miércoles, 22 de febrero de 2012

ALBERTO ECHAGUE POR RICARDO GARCIA BLAYA

Mi relación con Alberto Echagüe es muy especial porque fui entrañable amigo de su hijo Osvaldo, lamentablemente fallecido muy joven.
No puedo ser imparcial, porque tuve la suerte de escucharlo con el mejor de los testigos, quien me relataba historias que eran verdaderas imágenes de un chico hacia su padre artista.
Se mezclaban los resentimientos de las largas ausencias, la incomprensión de un ambiente tanguero que se iba degradando con el paso del tiempo y que nada tenía que ver con su circunstancia y su educación. Hasta tal punto que Osvaldo hizo su vida alejado del padre y con una visión crítica, hasta vergonzosa de él.
Pero ocurrió algo muy curioso a partir de la muerte del cantor. La actitud distante se convirtió en una profunda reivindicación que lo llevó a comprender y revalorizar con orgullo el valor humano y artístico de su padre.
Juntos, aprendí a conocer sobre la popularidad que tuvo este artista en los años cuarenta, pero lo más importante fue valorar las "perlas" de su repertorio, haciendo míos los dos tangos preferidos de Osvaldo: "Indiferencia" y "Este carnaval".
Es verdad, Echagüe no fue técnicamente un gran cantor y más si lo comparamos con la excelencia vocal que abundaba en la década del cuarenta. Pero reconozcamos que cuando se lo permitía el vértigo deD'Arienzo, afloraba una voz sensible, por momentos dramática, que sabía contar eficazmente el relato de la letra.
Fue el cantor más importante de la orquesta, el más taquillero, pero además, un caballero, un hombre de bien al que nunca la fama lo mareó y que, pese a los avatares de su carrera artística, supo formar una familia y ganarse el cariño de todos los que lo conocieron.
No puedo evitar encontrarle algo familiar con Ángel Vargas. No se si el estilo canyengue, o el fraseo reo, o el registro, pero algo tienen, más allá del hecho de que ambos cantaran para Ángel D'Agostino. Pero lo cierto es, que la carrera de uno y otro estuvo signada por la calidad y repertorio de dos orquestas muy diferentes, donde evidentemente, Echagüe no resultó beneficiado.
Comienza cantando desde muy chico en la ciudad de Rosario (la ciudad más importante de la provincia de Santa Fe, distante 300 km de Buenos Aires).
En los primeros años de la década del treinta se muda a Buenos Aires y debuta en Radio Stentor con su nombre artístico Alberto Echagüe.
En el año 1932 es cantor de la orquesta de Ángel D'Agostino, actuando en el cabaret Casanova y en el teatro París. Es el propio D'Agostino quien le presenta a Juan D'Arienzo, que lo invita a Radio El Mundo a escuchar su orquesta. Allí se produce la chispa que enciende uno de los binomios más populares del cuarenta: D'Arienzo-Echagüe.
Cuenta Gutiérrez Miglio, en su libro “El tango y sus intérpretes” volumen 1, que en esa ocasión cuando «llega el momento y la orquesta irrumpe con el tango "Madre", Alberto Echagüe le hace una seña a D'Arienzo ofreciéndose para cantar el estribillo. El maestro, con la cabeza, contesta afirmativamente y Echagüe canta. Al rato llega el director artístico de la radio y pregunta quién cantó. D'Arienzo le contesta y el director le dice: “Ese es el cantor de tu orquesta”.»
Actúan en el cabaret Chantecler, en Radio El Mundo y en un sinnúmero de bailes y clubes. El suceso es impresionante, dejando en el disco 27 temas, comenzando por "Indiferencia", el 4 de enero de 1938, hermoso tango de Juan Carlos Thorry y Rodolfo Biagi, finalizando esta etapa el 22 de diciembre de 1939 con "Trago amargo" (de Rafael Iriarte y Julio Navarrine).
Tentado por el pianista Juan Polito, Echagüe se aleja de la orquesta y continua su labor con este, actuando en la clásica confitería Richmond, además de bailes y actuaciones en clubs y teatros de barrio.
La relación del cantor con “El Rey del compás” tuvo varias etapas, que se prolongan hasta el año 1975. La segunda de ellas comienza en 1944 y va hasta 1957, es la más prolongada, y también la más exitosa. La orquesta es una tromba y el cantor no le va en zaga. La calidad de los temas es muy dispar y el repertorio apuntaba al éxito comercial y no al logro artístico.
No obstante lo expresado algunos temas son antológicos: "Este carnaval" (de Luis y Miguel Caruso), "Paciencia" (de D'Arienzo yFrancisco Gorrindo) y la singular versión de "Esta noche me emborracho" (de Enrique Santos Discepolo) son pruebas de esta aseveración.
El otro cantor de la orquesta era Armando Laborde que, por su estilo y características vocales era un ideal complemento al trabajo de Echagüe. Tanto es así que en el año 1957 ambos se separan de la orquesta y forman la propia con la dirección del bandoneonista Alberto Di Paulo. Graban para el sello Odeón "Soy varón" y "Nosotros", y para el sello Philips "La refinada" (milonga) y "Carloncho".
Tres años más tarde, en 1960, ingresa a la orquesta de Juan Sánchez Gorio y actúa en Radio El Mundo, grabando dos temas.
Ya nuestro cantor era un solista consagrado, dedicado a amenizar bailes y a actuar en radio y televisión.
En 1968 comienza la tercera y última etapa con el maestro D'Arienzo, viaja a Japón y obtiene un extraordinario éxito. Lo curioso de la anécdota es que la orquesta viaja sola, sin su director que era fóbico a los aviones.
Los tiempos habían cambiado, el deterioro artístico era evidente, pero los fanáticos seguían fieles al ritmo y a la voz del famoso rubro. De esta época rescato el tango "Mala suerte" (de Francisco Lomuto yFrancisco Gorrindo) grabado el 11 de diciembre de 1974, y "Vamos Topo todavía", dedicado al jockey uruguayo Vilmar Sanguinetti, del 31 de enero de 1975, es decir un año antes del fallecimiento de D'Arienzo y la última del binomio.
Alberto Echagüe fue un viajero incansable, recorrió toda América y Estados Unidos, donde estuvo en cinco oportunidades.
Es autor de los tangos "Gladiolo", "Tus cartas cómo tardan" y "La tango", todos ellos con música de Carlos Lázzari; "Alias Orquídea", con el productor televisivo Alfredo Gago y "Porque tú me lo pides", conEnrique Alessio.
Esta semblanza hecha con la ternura y emoción de los recuerdos más lindos, intenta ser el homenaje póstumo al padre de mi querido amigo Osvaldo Rodríguez, a quien nunca le voy a perdonar que se haya ido.

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