1. Introducción.
El historiador Will Durant nos enseña en su muy extensa obra que en todas las civilizaciones los poetas populares y también los poetas “cultos” destinaron sus poemas a los caudillos políticos; en el Extremo Oriente, en Grecia, en Roma. Igualmente, en las sucesivas culturas, en las distintas edades; en la civilización china, en la musulmana, en la judía y en la cristiana.
Estaba presente, por un lado, el sentimiento y la afectividad –cuando no las creencias- del creador literario, pero en ocasiones se ponía de manifiesto el utilitarismo del poeta, o la vanidad del gobernante, quien en su afán excesivo de ser alabado y admirado pagaba muy bien las alabanzas poéticas.
Estas podían estar acompañadas por música o no igual que en nuestro tiempo, tal como sucede con las canciones populares contemporáneas. Inclusive, como sucedía en Grecia antigua, se realizaban reuniones en las que se escuchaban las letras cantadas.
En el tomo correspondiente a la vida de Grecia, anota Durant:
“De todo lo griego no hay cosa que nos parezca
más extraña que la música; y ello no obstante,
la música moderna (hasta su vuelta a lo afri-
cano y oriental) se derivó de las canciones y
danzas medievales, las cuales procedían en par-
te de Grecia”.
En la edad media una forma incipiente de comunicación social era la noticia cantada, relacionada con personas, hechos o circunstancias del pequeño pueblo o la pequeña ciudad; la misma característica tienen las canciones populares argentinas.
Es decir, recorriendo la historia de la humanidad, en cierto aspecto de la vida humana, pareciera que están ausentes las revoluciones y que los cambios responden a una lenta evolución; y que en otro de sus lados se suceden vertiginosamente, como en los casos de las llamadas “explosiones”, demográfica, tecnológica, etc.
Estas manifestaciones culturales se trasladaron al nuevo mundo. Se hacen notar durante la colonización y, cuando brota el espíritu de libertad con la poesía gauchesco-popular y con la poesía “cultista”, con las canciones y las payadas.
Si es que el Radicalismo hunde sus raíces en las entrañas de la nacionalidad y es la continuidad de la corriente histórica de Mayo, tomaré el momento inmediato anterior al día en que nace el Partido, formalmente, el 26 de junio de 1891.
Pero antes señalaré una particularidad relacionada con el tema. Se trata de que con el transcurso del tiempo se fue perdiendo en las zonas urbanas, en las grandes ciudades y en las megalópolis, el entusiasmo de versear para exaltar la grandeza de los hombres públicos, un poco por la pérdida de la majestad de la política, comprobada antes por la acción de hombres como Leandro N. Alem, Hipólito Yrigoyen o Ricardo Balbín, de cada uno de los que, podríamos decir, lo que escribió Almafuerte:
“Porque nadie trenzó las ideas
con mayor solidez y más gracia,
que la gracia de flor con que naces
y van, por sí mismas, tramando su trama;
porque toda labor que perdure
y al rodar de los siglos no caiga,
la sacaron así, paulatinas,
las musas ambientes del fondo de un alma”
(Almafuerte, “La Inmortal”).
Pues, sí, ya en nuestras ciudades no se canta a los caudillos, en la Argentina. Distinto es en el interior de la República. Tomás García Giménez lo hace en Tucumán, pero con una temática que memora comportamientos contrapuestos, como quien anhela la grandiosidad ausente en la conducta del hombre público:
“Pegarse un tiro como sucediera
Del Palomar en su famoso caso?
¡Qué locura! … ¡Si ahora hay quitamanchas
Para limpiar los nombres y las manos!”.
Jorge Castañeda, en Río Negro, en “La Madre de su Patria” escribe:
“No pudo ser capitana
pero le sobró coraje
a la madre de la patria
María Remedios Valle”.
Y, en Entre Ríos, el folclorista Américo García, “El Chasqui”, con quien compartí tres canciones, recordó a Pancho Ramirez, en “Montielero Monte Adentro”:
“Es mi Entre Ríos
la federal
la de don Pancho
que canta y baila
mi litoral”.
Me pareció necesario una introducción para expresar todo esto, que apunta a mostrar algo de la historia total y asimismo la casi desaparición de la poesía política en las ciudades y el vigente fervor nacionalista en el interior de la República, con más propiedad, en las zonas despobladas de nuestra Argentina, para luego ocuparnos de la génesis y de la evolución de la U.C.R., en el derrotero de la historia y la poesía popular.
Más todavía, hoy la temática ha cambiado. Ya no se canta al caudillo pero se exaltan otras manifestaciones de la vida política. Lo hacen también los que, en el exterior del país, están ligados a él sentimentalmente. Acabo de recibir de mi amiga madrileña Francisca Villalba Merino la letra del tango de Carlos Cano dedicada a las Madres de Mayo, en España:
“Todos los jueves del año
a las 11 de la mañana
junto a la plaza de Mayo
con lluvia, frío o calor,
te esperaré vida mía
frente a la Casa Rosada,
la espina de tu mirada
clavada en mi corazón.
Me dicen que no te fuiste, mi bien,
que te desaparecieron
que te vieron en la cuneta
cantando el yiro de Carlos Gardel,
que de pronto te esfumaste,
que te borraron del mapa,
que ni siquiera naciste,
que medio loca mamá te inventó.
Con Malvinas o sin Malvinas
grito tu nombre por las esquinas,
mientras que los Generales
se dan al tango por los portales”…
2. La Argentina finisecular y el siglo nuevo
Por ese tiempo, el estado de crisis generó nuevas formas de pensamiento y acción, que habrían de cristalizarse en el Radicalismo. En 1874, el 12 de octubre, a los 36 años de edad, asume la presidencia de la República Nicolás Avellaneda, apoyado por Alsina y con la cuña de los “rumbeadores”, que eran los 10 gobiernos del interior que auspiciaron su candidatura.
“Rumbeador”, en la Argentina, indica buen instinto para encontrar el rumbo conveniente; escribió José Hernández, en “Martín Fierro”:
“Y hasta en las sombras, de fijo
Que adonde quiera rumbeo”.
Fortalece así una línea histórica, con ingredientes de Mayo, federalista, nacional, diversa de la corriente extranjerizante representada por el mitrismo, que fortaleció el fraude y que inauguró la compra de votos en la Argentina.
Hay que señalar la presencia de Adolfo Alsina en el escenario, porque pertenece al tronco federal y es de hechura populista, proclive a las libertades electorales y que deja su impronta en el joven Alem.
No pocas veces el predicamento de estos caudillos se refleja en la poesía, en las letras o letrillas populares, expresadas por cantores guitarreros, en los suburbios de Buenos Aires, allí donde el paisano dejó el caballo y un poco de pilchaje, pero nunca la guitarra. De algún modo esto fue la transformación del payador en milonguero, es decir ´tocador de milongas´:
“Me juego pellejo y nombre
por el amor de mi china.
Me juego pellejo y nombre
por el amor de mi china.
Y en el fondo hay otro amor,
que se llama Adolfo Alsina”.
Quiero decir: como consecuencia de la traslación o emigración de la gente del campo a la ciudad, arrastraron también estas corrientes de migración interna a los payadores. Estos sufrieron una transformación en la ciudad; algunos siguieron con la payada y otros pocos evolucionaron hacia la milonga y tanto las payadas como las milongas cantaron a los caudillos urbanos:
“Tiempo de yunque de Alsina,
del coraje y del cuchillo
que se mostraron con brillo.
¡Gesta brava y Argentina!”
Porque si bien el paisano dejó el pingo en las afueras y entró de a pie, y a poco andar mudó un poco el pilchaje, no abandonó el cuchillo, que todavía podía servirle para alguna faena, el duelo o el entrevero. Pues, asimismo, la democracia política se fue forjando en los entreveros electorales:
“Histórica Balvanera,
de luchas electorales;
los atrios de sus iglesias
vieron batallas campales”.
Se ha dicho que las energías de Alsina sólo pudieron extinguirse con la muerte. Sin embargo, estos caudillos, como los rayos del sol, pueden morir y volver a levantarse, en el tiempo, cuando otros toman sus banderas. Alsina es el autonomista, el federalista, pero el autonomismo no fue una corriente local de la provincia de Buenos Aires solamente, pues se extendió al país.
Años después, el gobierno de Juárez Celman se entrega al despilfarro alborotador, al abandono de las pocas expresiones de virtudes republicanas subsistentes; fomenta la especulación, el juego, la empleomanía, el gasto ostentoso, y disuelve los basamentos de una vida digna, austera y decorosa. Elimina los restos de “autonomías” provinciales. Abusa del poder, como sus predecesores Mitre, Sarmiento y Roca. Y así y todo, no es tan repudiado como Mitre por algunos sectores populares. Los puros y sanos de la política finisecular argentina son Alem, Yrigoyen, de la Torre y otros, que acompañaron la gesta cívica. Pero Juárez Celman, además, fomenta la adulonería y el servilismo, impone candidaturas, somete a gobernadores y, en síntesis, da renovadas pruebas de un tipo de comportamiento político argentino. Había escrito Hernández:
“De los males que sufrimos
hablan mucho los puebleros,
pero hacen como el tero
para esconder sus niditos:
en un lao pegan los gritos
y en otros tienen los güevos.
Y se hacen los que no aciertan
a dar con la coyuntura
mientras al gaucho lo apura
con rigor la autoridá,
ellos a la enfermedá
le están errando la cura”.
Había de ser la U.C.R. la corriente política iniciadora de la restauración de la República. Habría de nacer intransigente, frente al unicato, que se transformó en uñicato, con el humor popular y en sentido figurado.
Con el país en quiebra económica y moral, crece la oposición y el 13 de abril de 1890 se realiza en el Frontón Buenos Aires un acto con gran multitud, en el que se declara el movimiento de un nuevo partido político, la Unión Cívica, bajo la presidencia de Alem (tiempo después la tanguidad incipiente no habría de olvidar este nombre, Unión Cívica, título de un tango).
Se agita en el aire la certeza de un levantamiento armado. No estaban preparadas todavía las boinas blancas, pero más adelante los versos y cantos de José Luis Bettinotti captan los momentos previos a la Revolución, las intenciones de la Unión Cívica y el predicamento de su jefe indiscutido:
“Restalle en el diapasón
de todo criollo instrumento
el preludio que es lamento
y es blasfemia y es canción;
reviente del corazón
a un tiempo el odio y el bien
en confundido vaivén
vibre en bélica elegía
el verso de Echeverría
y el rayo de Leandro Alem”.
El movimiento se inicia el 26 de julio, con la ocupación del Parque de Artillería por fuerzas cívico-militares. El frío de la mañana sobre las cabezas descubiertas de los civiles comandados por Alem, hace que se adquirieran gran cantidad de boinas blancas en un local comercial ubicado en las cercanías del Parque; según otra versión el local comercial habría sido asaltado por los revolucionarios. Esos versos del payador Bettinotti fueron incorporados a un arreglo musical, como milonga, con el título “Boina Blanca”, por Sebastián Piana, y adaptados a esta estructura musical por Homero Manzi este último fundador de FORJA (Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina), en 1935. La divisa que distingue al movimiento revolucionario es tricolor: blanco, verde y rosa.
Una intensa lucha de tres días precede a la rendición de los rebeldes. Fracasó la revolución, en el hecho armado, pero triunfó al fin de provocar la renuncia de Juárez Celman a comienzos de agosto. El senador Pizarro dijo en el Senado Nacional:
“La Revolución está vencida, pero el gobierno está muerto".
El 6 de agosto de 1890 asume el vice-presidente Carlos Pellegrini, el motejado “piloto de tormentas”. En 1891 la Unión Cívica proclama la fórmula Mitre-Bernardo de Irigoyen, no sin antes haber señalado Hipólito Yrigoyen que las candidaturas es cuestión de todo el país y no de un grupo. Empero, Mitre, Roca y Pellegrini acuerdan remplazar a don Bernardo por José Evaristo Uriburu, lo que provoca la división del partido Unión Cívica: en la Unión Cívica Nacional se juntan los pellegrinistas, roquistas y mitristas; y en la U.C.R. los enemigos del contubernio, que postulan la fórmula Bernardo de Irigoyen-Juan M. Garro. De tal suerte se va formando el caudal ético e ideológico del partido secular. El raigón estaba echado. La Unión Cívica Radical nace el 26 de junio de 1891, y el 14 de agosto de 1891 se constituye el primer Comité de la U.C.R. de la provincia de Buenos Aires, presidido por Hipólito Yrigoyen. Su Carta Orgánica prescribió:
“Exclusión de todo acuerdo o transacción que
pueda impedir en el presente o en el futuro
la íntegra aplicación de los principios que
forman el programa”.
Pero la fórmula de la Unión Cívica Nacional se disuelve y Pellegrini funda una fuerza política a la que se llamó “modernista y propone la fórmula Luis Sáens Peña y José Evaristo Uriburu. Se declara el estado de sitio y Alem, Bernardo de Irigoyen y otros son encarcelados, luego de haber recorrido el país y recibido el apoyo de vastos contingentes de ciudadanos. En abril de 1892 triunfa el oficialismo, pero las resonancias del canto popular alcanzaban hasta los ámbitos recónditos de la gran ciudad, exaltándolo a Alem. José Luis Bettinotti tendría el recuerdo de muchacho de estos momentos y al consagrarse payador solo con 20 abriles cantó para siempre:
“Quizás el pueblo, mañana,
por un agradecimiento,
te levante un monumento
en prueba de gratitud;
que si esto (así) sucediera,
para cualquier argentino
será el ejemplo prístino
de democracia y virtud”.
Es claro que a poco andar el partido ya había nacido como radical, intransigente, federalista, nacionalista y democrático. Son los rasgos fundacionales.
17 de noviembre de 1892. La Convención Nacional de la U.C.R. aprueba su Carta Orgánica y el nombre del Partido: UNION CIVICA RADICAL. El espíritu revolucionario recorre todos los rincones. El gobierno afronta varias crisis, una de ellas se relaciona con el gabinete. Los cívico-radicales reafirman la conveniencia de un comicio libre. Otra vez los versos milongueros alcanzan a los oídos de los ciudadanos:
“Corra pues el pueblo entero
a la nueva evolución,
en la tribuna la acción,
la urna y el entrevero”.
Leandro interviene en la preparación de un movimiento revolucionario que debió estallar en 1892, pero se abortó. Pero el 30 de julio de 1893 tiene lugar la revolución civil armada bajo la dirección de Hipólito. Es la revolución de la U.C.R. de la provincia de Buenos Aires, para más señas, que detona en 80 de los 82 partidos de esta provincia y que
“se ajustará a la nobleza de sus propósitos…
Antes de conseguir el triunfo por otros senderos
que los que señalan sus principios, preferirá
caer vencida al amparo de la virtud,
del patriotismo y del honor”.
Gobierna el Régimen. Al comenzar el año 1896 muere Aristóbulo del Valle. El 1° de julio muere Alem. Se quita la vida al salir de su casa, dentro de un carruaje y cae en manos de sus amigos. Debe suponerse que hacía un mes había postergado su decisión fatal, pues el mes aparece corregido en una de las cartas que deja. La misiva a su hijo Leandro desgarra el corazón:
“Sigue mi ejemplo, pues, y recuerda siempre mis ac-
tos. Será el mejor homenaje que puedas rendir a
mi memoria. Te bendigo y te doy un beso en la fre-
te para que te conserves puro. Esa es tu herencia…”
Y, en el testamento político, el mensaje para la posteridad partidaria:
“Pertenece (La Unión Cívica Radical) principalmente
a las nuevas generaciones. Ellos le dieron origen
y ellos sabrán consumar la obra. ¡Deben consumarla!”.
Alem, más que política hizo docencia cívica e historia. Lo había cantado también el payador radical:
“Al ilustre ciudadano
de preclaro patriotismo
que, consagrado al civismo,
supo luchar por el bien.
Y que dejó vinculado
su nombre en honrosa historia
es digno de la memoria
el doctor Leandro Alem”.
Mientras tanto, Hipólito, el oculto, el silencioso, piensa en la nueva revolución. El radicalismo pasa al abstencionismo revolucionario. Sigue el gobierno del régimen. Pero sus poetas no le cantan nada. Desde los gobiernos provinciales de los rumbeadores nunca cantaron, ni lo “cultos” de la generación del 80. Escribieron poemas “cultistas”, se engancharon al oficialismo y pasaron a formar parte del coloniaje pedagógico. Así, en nuestro tiempo de estudiantes nos enseñaron las poesías de los poetas del Régimen que habían votado la ley negra de residencia. (1)
Yrigoyen continúa preparando la revolución, que se produce el 4 de febrero de 1905, sofocada por el gobierno. En 1904 había asumido la presidencia de la Nación Manuel Quintana. El país se va llenando de radicales. El sentimiento popular era reflejado por los payadores de la época, todos radicales, radicales de Alem y de Yrigoyen luego de la muerte de aquél: Gabino Ezeiza, Higinio Cazón, Pablo Vazquez y muchos otros.
El general Roca, cuando la revolución, se había escapado de Córdoba a Santiago del Estero, por temor a que lo apresaran los insurgentes, pues consideraba que ello sería desdoroso para la investidura de un general de la Nación. Entonces, una revista había publicado la siguiente letrilla:
“Pero no pensemos mal.
El hombre huyó velozmente,
más no como ex presidente,
sino como General…”.
Distinto es el motivo del ocultamiento de Yrigoyen. Primero lo hace para liquidar sus bienes y pagar los gastos de la revolución y devolver las sumas confiscadas en Mendoza y Córdoba y recién luego se presenta ante la justicia federal. Pero hasta ese momento la policía lo buscaba intensamente y no se había movido de Buenos Aires. Una revista caricaturiza al Jefe de Policía, que aparece buscando como Diógenes, con un farol, a “un hombre” y el poeta popular escribe:
“¡Con gran empeño verle pretendía
la Policía un día y otro día;
y del modo más triste ha fracasado,
pues al fin y a la postre ha resultado
que no lo puede ver la Policía!”.
Yrigoyen había hecho la revolución con su plata. No recibió subsidios, menos de la extranjería. Parte de la dignidad radical. Alem había sentenciado:
“Con patriotismo se puede salir con la frente alti-
va, con la estimación de los conciudadanos, con la
conciencia pura, limpia y tranquila, pero también
con los bolsillos livianos”.
Yrigoyen se empobreció con esta revolución. Además fue echado de las cátedras que tenía desde hacía 25 años. Pero cumplía el legado de Alem, como en el mensaje del payador Ambrosio Río:
“Batallen nuestras ideas
Tan firmes como la roca;
Es el legado de Alem
Que a la lucha nos convoca”.
O bien, como Gabino Ezeiza:
“Aquí está la muchedumbre,
lo ve, lo siente, lo escucha,
siempre con su eterna lucha,
siempre en su clara visión.
Vino, tronó su palabra,
muerto nos dejó su idea,
Alem: que tu nombre sea
el que salve a la Nación”.
Con intransigencia. Bien se ha dicho que el canto es la expresión de los movimientos que nacen y tienen arraigo en el pueblo. “Cielito de mi Bandera”, de Prudencio el Gaucho, decía:
“Sin mixturas yo he nacido
radical intransigente
y por radical reclamo:
¡Fidelidad de mi gente!”
Bettinotti había captado el pensamiento revolucionario bastante antes:
“porque por cualquier camino
que iniciemos el destino
de nuestra hermosa Nación,
es honrar la tradición
de un gran caudillo argentino”.
¡Sí! Alem sostuvo:
“La revolución es un recurso extremo y un derecho
supremo de los pueblos”.
Bettinotti se refería con su verseada, indistintamente, tanto al camino eleccionario como a la revolución:
“Corra pues el pueblo entero
a la nueva evolución,
en la tribuna, en la acción,
la urna y el entrevero”.
No es superfluo señalar una vez más que los payadores y cantores, como los poetas populares, eran componentes emocionales y sentimentales de la gesta. Lo habían sido desde el origen de la Nación. Igual que Bettinotti, Prudencio El Gaucho evocaba las revoluciones radicales:
“No me cambie el ciudadano,
que el radicalismo sienta,
por esa enseña famosa
que tremoló en el 90.
En Santa Fe y en Rosario,
el año 93,
Candioti me hizo triunfante
y me hizo gloriosa Alem”.
Meses antes de la revolución del 5, el 29 de julio de 1904, nacía Ricardo Balbín y fue como lo escribió Pedro B. Palacios, a quien él admiró y leyó permanentemente:
“Nací, como quien dice, otro modelo,
otra pauta, otras vías, otro polo;
por eso, como el sol, sin estar solo,
solo me figuré sobre mi cielo”. (2)
¿La revolución del 5 ha fracasado? La Unión Cívica Radical crece con el apoyo del pueblo: trabajadores, estudiantes, gentes del campo y de la ciudad, mujeres que comienzan a interesarse por los sucesos y a desplegar un sentimiento argentinista y radical, lo cual no es de extrañar porque al iniciarse el siglo la mujer comienza a realizar tareas en las fábricas y algunas de ellas se destacaron como dirigentes gremiales o como cabeza de movimientos espontáneos –como durante las “huelgas de inquilinos”, en las acciones en que debieron defenderse de la milicada con palos y escobas, dada la constante represión gubernamental. Algunas coplas irradian esta presencia de la mujer y, alguna de ellas, aunque procazmente, pretende sugerir la fortaleza o el carácter cuasi autoritario:
“Todas las mujeres tienen,
debajo del delantal,
un sargento bigotudo
del Partido Radical”.
Es que en la gesta argentinista, la presencia, por ejemplo, de Juana Azurduy nos hace pensar que junto al necesario arrojo del hombre argentino estuvieron nuestras mujeres. “Sacúdete el polvo que Dios quiere probarse de nuevo”, es el título de un libro de Raúl Touceda, donde leemos: “Así como hay hembras que se precian por su belleza, su sensualidad o su inteligencia, y abren salones o lucen en gineceos reales, las nuestras llevan ´cojones´ y mejor se las distingue por el carácter”. Pero cada mujer argentina se hace canción cuando se trata de los sentimientos que nacen de la amistad, la familia o el ideal. En aquel tiempo paría hijos radicales. Los radicales lo eran de nacimiento o de cuna, como se dice usualmente:
“Radical he nacido
y radical he de ser”, decía la canción.
El Radicalismo continúa con su actitud abstencionista y revolucionaria, lo que genera la reforma electoral con la que el pueblo llega al gobierno y su representante es Yrigoyen. Es el voto secreto, libre y obligatorio:
3. Y, en el nuevo tiempo…
“En el cuarto oscuro, vidalita,
no manda el patrón;
cada ciudadano, vidalitá,
tiene su opinión”.
Fue el 2 de abril de 1916. Yrigoyen asume el 12 de octubre de ese mismo año. Ese mismo día muere el payador radical Gabino Ezeiza. En el año 1915 había muerto otro gran payador radical, José Luis Bettinotti. Toda esa gente, como cantores y milongueros –que eran los tocadores de milonga- o los payasos como Frank Brown, que amenizan las jornadas en los campamentos revolucionarios radicales, alentaban –de un modo u otro- a quienes jugaban su vida por la causa de la libertad.
El gobierno de Yrigoyen realiza una extraordinaria política social y cumple con el mandato de la historia. Se agranda el país. Se fortalece la línea de Mayo y radical. Es un gobierno reparador. Afianza lo nacional, las corrientes genuinas de la historia, extrañas a la dependencia y al colonialismo político, económico cultural y pedagógico. (3)
Se repite el gobierno con Alvear (4) y nuevas elecciones nacionales en 1928. El cancionero proselitista informaba:
“Yrigoyen presidente
la Argentina te reclama
y el pueblo entero te llama
y no te puedes negar;
él necesita tu apoyo,
viejo raigón de quebracho,
plantado siempre a lo macho
en el campo nacional”.
Poco antes, Modesto Papavero había escrito la letra y la música del tango “¡Legisamo Solo!”, grabado por Gardel. A este tango tan popular se le cambió la letra y la carrera de caballos se convierte en una competencia política y el nombre del jockey más popular es remplazado por otro conductor en la política:
“Alzan las cintas, salen los pingos
del veintiocho la presidencial…”
a un lado Melo, alias ´Barolo´,
que ya anda ´colo´
por ver de triunfar”.
Y, asimismo:
“Yrigoyen solo!
Grita el obrero y el agricultor”.
Como lo recuerda Luna: “Sí. Yrigoyen avanzaba solo. Nadie se le podía oponer. Era una entelequia formidable, una fuerza elemental, una potencia desplazándose hacia el futuro por millones de voluntades. ¡Yrigoyen solo!” no más. Así que, después del comicio parecen otras canciones:
“Melo:
Dame un pañuelo
para llorar…”. (5)
Y a poco andar el Régimen se toma el desquite y se produce el golpe petrolero del 6 de septiembre de 1930, la reivindicación del fraude, la violencia y la entrega de la nación. Uriburu inaugura la sanción secreta, la pena de muerte, los cementerios N.N. y la teoría de la seguridad nacional. Ante el fraude de la década infame, de los gobiernos de la vacunocracia y el estatuto del coloniaje, hay grupo de radicales que intentan la revolución. Se producen varios levantamientos.
o flor, o envite seguro”.
así a cascadas,
“Batile a ña Regina d´Alvear con su briyo
si ella no sufre igual que madre e conventiyo…”
“… y el mesmo presidente de la Argentina, a veces,
envidia al atorrante que no come hace meses…”
“… Semos hermanos, viejo, lo dijo Cristo el rana;
y no hay vueltas que darle a la milonga humana…”