El libro de ediciones Fabro retrata las diferentes facetas de un artista masivo como Guarany (nacido en Santa Fe en 1925 y bautizado como Eraclio Rodríguez), aunque la condición declarada de Stahli de “fanático” de su “ídolo eterno”, no le facilita a ratos la distancia que necesita todo biógrafo para tratar a su personaje por fuera del mito.
Así y todo, el libro resulta de interés en base a las entrevistas con el autor de “Puerto de Santa Cruz”, “Si se calla el cantor” y “Cuando ya nadie te nombre”, entre muchos temas populares, y las numerosas anécdotas de sus allegados sobre un hombre que, nacido en la pobreza, debió lidiar con numerosas dificultades antes de consagrarse.
Sobre la trayectoria de Guarany dialogó Télam con el músico y escritor
- ¿Qué agrega este libro a la autobiografía "Memorias del cantor"?
- Aquella autobiografía de Horacio era más bien un relato basado en lo anecdótico, sin demasiada precisión temporal. En cambio este trabajo aborda su personalidad no solo desde sus propios relatos, sino también a partir de testimonios de personas que han sido o son allegados a él. Por otra parte, traté de precisar detalles, fechas, nombres, lugares que hasta el momento eran inciertos o desconocidos.
- ¿Cómo definirías a esta personalidad pujante de nuestro folklore, creador de muchos temas que van del amor a lo social?
- Guarany es la libertad personificada. Un ser que vive como piensa, y actúa en la vida en consecuencia con sus ideas. Se expresa sin cumplidos ni vueltas, dice y hace lo que siente sin pensarlo. Esta forma de ser le ha jugado en contra en varias oportunidades, pero no se arrepiente. Con Yupanqui tuvo varios cruces, sin embargo el propio Atahualpa lo describió en dos palabras “es auténtico” y eso lo define.
- Usted cuenta que vivió una infancia humilde y tuvo muchos oficios antes de comenzar con su carrera en bodegones de La Boca...
- Tantos oficios que parecen varias vidas metidas en una sola. A los 17 años, llegado de la isla de Alto Verde de Santa Fe, vivía en un conventillo en La Boca y buscaba changuitas; fue lavacopas, mozo de bar, cobrador de una empresa teatral, y siempre soñando con cantar. Así, se requintaba con pinta gardeliana (Gardel es su ídolo) y canturreaba en los bodegones; cuando bajaba del tablado la vitrolera, subía él y entonaba tangos, valses, rumbas, lo que le pidieran.
- ¿En qué momento hace contacto fuerte con su público, ¿los 60?
- Sí, en esa década. En 1961 tiene un despegue muy fuerte con la creación del festival de Cosquín, y en el 64 musicaliza los versos del “Martín Fierro, lo que para él es su mayor obra ; cuatro años después tuvo un pico de éxito al grabar tres LP y varios discos simples; en uno de ellos interpreta la obra del payador Martín Castro.
- ¿Podría decirse que él fue el creador del festival de Cosquín?
- Digamos que fue el creador tácito. El organizador oficial fue un hombre un tanto ajeno al folklore -se dedicaba al negocio inmobiliario- que le pasó ese encargo. Guarany entusiasmado le brindó mil sugerencias; muchas de ellas se llevaron a cabo. Siempre mantuvo un vínculo muy especial con Cosquín, un festival que se lo debemos a los grandes artistas que lo apoyaron cuando no era nada.
- No hay dudas de que mucha gente vio a Guarany a través de la idea de denuncia social y solidaridad que irradia su repertorio.
- Horacio entendió a la canción popular como un arma a través de la cual poder decir, denunciar, contar, lo que otras voces no podían. Se inició en la música con Herminio Giménez y José Asunción Flores, músicos paraguayos exiliados en Argentina, quienes lo acercaron al Partido Comunista. Horacio colaboró durante 40 años con numerosas causas, a veces pasando desapercibido por propia voluntad.
- Hablemos del tiempo de exilio, el dolor de estar lejos de su patria.
- El exilio fue para Horacio una aberración. Sufrió un despojo total de su tierra, de su gente. Lo canalizó al inicio escribiendo canciones que documentaban esos días de nostalgia. Estuvo en Venezuela unos días, en México un par de meses y casi 4 años en España, en Madrid y en un pueblito de Santander. Hospedaba en su casa a otros exiliados que llegaban; junto al actor Héctor Alterio trataban de conseguirles casa y trabajo, para lo cual armaron una red solidaria. Volvió a Argentina en diciembre del 78 y le pusieron una bomba; hasta el retorno de la democracia se dedicó a actuar en pueblitos.
- ¿Hay una distancia ideológica entre el artista que le dedicó un tema al sindicalista Agustín Tosco y el que dijo “Menen fue “el mejor presidente de los argentinos” y apoyó las leyes del indulto?
– Sí, hay una distancia abismal. Pero todo eso convive en Guarany. Él separa la ideología política de los valores, y sus valores esenciales no cambiaron nunca: honradez, honestidad, vergüenza. Pero en la política no se fija. Fue amigo de Cámpora, de Alfonsín, de Duhalde, de Menem. Quizás no supo diferenciar entre esa “amistad de asados” y lo referente a apoyar una política, o no supo diferenciarlo a tiempo. En la pared de su casa hay fotos con Osvaldo Pugliese, Pepe Mujica y mucha otra gente. Yo creo que Horacio ha rescatado de cada una de esas personas ciertos valores que trascienden sus ideologías políticas.
- Cómo explica el magnetismo que suscitan sus presentaciones?
- Siempre se brindó como artista tal cual es y por su personalidad generó grandes antinomias: amor u odio. Él dice no tener seguidores de término medio, lo aman o lo detestan. Hace 30 años que lo critican: que desafina, que ya no canta, etcétera, pero hoy día con 70 de trayectoria, aparece en el escenario con su poncho levantando los brazos y vibra el lugar. Hay gente que llora.
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