reyes (una década grabando con
la orquesta, dejando veintidós tangos grabados).
Troilo y Achaval |
El
último cantor de Aníbal Troilo fue el bahiense Roberto Achával, durante una
temporada de actuaciones en teatro, ya cuando el gordo más querido estaba cerca
del final.
Y
así, recorriendo los nombres de quienes la integraron una vez, vemos que la
orquesta de Pichuco fue una escuela, un camino luminoso de sonidos y armonías
donde los cantores supieron encontraron su lugar, cada uno con la medida de su
talento, y están en los discos para que los disfrutemos.
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