El Café Nacional de calle Corrientes al 900, fue uno de los notables santuarios del tango, el lugar donde se celebraban diariamente las ceremonias en su homenaje. Por allí desfilaron los mejores y, en ese palco, se consagraron los grandes músicos y cantores del género. Uno de ellos, considerado en su tiempo la gran promesa del tango canción, fue Pedro Carlos Brandán, conocido poco años después como Oscar Alonso.
En el tango, como en cualquier universo con historia, existen los mitos, las leyendas y los próceres. Como en toda celebración no faltan los maestros y los sacerdotes que inician a los aspirantes en la nueva fe. Alonso fue uno de los privilegiados. Aún no tenía veinte años y ya estaba bendecido por los grandes ases del tango. El primero fue nada más y nada menos que Carlos Gardel. Según cuenta Cátulo Castillo, alrededor de 1933 Gardel cantaba en una obra de teatro menor y cuando concluía su jornada se iba a tomar unas copas al Nacional. Allí, fue cuando escuchó por primera vez a Alonso y le dijo a Pascual Carcavallo: “Pucha que canta lindo ese morocho”. La otra versión proviene de Vaccarezza. Según sus palabras, Gardel lo fue a saludar a Alonso a su camarín y le dijo más o menos lo siguiente: “Yo me voy pibe, y el tango queda en tu garganta de oro. Cuidala, y no te engrupas”.
En estos casos, poco importa saber si la historia es verdadera o si hay documentos que la verifiquen, porque en el mundo mítico lo que vale siempre es la leyenda, que el rumor circule, que la imagen se instale en la memoria, que en la mesa de un bar, en la barra o en algún local nocturno, un grupo de hombres lo comente con asombro, con admiración.
Lo cierto es que Alonso ingresa al tango por la puerta grande y provisto de las mejores credenciales. Una de ellas se la otorga Homero Manzi, cuando le comenta a un amigo. “Cada vez que canta este muchacho, me hace temblar”. No concluyen allí los reconocimientos de los grandes. Según Serranito , Aníbal Troilo le confío una noche que “Alonso fue el más grande cantor de tangos después de Gardel, anotalo nomás sin ninguna duda”.
El hombre nació con el ángel en la garganta y el don del canto. No se le conocen estudios profesionales, pero escuchándolo daría la impresión de que no los necesitaba. Había nacido el 12 de octubre de 1912 en la localidad de Florentino Ameghino, un caserío vecino a San Antonio de Areco. Otra señal del destino. Pedro Brandán fue su padre, el hombre que Ricardo Güiraldes menciona entre los gauchos y reseros a quienes les dedica su libro “Don Segundo Sombra”.
A los catorce años, el muchacho ya vive con su familia en Buenos Aires. Dos años después debuta en un local de Florida y Esmeralda. Se dice que se inicia con el tema “La última copa”. Para esos años, actúa en el programa radial “La voz del aire”, acompañado por el trío dirigido por Vicente Fiorentino. En 1932, Anselmo Aieta lo lleva al Café Nacional. También con Aieta actúa en el viejo teatro San Martín.
Para esos años, se perfila como una de las grandes promesas del tango. Juan Canaro hace gestiones para que en 1938 ingrese a Radio Prieto, conocida después como Radio Argentina. Allí el director artístico de la emisora lo bautiza con el nombre con el que lo reconocerá la posteridad: Oscar Alonso. Es en esos años cuando se hace amigo de Hugo del Carril, con quien, además, compartirán futuros ideales políticos.
Se supone que al iniciarse la década del cuarenta, Alonso ya posee un perfil artístico definido. Su voz de barítono es una marca registrada en la noche porteña. Para esa fecha algunas de sus grabaciones en el sello Odeón empiezan a ser coleccionadas por los tangueros. Las dos primeras son en 1936. Se trata de los temas “Llueve”, de Horacio Petorossi y “Qué es lo que vez”, de Agustín Delamónica y Hugo Gutiérrez. Ese mismo año graba “San José de Flores” y “Comparancia”. Y en junio de 1937 se despacha con “Mañanitas camperas” y “Que nunca me falte”. No sólo graba, también escribe. Dos poemas pertenecen a su autoría, “Yo no quiero que le escribas” y “Tardecitas de campo”.
Alonso fue un típico cantor solista. Pasó por algunas orquestas, como las de Agustín Galván, Héctor María Artola y Carlos García, pero lo que definió su identidad fue su condición de solista, y siempre acompañado por muy buenas guitarras, como la de José Canet, por ejemplo. Según los entendidos, las mejores grabaciones pertenecen al período con Artola, pero las que han trascendido al gran público son las que hizo a partir de 1967 con Carlos García.
Una pregunta legítima en este caso, es por qué un cantor con dotes excepcionales como las de Alonso, no llegó a tener el reconocimiento que sus condiciones acreditaban. Las respuestas son diversas. Algunos dicen que su condición de solista conspiró en su contra, en un tiempo en que la consagración del canto la daban las grandes orquestas. Otros, hablan de su inconstancia, de su vida disipada, de sus largas giras por América Latina, de su prolongada estadía en Cuba. Lo cierto, de todos modos, es que la gran esperanza del tango, el hombre bendecido por Gardel, Manzi y Troilo, no pudo o no supo estar a la altura de esas expectativas.
Sin embargo, allí están sus grabaciones, alrededor de cien, que testimonian la calidad de su canto. Temas como “Jamás lo vas a saber”, “Rubí”, “Tus besos fueron míos”, “Barrio pobre”, “No me pregunten por qué” , “Yo también”, “Cuando tallan los recuerdos”, “Aquel muchacho triste”, merecen escucharse, porque dan cuenta de su calidad interpretativa, del registro de su voz, de los matices que era capaz de trabajar.
Oscar Alonso se identificó con el peronismo desde su nacimiento en 1943. En esos años, graba “Versos de un payador al general Juan Domingo Perón y Eva Perón”. Años más tarde le dedica un tango a Augusto Timoteo Vandor con letra y música de Alberto Caroprese. Para los amigos de las curiosidades, graba dos temas, “Seguí como sos” y “San Isidro”. Las letras son de quien fuera durante años el intendente de San Isidro, Melchor Posse.
A todas esas hazañas, Alonso siempre permitió que se las mencionaran con afecto, pero a la hora de evocar su recuerdo más querido como cantor, siempre se refería a las veinticinco funciones seguidas a sala llena en el cine 25 de Mayo del barrio porteño de Villa Urquiza. Sus giras por la provincia de Buenos Aires, también fueron memorables por la respuesta del público
Como todo artista popular de su tiempo, incursionó en el cine en películas que no fueron gran cosa, pero que permiten apreciar el tono de su voz. En 1934, actúa en “Los locos del cuarto piso”, dirigida por Lisandro de la Tea. Y en “Pampa y cielo”, de Raúl Guruchaga. Los más veteranos recuerdan de aquellas lejanas tardes de cine, el famoso noticiero “Sucesos argentinos”. Pues bien, hay dos cortometrajes que cuentan con su participación. Allí interpreta “Senda florida” acompañado de la orquesta de Juan Polito y los cantores Carlos Roldán y Chola Luna.
En 1952, Lucas Demare filma “Mi noche triste” donde es posible apreciar a su voz en off cantando el tango de Pascual Contursi. Por último, cómo no recordar su participación en la obra “Boite rusa”, en el famoso Teatro Liceo. Allí, durante dos años 1939 a 1941- estuvo acompañado por los actores José Olarra y Pierina Dealesi.
A partir de 1966 y hasta 1974, Alonso grabó en diferentes ocasiones acompañado por la orquesta de Carlos García. Su voz mantenía su temple, pero empezaba a declinar. Algo deteriorado por los años y los excesos, mantuvo hasta el final de sus días, es decir, hasta el 15 de enero de 1980, su lealtad incondicional al peronismo.
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