Estamos transitando los días iniciales del mes gardeliano por excelencia, ese en que se conmemora la muerte de un auténtico ídolo del pueblo. Pero el gran intérprete tuvo a su lado figuras que lo ayudaron a consolidar una imagen imperecedera, tales como Alfredo Le Pera, a quien recordamos en esta nota, teniendo presentes dos circunstancias singulares: Le Pera vivió su momento de gloria junto a Carlitos, y junto a él quiso el Destino que muriera en el fatídico accidente de Medellín.
Juan de la Esquina
Juan de la Esquina
Nació en San Pablo (Brasil) y a la edad de dos meses se encontraba ya en Buenos Aires donde, más tarde, cursaría en el Colegio Nacional Mariano Moreno. Cumplida la enseñanza media, inició la carrera médica, pero la abandonó muy pronto para consagrarse al periodismo.
Compartió, la página teatral de "Última Hora" con Julio F. Escobar; pasó luego a El Telégrafo y más tarde a El Mundo. En tanto, se iba acercando al teatro como autor de textos y diálogos revisteriles.
A fines de 1928 Le Pera fue enviado por El Mundo a los Estados Unidos y Europa. De regreso, se vinculó a la empresa cinematográfica Artistas Unidos como autor de los llamados títulos sobreimpresos. De esa época data su primer tango, "Carillón de La Merced", que estrenó Tania en el Teatro Victoria, de Santiago de Chile, y reestrenó en el "Cómico", de Buenos Aires. En París, donde se radicó más tarde, Le Pera se reencontró con Carlos Gardel, que había cantado por primera vez en aquella ciudad el 30 de septiembre de 1928. El reencuentro, promovido por la empresa cinematográfica Paramount, se produjo en 1932, durante la tercera estancia de Gardel en la capital francesa, y Le Pera se convirtió en el autor de todas las películas que, a partir de entonces, rodaría el cantor, desde "La casa es seria" (Paramount, 1932), hasta el respectivo episodio de "The big broadcasting of 1936" (Paramount, 1935). Escribió, a partir de entonces, gran número de letras cantables, la mayoría de ellas para música de tango: son las que canta Gardel en sus películas. Le Pera trató de emplear, en sus letras, un lenguaje que resultara inteligible a todo el mundo hispanohablante, ampliando, de ese modo, la geografía del tango. Es cierto que Gardel, con su mímica, rompía las barreras del idioma.
Como el de todo gran intérprete, su lenguaje era universal. Sin embargo, no por eso debe desestimarse la colaboración de Le Pera, quien, al impulsar al cantor más allá del cerrado localismo en que se desenvolvía la poética del tango, contribuyó a allanarle el camino de una extensa conquista.
Ciertamente si no hubieran contado sus letras con la música y la voz de Gardel carecerían hoy de la popularidad y el prestigio que ostentan, pero no se trata de lo que pudo haber sido, sino de lo que es. Hoy no se repara en lo reiterativo de sus figuras, y aun de su léxico, para prestar atención a la nobleza de los sentimientos que canta, a la adorable nostalgia que impregna muchas de sus estrofas, al decoro del lenguaje y a la singularísima aptitud que permitió al autor de "Volver" reducir a una letra muy expresiva -y sobre todo inteligible a todo el mundo hispano parlante- el habla de Buenos Aires.
Le Pera murió en Medellín (Colombia) el 24 de junio de 1935, en el mismo accidente que arrebatara la vida a su compañero Carlos Gardel.
Compartió, la página teatral de "Última Hora" con Julio F. Escobar; pasó luego a El Telégrafo y más tarde a El Mundo. En tanto, se iba acercando al teatro como autor de textos y diálogos revisteriles.
A fines de 1928 Le Pera fue enviado por El Mundo a los Estados Unidos y Europa. De regreso, se vinculó a la empresa cinematográfica Artistas Unidos como autor de los llamados títulos sobreimpresos. De esa época data su primer tango, "Carillón de La Merced", que estrenó Tania en el Teatro Victoria, de Santiago de Chile, y reestrenó en el "Cómico", de Buenos Aires. En París, donde se radicó más tarde, Le Pera se reencontró con Carlos Gardel, que había cantado por primera vez en aquella ciudad el 30 de septiembre de 1928. El reencuentro, promovido por la empresa cinematográfica Paramount, se produjo en 1932, durante la tercera estancia de Gardel en la capital francesa, y Le Pera se convirtió en el autor de todas las películas que, a partir de entonces, rodaría el cantor, desde "La casa es seria" (Paramount, 1932), hasta el respectivo episodio de "The big broadcasting of 1936" (Paramount, 1935). Escribió, a partir de entonces, gran número de letras cantables, la mayoría de ellas para música de tango: son las que canta Gardel en sus películas. Le Pera trató de emplear, en sus letras, un lenguaje que resultara inteligible a todo el mundo hispanohablante, ampliando, de ese modo, la geografía del tango. Es cierto que Gardel, con su mímica, rompía las barreras del idioma.
Como el de todo gran intérprete, su lenguaje era universal. Sin embargo, no por eso debe desestimarse la colaboración de Le Pera, quien, al impulsar al cantor más allá del cerrado localismo en que se desenvolvía la poética del tango, contribuyó a allanarle el camino de una extensa conquista.
Ciertamente si no hubieran contado sus letras con la música y la voz de Gardel carecerían hoy de la popularidad y el prestigio que ostentan, pero no se trata de lo que pudo haber sido, sino de lo que es. Hoy no se repara en lo reiterativo de sus figuras, y aun de su léxico, para prestar atención a la nobleza de los sentimientos que canta, a la adorable nostalgia que impregna muchas de sus estrofas, al decoro del lenguaje y a la singularísima aptitud que permitió al autor de "Volver" reducir a una letra muy expresiva -y sobre todo inteligible a todo el mundo hispano parlante- el habla de Buenos Aires.
Le Pera murió en Medellín (Colombia) el 24 de junio de 1935, en el mismo accidente que arrebatara la vida a su compañero Carlos Gardel.
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