El destino fue injusto con Rosanna Falasca. Le otorgó todo y todo se lo retiró muy rápido. Había empezado a cantar en los escenarios de su pago natal y de los pueblos y ciudades de los alrededores a los diez años acompañada por su hermano. Antes de cumplir diecisiete años se le habían abierto las puertas de Buenos Aires. Era una hermosa piba veinteañera y ya había grabado y participado en algunas películas. Todo estaba a su favor. Tenía talento, belleza y un corazón generoso. Para principios de los años ochenta se perfilaba como una de las grandes revelaciones femeninas del tango. Sus presentaciones en la “Botica del ángel” de Bergara Leumann eran un éxito, como lo había sido su presencia estelar en el programa “Grandes valores del tango”, entonces conducido por Juan Carlos Thorry y luego por Silvio Soldán. Sus giras por Latinoamérica probaron que era algo más que un fenómeno local o pasajero. En Estados Unidos le ofrecieron un contrato digno de una estrella, contrato que rechazó porque consideraba que su lugar era la Argentina. Y cuando todo parecía transitar por el mejor de los mundos, cuando el futuro se le abría ancho y hospitalario, el cáncer le tendió una celada y murió cuando aún no había cumplido treinta años.
Rosanna Inés Falasca, conocida en su casa como Chany, fue la tercera hija del matrimonio integrado por Ado Falasca y Filomena Paula Theler. Los Falasca son una familia arraigada en la localidad santafesina de Humboldt. Hace unos años, indagando sobre el origen del chamamé “Merceditas”, entrevisté a Mercedes Strickler, la musa inspiradora del tema y me dijo que a Sixto Ramón Ríos lo conoció un sábado a la noche de 1939 durante un baile que se realizaba en el salón del almacén de Falasca, seguramente el padre o el abuelo de Rosanna. Me pareció una coincidencia sugestiva.
Fue con motivo de esa entrevista en Humboldt, que me dijeron que hacía unos meses habían trasladado los restos de Chany desde la Chacarita al cementerio del pueblo. También fue en esa ocasión que me pusieron al tanto sobre la familia Falasca y su pasión por la música. Se dice que Rosanna empezó a cantar desde muy niña y que el “ojo clínico” de su padre pronto advirtió el talento de su hija. Las primeras actuaciones las hizo con su hermano, con quien constituyeron el dúo “Adito y Chany”. Se dice que el debut se produjo en Estación Clucellas. Pronto llegaron otras invitaciones. Los chicos cantaron en Rafaela, Esperanza, Nuevo Torino y en algún momento los presentaron en el Canal 13 de Santa Fe y en la emisora de LT9. El tango todavía estaba lejos o, mejor dicho, la esperaba a la vuelta del camino. Una presentación en Córdoba la habilita para actuar en el festival de Río Ceballos, donde cautiva al público con su gracia y su repertorio de canciones italianas.
Cuando hay talento y calidad artística, el destino siempre concerta la cita. Esta vez el “milagro” ocurrió en Rafaela, cuando el productor Julio De Martino le propone al padre que su hija conquiste los escenarios de Buenos Aires. Y así fue. Tenía dieciséis años y actuaba en el Café Concert Cabo 710 de San Telmo. Para esa época se presenta en el concurso de “Grandes valores del tango”. En su repertorio hay canciones juveniles, viejas canzonetas italianas y solamente dos tangos. Rosanna elegirá para la ocasión el tango “Madreselva”, de Luis César Amadori con música de Francisco Canaro. Alcanza y sobra. Gana de punta a punta en la primera ronda. El impacto de su voz y su presencia fueron tan avasalladores que los empresarios no esperaron el resultado final del concurso y la contrataron como artista exclusiva. Pronto la gran platea nacional disfrutará del placer de oír la voz suave y modulada de una jovencita que suma a su talento musical los atributos de la belleza y la simpatía.
Rosanna intuye o presiente que todo lo tiene que hacer rápido y bien porque no dispone de mucho tiempo. En 1971 graba para el sello Diapasón acompañada de la orquesta de Luis Stazo. Allí incluye temas como “Amor de verano” y “Bajo mi piel” del propio Stazo. También están en esa placa el vals “Dos corazones”, con letra de Ivo Pelay y música de Canaro, y el tema de José María Contussi y música de Charlo, “Sin lágrimas”. Como obsequio para los oyentes incorpora en este álbum el gran hits de entonces: “Balada para un loco”.
Ese mismo año, es decir, 1971, graba con Lito Escarso tangos más clásicos. Y lo hace muy bien. Y el que no lo crea que la escuche de nuevo acompañado de un café bien cargado o alguna otra bebida más estimulante. En esta segunda edición están temas como “Rondando tu esquina”, “Madreselva” o “Más solo que nunca”.
Tres películas que la cuentan a ella como protagonista merecen destacarse. “Arriba juventud”, “Siempre fuimos compañeros”, filmada en Mar del Plata, dirigida por Fernando Siro y la participación estelar de Donald y finalmente la película “Te necesito tanto amor”, dirigida por Julio Saraceni y la actuación de Elio Roca. Seamos sinceros, se trata de películas pasatistas que no van a quedar consagradas por la historia del cine. Si algún valor poseen, no es cinematográfico, sino musical, a través de la presencia de ella, es decir, de Rosanna Falasca.
En 1975 graba para el sello Odeón acompañada, nada más y nada menos, que de la orquesta de Raúl Garello. Allí se lanza con tangos de hacha y tiza como son “El último organito”, “Pero yo sé”, “La última curda” y “Nostalgias”. Finalmente, en 1982, como a modo de despedida, graba para el sello Polydor acompañada por la orquestas de Pedro Tripodi, temas como “Sur”, “El pañuelito”, “Bien criolla y bien porteña” y “La cumparsita”
En 1978 participa de lo que se presentó como “La cruzada joven del tango”. La acompañan en este emprendimiento llamado al fracaso María Graña y Rubén Juárez. No va a ser éste el primer intento de conectar al tango con los jóvenes. Tampoco será el último, aunque, me atrevo a afirmar que en todos los casos, todos estarán llamados a fracasar ¿Por qué? Porque el tango puede gustarle a algunos jóvenes, pero no es cosa de jóvenes. Sus temas, su paisaje, sus mitos y leyendas, convocan a personas mayores o personajes que han vivido experiencias intensas, por lo que insistir en reconciliar al tango con los jóvenes podrá ser un buen negocio para algunos, pero en lo fundamental, es tiempo perdido.
Pero a la “Bella niña del tango” se le declara un cáncer en el útero. El rumor crece y ella lo sale a desmentir. Sus admiradores que la respetaban y la amaban, respiran aliviados. Sigue actuando en la “Botica del ángel”, pero los estragos de la enfermedad se notan, aunque su sonrisa sigue siendo un rayo de luz en el escenario. Los últimos días los pasará en una quinta de don Torcuato. Rosanna Falsaca murió el 20 de febrero de 1983.
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