viernes, 25 de diciembre de 2015

Gaby "la voz sensual del tango" Con "Nostalgias" A La Costa Atlántica

La cantante de tangos, Gaby "la voz sensual del tango" vuelve a programar sus actuaciones de verano en la costa Atlántica; esta vez con el espectáculo “Nostalgias” junto al pianista marplatense Sergio Caballero e invitados especiales en cada ocasión como Valeria Alías, Silvina Fluchá y Edgardo Troiano, entre otros y  producción de José Valle. “Convocamos a Caballero, que me ha acompañado ya varias veces, e invitamos a varios artistas que fuimos conociendo con las actividades realizadas en diferentes ciudades del país; conjugar estilos y repertorio es productivo cuando los artistas hacen su trabajo responsablemente, por lo que tenemos muy buenas expectativas depositadas en este espectáculo que, como de costumbre, tendrá mucho tango y alguna colación de otros géneros”, explica Gaby.
Recién iniciado el 2016 la cantante se presentará el 03 de enero en el Bar El Argentino, reducto cultural que la recibe desde hace tres temporadas, ubicado en la esquina de Ayacucho y España. El 06 de enero ofrecerá su espectáculo en “Che Borges”, un pintoresco café de la ciudad de Necochea (Calle 61 2545) donde confluyen la gastronomía, el teatro, la música y la literatura. Seguidamente, retornando a Mar del Plata, Gaby se presentará en Ivo Café (Boulevard Marítimo 3027 e/ Güemes y Alvear) un lujoso rincón griego en plena rambla marplatense. Los días 08 y 10 de enero, Gaby actuará en la ciudad de Villa Gesell en el marco del 1° Festival Nacional de tango Itinerante Enrique Santos Discépolo dirigido por su productor y marido José Valle. El día 08 se presentará el libro “En el naipe del vivir” donde Gaby interpretará tangos relacionados con el turf y el box, en “La Casa de Antonia” (Calle 303 y Boulevard Norte) y el domingo 10 se realizará el espectáculo de cierre de las jornadas tangueras en la Casa de la Cultura de V. Gesell (Av. 3 N°874) donde se presentará con una selección de artistas locales: Gustavo Ríos, Patricio Pedernera, Juan Telmo Beatriz del Campo, la Escuela de Tango de Hugo Matrángelo, el Dúo Dalto-Uslé (bandoneón y guitarra) y Martha Gaeta.
El 12 de enero, la cantante retornará a su ciudad para el homenaje que cada enero le brinda el Ciclo “Bahía Blanca NO Olvida” al maestro Carlos Di Sarli en el busto que lo inmortaliza emplazado en la plaza Moisés Lebensohn de H. Yrigoyen y 12 de octubre.
“Este año decidimos concentrar las fechas en las primeras quincenas de cada mes para poder tomarnos algunos días de descanso. Aunque parezca que uno está de vacaciones por visitar lugares turísticos, lo cierto es que vamos a trabajar y necesitamos bajar el nivel de actividad para reiniciar las actividades anuales del 2016 que serán muy intensas –cuenta la morocha y agrega- encontrarse con un público que en su mayoría desconoce lo que uno hace es un gran desafío y una forma de medir la calidad de lo que presentamos”.
Las actividades artísticas de Gaby retornarán la primera quincena de enero en las mencionadas ciudades bonaerenses cerrando la actividad estival en la ciudad de Monte Hermoso donde se realizará el 3° Festival Nacional de Tango de Monte Hermoso del 19 al 21 de ese mes.

miércoles, 23 de diciembre de 2015

El adiós de Enrique Santos Discépolo

El 23 de diciembre de 1951 perdíamos a un gran artista.
Había nacido el 27 de marzo de 1901 en el barrio de Balvanera. Fue actor, director, dramaturgo, compositor y cineasta. Escribió tangos como Yira, yira, Malevaje, Cambalache, Cafetín de Buenos Aires y Desencanto, entre otros. Apoyó el gobierno de Juan Domingo Perón y fue amigo de Eva Duarte. En 1951 se involucró en la campaña electoral a favor del peronismo. Lo hizo desde su programa radial: ¿A mí me la vas a contar? En él, su personaje Mordisquito retrataba la sociedad de entonces y defendía con ironía y vehemencia lo que entendía como un enorme avance en el desarrollo político y social de la Argentina. Estas intervenciones le granjearon el odio y el desdén del sector social al que pertenecía. Murió distanciado de varios viejos amigos y criticado por sus pares, que le hicieron un vacío a raíz de su ideología. Tal situación le produjo una profunda depresión.
Su compañera Tania así lo recordaba en estas líneas, publicadas en el diarioLa Opinión Cultural el 17 de diciembre de 1972.
Por las madrugadas, cuando cierta nostalgia invade a los clientes de Cambalache, una whiskería donde se escuchan tangos, una mujer gastada pero sonriente se instala ante el micrófono y declama –literalmente-, las mejores letras de Enrique Santos Discépolo. Es Tania –Ana Luciano-, una española de edad incierta que vivió casi 25 años junto al mayor poeta de la canción popular porteña. Ella cantaba Esta noche me emborracho antes de conocer a Discepolín y aún hoy, a 21 años de la muerte de su esposo, sigue interpretando sus angustiados versos. La semana pasada, Tania narró ante Osvaldo Soriano, redactor de La Opinión, sus recuerdos de juventud, su relación con Discepolo, las anécdotas más reveladoras de la vida del autor de Uno. Tania dice: “Mi vida es la vida de Discépolo”. Así lo confirma su relato.
Mi carrera empezó a los ocho o nueve años, en Toledo, España. Como mi padre era militar, lo destinaron a Valencia. Allí se hacía mucho teatro filodramático. La gente, en vez de ser aficionada al juego a las carreras, se acercaba al teatro. Todo el mundo hacía obritas. Yo trabajaba siempre. Era una niña muy bonita, muy mona, con bucles muy graciosos. Pero ante todo, era una moza muy atrevida que sabía bailar, cantar y tocar las castañuelas.
Empecé a trabajar en una troupe de esas que estaban muy de moda entonces, en las que todo giraba alrededor de algunas figuras estelares y el resto eran números menores.
Vinimos a la Argentina en 1924 con la Troupe Ibérica. Yo tenía 17 años y, entre otros, venía Pablo Palitos. Antes habíamos ido a Francia al Marruecos español y al Marruecos francés. En el grupo había bailarines, acróbatas, cantantes, en fin, todas las atracciones. En esas giras yo viajaba con mi mamá, pero a la Argentina ya me vine casada con uno de los bailarines de la troupe.
Debutamos en el teatro Casino, que en ese entonces reunió las mejores atracciones del music-hall. Copamos todo el espectáculo porque la troupe era enorme y tuvimos gran éxito. Pasaron muchas cosas para que me quedara en la Argentina. Yo era apenas una muchacha muy mona, que cantaba y bailaba, pero nada más. No me sentía estrella; por el contrario, era una chica humilde que cantaba bulerías.
Me quise cambiar el nombre porque Tania sonaba muy a ruso, qué se yo. Hablé con el empresario y le dije que quería usar mi verdadero nombre –Ana Luciano-, que me gustaba más. Él me convenció de que Tania era mejor, porque la gente ya me conocía por el nombre.
La troupe empezó a disgregarse. Al empresario le convenía hacer grupos para poder trabajar simultáneamente en Rosario, Mendoza, Brasil. Nos costó mucho separarnos porque veníamos trabajando juntos desde España. Yo me fui a Brasil con mi marido y un grupo de compañeros. Resultó que allá no gustaba la canción española que yo hacía. Era un problema. Pero en el grupo iba un dúo de guitarras que tocaba folklore. Lo dirigía Mario Pardo y era lo que hoy los Hermanos Ávalos. Uno de ellos era el autor de Claveles Mendocinos. Estos muchachos me decían: “Vos cantás tangos en el camarín, ¿por qué no te largás en el espectáculo?”. Yo les contesté que no me animaba, pero insistieron: “Vos en España estrenaste el tango Fumando espero”. Tenía razón. El autor era español y allí se cantó mucho. Todas las grandes estrellas hacían Fumando espero. Salían con grandes boquillas echando humo y tenían mucho éxito.
Entonces, un día, en un festival de beneficio, canté ese tango. Se pasaban películas y después, para completar, se hacía número vivo. Gustó. Luego el grupo volvió a disgregarse. Mientras algunos se iban de gira por el interior del Brasil, yo me quedé con el dúo y con un par de bailarines que hacían piezas internacionales. Tuve que empezar a aprender otros tangos. Como todos los que saben poco empecé a aprender los más difíciles. Igual que esos guitarristas malos, que siempre tocan a De Falla. Aprendí A la luz de un candil, Sentencia, ese otro de “arrésteme sargento”, todo trágico porque yo me sentía mejor así. Ya conseguía más fuerza para interpretar, porque tenía diecinueve años. El empresario me ofreció quedarme tres meses. Pero sólo el dúo y unos acróbatas. Nos fuimos de gira a San Pablo, Río Grande, Pelotas y todas las ciudades importantes. En San Pablo me encontré con un empresario argentino, que se llamaba Argüelles.
Él nos había visto cuando actuamos en Buenos Aires y se acordó: “Yo te conozco, estuve con vos cuando llegaron de España”. Entonces me ofreció volver a Buenos Aires para cantar tangos. Se iba a inaugurar un cabaret, el Follies Berger, que era parecido al Chantecler y al Tabarís. Me dijo que pagaba los pasajes y me ofreció un contrato. Esto era en 1926. Yo no sé por qué quería que cantara tangos. No tenía estilo ni nada. Tal vez alentado por el éxito de Azucena Maizani, a quien yo admiraba mucho. Ella se vestía de gaucho, pero a mí me dijo que conservara mi vestuario, que era muy europeo. Tenía que salir de soirée.
En ese lugar había muchas mujeres contratadas, de manera que no era fácil escapar a los celos y las habladurías. Pero yo tenía algunas ventajas: primero, que estaba con mi marido, después, que nunca tuve pinta de vampiresa y todas empezaron a sentir ternura por mí, me protegían. Empecé a cantar tangos. Iba a verme gente importante: Razzano, Firpo, Fresedo, Canaro, todos iban a ver a la galleguita que cantaba tangos. También lo conocí a Gardel, pero nunca fui muy amiga de él, porque en la época que pude serlo ya se fue de gira al exterior. Pero el que más venía era Razzano, (que invitaba a otra gente). Un día Fresedo me ofreció grabar un tango con él.

Empecé a crecer. Pero a crecer como se hacía antes, ganando dos mil pesos por mes, no como ahora, que los artistas se hacen millonarios de la noche a la mañana. Grabé el tango con Fresedo. Otro día vino Firpo y me dijo: “Tania, ¿quiere cantar conmigo en el teatro Casino, en un gran espectáculo? Voy a llevar tres cantores. Mi orquesta nunca tuvo mujeres. Me gustaría que usted fuese la primera”. Fui a cantar estribillos, como se usaba entonces. Pero también seguí en elFollies Berger.
Un día, Razzano lo encontró a Enrique Santos Discépolo en el restaurante El Tropezón. Discepolín iba allí a cenar con los cerebros de la época y no tenía nada que ver con el cabaret, pero Razzano lo convenció para que fuera al teatro a ver a la “gallega que canta Esta noche me emborracho”. Ese tango lo había estrenado Azucena Maizani, no yo, como cree mucha gente.
Una noche fue a verme con un grupo de amigos. Al terminar el espectáculo, me lo presentaron. A mí me daba lo mismo Discépolo, Razzano, Fresedo, qué sé yo, en esa época estaba en otra onda. Yo iba al hipódromo, a las carreras, me importaba ver qué vestidos y qué alhajas me ponía, qué coche usaba. Pero esa noche, Discépolo me invitó a verlo actuar en un sainete que estaba haciendo con su hermano Armando. Yo no le di mucho corte, lo único que podía sacudirme entonces era un galán o algo así.
Me decían: “Este es el autor de Esta noche me emborracho, el hermano del gran dramaturgo Armando Discépolo”. A mí no me iba ni me venía. Sin embargo, él era un hombre que atrapaba a la gente por sus maneras, por su forma de ser. Recuerdo que me dijo como veinte veces “no se moleste por mí”. A mí me pareció una falta de educación irme, así que dejé que me invitara. Me dio un palco y lo fui a ver. Sí, me pareció buen actor. Entré a saludarlo y me invitó a cenar en El Tropezón. Creo que fui dos veces a charlar con él pero me aburrí mucho. Estaba rodeado de gente. Eran todos cráneos y yo no entendía nada de lo que hablaban. Un día me mandó una caja de marrons glacé. Eso me conmovió mucho, entonces fui yo quien lo invitó a tomar un té alRichmond, que era donde iba la gente de mundo de la época. “Cómo no”, me contestó. A mí me parecía un muchacho fino, elegante, distinto a la gente que conocía yo, que era muy rica pero con otro estilo.
Salimos uno y otro día. Creo que fui yo quien lo conquistó a él. Se fue dejando conquistar de a poco. En esos días yo me estaba separando de mi marido. Fue una cosa sin peleas, sin líos, hicimos una separación legal y él se fue a España. Creo que la aparición de Enrique precipitó todo. Mi vida empezó cuando lo conocí a Discépolo. Entonces nací.
Recuerdo que fui yo la que se declaró. Le dije: “¿Por qué no salimos? Yo tengo coche”. Él me contestó: “Yo no, yo soy pobre”. Tuve que decirle que yo tenía coche pero no era rica. Ahora me resulta absurdo; salíamos con mis amigas, todos juntos.
Paseábamos por Palermo. Yo era más atrevida o más audaz que él. Íbamos acá, allá, a cenar, todo fue tan lindo… Un día me dijo: “Encontré un departamento precioso”. Era un bulín frente a El Tropezón. Por entonces yo vivía en un piso en Uruguay casi Corrientes. El cambio para él fue un poco trágico. Para mí no tanto porque me quedaba sola en un piso, le había dicho chau a mi marido y quedaba libre. Pero para él era casi trágico, porque vivía con Armando, que era como un padre para él. También vivían allí otra hermana y el cuñado. Un día Enrique sacó un par de zapatillas y un pijama, otro día la máquina de escribir, otro día decide que no va a volver allí. Así que tuvieron unas discusiones momentáneas. Eso lo amargó bastante.
Lo primero que se llevó fue un armonium que usaba para dar serenatas con Filiberto, Riganelli y otros. En la casa teníamos cuatro muebles locos. Entonces llegó mi hermana de Europa y se vino a vivir con nosotros. Yo dejé de trabajar porque mi vida había cambiado. A él no le caía bien que yo siguiera en el cabaret, así que aprovechamos que se me habían presentado algunas giras con un trío de tangos.
Le cuento mi vida con Discépolo, o su vida, porque en verdad yo no existía sin él. Él trabajaba con su hermano, pero no quería salir de gira. Siempre yo ganaba un poco más que Enrique y así se compensaba todo. Él era muy él. La gente suele decir que yo lo dominaba. No es cierto, a Discépolo no lo dominaba nadie. Tenía una paz que daba la sensación, que era yo la que lo dominaba, pero no.
Yo nunca creí que un hombre me iba a decir: “Mirá, me voy a caminar por Corrientes, pero solo”. O también: “¿Por qué no te vas con un amigo o una amiga y venís tarde que quiero escribir?”. Siempre quería estar solo. Después era más fácil, porque compramos una casa en La Lucila y tenía todo el país para él.
Era un descontento. Él leía una obra de teatro suya y le decían “¡Qué bien!”, y luego, al día siguiente, la rompía. Le costaba mucho escribir. Yira yira le llevó dos años.
En el teatro Argentino hizo con su hermano Armando y con Faust Rocha, Fin de jornada, Lluvia, El grillo. Yo seguía cantando tangos y la Tania español había quedado atrás.
Enrique era una caja de sorpresas. A veces se aparecía con varios amigos, sin avisar nada, pero no me permitía que pusiera mala cara. Imagínese usted a la chiquilina caprichosa que era yo, acostumbrada a hacer lo que quiere, frente a tales circunstancias. Yo tengo que haberlo querido mucho porque si no, cómo resigné mis ideas a bailar a Olivos, mi farras, por un tipo que era todo lo contrario a mí. ¿Cómo pude pasar del gran jolgorio a las charlas intelectuales? Sí, lo quería mucho.
Recuerdo que él escribía las letras de sus tangos una y otra vez. Se paseaba por la habitación y me las leía, después casi siempre las destruía. Los únicos tangos que escribió rápidamente fueron Cafetín de Buenos Aires y Uno, porque íbamos a debutar en el teatro Casino y no teníamos tangos, además había que hacer una película y necesitaban Cafetín de Buenos Aires. Entonces los escribió en tres o cuatro meses. Para él, eso era una velocidad increíble.
Nunca se le dio por escribir prosa. Yo no sé por qué. Él podía estar horas hablando y fascinando a todo el mundo. Alain Delon no hubiera tenido nada que hacer en una reunión donde estuviera Discépolo. Por ejemplo: llegamos a París, conocíamos a tres personas y al mes ya estábamos rodeados de tanta gente que era increíble.
Un día me dijo: “¿Sabés qué me gustaría ser? Linyera, para no hacer nada”. Ahora, él hubiera sidohippie, para ir por los caminos sin que nadie lo moleste, sin hacer nada.
Yo lo llamaba “Don Fulgencio”. Parecía que nunca hubiera tenido infancia. Cuando fuimos a la casa de La Lucila, él se compró un mameluco jardinero y estaba todo el día con la manguera y las plantitas. Muchos dicen que si viviera, estaría lleno de plata. ¡Qué equivocados están! No tendría un peso, porque no le gustaba trabajar. Decía: “Yo tengo una mujer preciosa, tengo un gato, una casa muy bien puesta y hasta personal de servicio. ¿Qué más quiero?”.
El gato se llamaba Morris. Era un gato reo, reo, negro, grande, que llegó un día a la casa, perdido. Le dijo: “Te voy a poner Morris porque sos inglesito”. Era un gato de albañal que se peleaba por ahí y venía todo lastimado.
Enrique tenía su piso de arriba en la La Lucila, con vista al río, donde trabajaba en sus cosas. Todos los días a las siete de la tarde, cuando se ponía a trabajar el gato subía la escalera, entraba y saltaba al escritorio. Él no le permitía a nadie tocarle los papeles pero Morris se desparramaba por encima, arrugaba todo y recibía sonrisas. El gato no se daba con nadie. Hablaba con él, lo seguía por el jardín, ocupaba un sillón de raso que yo quería mucho. Un día, cuando lo vi en el sillón, le dije: “¿A vos te parece que el gato puede estar allí, todo sucio como anda, sobre ese sillón de raso blanco maravilloso?” Él me contestó: “Hay tantos que se sientan en ese sillón y que no lo merecen. Dejá que se siente el gato”.
Un día íbamos para La Lucila en el auto y él ve un tipo durmiendo en un zaguán. Frenó, se bajó, se sacó el sobretodo y se lo puso encima, encima del tipo. Yo le dije: “¿Cómo le das el sobretodo?” y él me responde: “¿Sábes los sobretodos que me van a dar mañana cuando salga, aunque no tenga plata? En la sastreras me quieren mucho”. Otra vez le di diez pesos a un pobre y él me sacó la mano y le dio mil pesos. Yo puse el grito en el cielo, pero Enrique me dijo: “¿Qué iba a hacer el pobre tipo con diez mangos? Con mil tal vez puede solucionar algo”. Yo me tuve que ir haciendo a ese estilo.
Su único defecto fue creer demasiado en la gente. Pero contra lo que dicen muchos, él no tenía nada que ver con esa angustia que había en sus tangos. El lo dijo veinte veces. Con Chorra, por ejemplo, me contaba que conoció a un tipo al que le habían hecho eso: un tipo de un mercadito, que se enamoró de una mina, qué sé yo. Me contó una vez que él había tenido una novia de la que estaba muy enamorado. Un día decidieron suicidarse en el río. Llovía mucho y Enrique fue a esperarla a la costanera para tirarse juntos al río. De pronto ella llega en un taxi, baja y Enrique ve que se había puesto un perramus y tenía un paraguas. Entonces le dijo: “Yo te espero debajo de la lluvia y vos te venís así, toda tapada; rajá, no merecés ni suicidarte”.
En la casa de La Lucila había un cuadro, una puntura muy linda en la que yo aparecía muy hermosa mirando hacia la puerta de entrada. Un día llego y el cuadro no está. Le pregunté a la muchacha de la limpieza: “¿Qué pasó con el cuadro? ¿Se cayó, se rompió?” M dice: “No, el señor mandó a retirarlo y ordenó que lo colgáramos en el garaje”. Cuando Enrique vino le pregunté por qué lo había hecho: “¿Sabés qué pasa? –me dijo-. Tenías un gesto como diciendo: ¿para qué vienen acá? Lo mandé sacar para que no se ofendieran las visitas”.
Él podía vivir con poco. Decía: “Los pilotos norteamericanos bombardean Corea y comen apenas un chocolatín. Total, yo no tengo que bombardear Corea”. Era un tipo alegre a su manera. Siempre con amigos: Canaro, Fresedo, Lomito, Manzi, venían todos a casa con las novias y esposas. También jugaba a las carreras pero sin plata. Se compraba la Verde, elegía los caballos y jugaba de grupo. Al caballo tal y al caballo cual, y decía “perdí” o “gané”. Hacía cosas de chico.
Yo siempre trabajé más que él. Enrique no era trabajador. No tenía hora para escribir. Se levantaba a la una de la tarde y salía a caminar a ver a sus amigos. Yo tenía que preocuparme de que comiera porque era un inapetente. Creo, en serio, que a él le hubiera gustado ser hippie para eludir el trabajo. En sus últimos años estaba muy cansado. Se angustió mucho por el asunto ése de las charlas por radio durante el gobierno de Perón. A él nunca lo obligaron a decir algo que no quería. Él lo conocía a Perón desde que éste era teniente coronel y tomó lo de Mordisquito como una obligación para consigo mismo. Lo angustió mucho la reacción de algunos amigos que dejaron de hablarle, le quitaron el saludo. Él no podía soportar que lo creyeran obsecuente. Jamás lo fue. Sin embargo, esa angustia nunca me la transmitió a mí. Nunca me dijo nada. Creo que esto tuvo mucho que ver con su muerte. El cansancio y esta angustia.
Se murió de repente. Estábamos planeando un veraneo de un mes en Pinamar y luego teníamos que ir al casino de Mar del Plata a hacer Blum. El 22 de diciembre de 1951 se sintió cansado y no se quiso acostar. Se quedó en el sillón ése del living, frente al balcón. Era como el gato: le gustaba mucho tirarse en un sillón. Parece que la gente hubiera intuido la tragedia: Osvaldo Miranda, pasaba por la calle y subió a charlar un rato. Vino también otra gente que no tenía por qué venir. Hasta el valet, que tenía su día libre, vino. Cuando ya no quedaba nadie por llegar, empezaron a visitarlo médicos y más médicos. Yo no me daba cuenta de nada. Miranda y mi sobrino estuvieron con él hasta último momento. El día 23 a las diez de la noche me nombró “Tania…”, dijo y cerró los ojos.Si la ventana hubiera estada abierta yo me habría tirado. Estaba desesperada. En el verano me fui sola a Pinamar. Estuve cinco meses. Lo que le voy a decir es una cursilería, pero pensé mucho en Alfonsina Storni. Mientras miraba el mar pensaba en su coraje para meterse en el agua y no volver. Pero fui cobarde primero, fuerte después. Sabía que tenía que vivir y asumí su muerte. Sólo quien vivió con Enrique puede saber lo difícil que era perderlo. Aún hoy mi vida es la suya. Por eso me refugié en Cambalache, donde todavía canto. ¿Qué otra cosa puedo hacer?

viernes, 4 de diciembre de 2015

Día Nacional Del Tango En La Mítica Bahía Blanca

Osvaldo Pugliese


La apertura oficial se llevará a cabo el 11 de diciembre a las 17 hs en el Auditorio de la Cooperativa Obrera (Zelarayán 560)con la inauguración de una plaqueta con la imagen de Osvaldo Pugliese -noble representante del cooperativismo y de la época dorada del Tango- del cual hablarán representantes de la institución y José Valle, Presidente del Centro de Estudios y Difusión de la Cultura Popular Argentina, quien además otorgará un reconocimiento a la Cooperativa Obrera por su permanente apoyo a la Cultura Nacional de nuestro país.
En el hall del Centro Cultural se exhibirán esculturas talladas en madera por el artista Celso Biondo. Además, podrá disfrutarse, gratuitamente, de un destacado espectáculo a cargo de Gaby “La voz sensual del tango”, Pablo Gibelli, Juan Carlos Deambrosi, Víctor Volpe y los Bailarines Natalia y Gustavo. Asimismo, se proyectará un breve documental sobre Osvaldo Pugliese.
Gaby

Continuando con esta fiesta del tango bahiense, por la noche, a las 21.30 hs se presentarán en el Café Histórico (Av. Colón 602) los cantantes Chacho Tinervia, Gastón Peralta, Mariana Tinervia e invitados especiales.
 Desde las 22 hs, en El Motivo Tanguería, podrá disfrutarse de show, exhibición a cargo de los destacados bailarines Natalia Gastaminza y Gustavo Rodríguez y milonga con la actuación de Paula Barrio y su cuarteto compuesto por: Waldo Graf (piano), Jimena Zalazar (flauta traversa), Melina Ricke (guitarra) y Lautaro Lepileo (batería), y la participación especial de la Reina Nacional del Tango 2015, María Sol Díaz. Allí, el CEDICUPO distinguirá por su trayectoria al Director de la Revista VEME, Ricardo Martín, Raúl Ayude y a la bailarina Ana Benozzi.

lunes, 30 de noviembre de 2015

Hugo del Carril

El 30 de noviembre de 1912 nació en el barrio porteño de Flores, Piero Bruno Hugo Fontana, sus padres eran italianos, Hugo Fontana era pintor y arquitecto nacido en Milán, su madre Orsolina Bertani nació en Regio de Emilia.los dos años sus padres se separaron y lo entregaron al cuidado de una familia amiga formada por Francisco y Alina Faure, este abandono lo marcó fuertemente por el resto de la vida: “Yo fui abandonado por mis padres cuando tenía dos años y nunca los perdone”. “Me crié de casa en casa, rodando. Pero después cuando mis padres estuvieron mal los cuidé hasta que murieron. Eso sí, jamás fui a visitar su tumba porque nunca los perdoné. Yo soy así”.De muy joven se inició en la radio como locutor, pero siempre tuvo en claro que su objetivo era ser cantante de tangos. Se esforzó por mejorar su canto estudiando con una soprano, quién le sumó técnica a sus condiciones naturales
.En 1929 comenzó en Radio del Pueblo, allí colaboró con los coros de la mayoría de las orquestas que pasaban por la emisora, utilizando diversos nombres artísticos. También integró un cuarteto de voces que luego de la deserción de uno de los integrantes pasó a llamarse Trío París.
Posteriormente conformó el dúo Acuña-Del Carril en donde adoptó definitivamente el nombre Hugo del Carril, fue precisamente el otro integrante, Roberto Acuña, quién lo bautizó de esa manera, el dúo duró cuatro años, hasta que se produjo la muerte de Acuña.
El director de radio Nacional lo convocó para actuar como solista con el acompañamiento de guitarras. En 1936 grabó para discos Víctor con la orquesta de Tito Ribero, quien luego se convertiría en su director y asesor musical.
Ese mismo año participó en la película “Los muchachos de antes no usaban gomina” donde cantó el tango “Tiempos viejos” cuya autoría era del director de la película Manuel Romero, con la música de la orquesta de Francisco Canaro.
Alentando por Manuel Romero, que quedó muy conforme con su actuación en esa película, inició una carrera de actor que le permitió obtener una gran repercusión popular.
Fue protagonista de grandes películas como "La vuelta de Rocha" (1937), "Tres anclados en París (1938), "Madreselva" (1938), "La vida es un tango (1939), "La vida de Carlos Gardel" (1939), "Gente bien" (1939), "El astro del tango" (1940), "Confesión" ( 1940), "La canción de los barrios" (1941), "En la luz de una estrella" (1941), "Cuando canta el corazón" (1941), "La novela de un joven pobre" (1942), "Amor último modelo" (1942), "Pasión imposible" ( 1943), "La piel de zapa" (1943), "Los dos rivales" (1944), "La cabalgata del circo" (1945), "La cumparsita" (1947), "Pobre mi madre querida" (1948), "El último payador" (1950), "Senda sin culpa" o "A media luz" (1950), "Vida nocturna" (1955), "La Tierra del Fuego se apaga" (1956) y "El último perro" (1956).
En la filmación de la película “La cabalgata del circo” conoció a María Eva Duarte de quién comentó: “Con ella hablábamos de muchas cosas, pero especialmente de las necesidades de la gente humilde. Ella se sentía predispuesta a esa gente por su origen que jamás negó”.
En los años del peronismo el cine fue una de las industrias que más creció, Hugo del Carril declaró al respecto: "Aquella fue una época en la que se dio un fenómeno único, en la que se hicieron las películas más importantes. Y sobre todo no había problemas económicos, porque era un cine popular que encontraba apoyo en el público. Además, como existían férreas restricciones a los filmes extranjeros, la producción tenía la posibilidad de defenderse mucho mejor...".
Pero su éxito como actor no lo alejaron de su vocación y su pasión por el canto, siguió actuando en distintas radios y en los más variados escenarios, que incluyó giras por el Interior del país y otros países de América. Firmó un convenio con el sello Odeón donde grabó canciones que se convirtieron en grandes éxitos.
Le puso la voz a títulos inolvidables de nuestra música popular como “Percal”, “Nostalgias”, “Nada más”, “Betinotti”, “Pobre mi madre querida”, “Sosiego en la noche”, “Nubes de humo”, “Buenos Aires”, “Tres esquinas”, entre otros.
En 1933 se presentó en el tradicional y prestigioso teatro Solís de Montevideo, luego viajó a Chile y Colombia. Su gira más notoria la realizó en 1941 donde consiguió gran repercusión en Cuba, en este país sus películas eran un éxito y el tango obtenía más repercusión que algunos ritmos caribeños.
En 1946 en México protagonizó las películas “Canción desesperada” y “La noche y tú” con singular éxito y donde se lució interpretando temas como “Compadrón”, “Che, papusa, oí” y “Pobre mi madre querida”, tema éste último sobre el que luego se realizaría una película.
También incursionó en la dirección cinematográfica, su debut fue con “Historia del 900”(1949), también fue el realizador de "Surcos de sangre" (1950), “El negro que tenía el alma blanca" (1953), “La quintrala”(1955), “Mas allá del olvido”(1956) . Pero su mayor éxito fue “Las aguas bajan turbias”(1952) donde puso en evidencia su compromiso social y político.
Según el crítico cinematográfico Fernando Perales “Las aguas bajan turbias” podría ubicarse entre las cinco o diez mejores películas argentinas de todos los tiempos. Se relata la vida de los mensúes, los trabajadores de los yerbatales de la Mesopotamia y la explotación de la que eran víctimas, también se propuso mostrar la importancia de la solidaridad entre los trabajadores que se plasmaba mediante la lucha sindical, única herramienta con que contaban para enfrentar a patrones que eran los amos y señores de la región. Además la película contenía escenas de hondo realismo caracterizadas por un contenido violento que podía molestar a ciertos espectadores más acostumbrados a contenidos mucho más suaves.

A pesar que podría decirse que la película tenía un cierto tono partidario al contrastar la situación previa a la llegada del peronismo con esos días de justicia social, Hugo del Carril tuvo problemas con la burocracia peronista, principalmente con el censor Raul Apold que le significaron la exclusión de algunos de sus trabajos, porque esta película se basa en el libro de un escritor con ideas de izquierda, Alfredo Varela, que se encontraba detenido en los días de filmación, Del Carril hizo gestiones ante Perón para que fuera liberado, tratativa que concluyó con éxito.
"Las aguas bajan turbias" recibió varios premios como el "Diploma de honor" (Festival de Venecia de 1952), la "Espiga de oro" (Festival Internacional de la Exposición Agrícola de Roma en 1953) y "Mejor película de habla hispana" (Asociación de Críticos de Radio Cine y Teatro del Perú, 1953).
Hugo del Carril era un porteño cabal, que a pesar de las múltiples actividades se hacía tiempo para frecuentar la barra del café, donde compartía sueños y proyectos con Homero Manzi, Enrique Santos Discépolo y Mario Soficci, entre otros. También concurría a las carreras de caballos y era un fumador empedernido. En 1957 sufrió un preinfarto estando en Uruguay producto del consumo de 80 cigarrillos diarios.
Fue un cantante y actor que ya había alcanzado el éxito antes de la llegada del peronismo, no necesitaba definirse políticamente, por su fama difícilmente alguien se hubiera animado a molestarlo, si lo hizo fue por una firme convicción que lo impulsaba a defender a los más humildes, siempre mantuvo un espíritu independiente que lo llevó a tener encontronazos con la burocracia, pero sus problemas más graves fueron a partir del 1955 con el golpe de estado.
Como hemos visto con otros artistas o intelectuales que adhirieron al peronismo su obra es minimizada o directamente ocultada, esto ocurrió con Hugo del Carril al igual que con Leopoldo Marechal, el caso de Discépolo tal vez sea distinto pues se le reconoció su capacidad pero al precio de mantener en el silencio su apoyo al movimiento popular, se habla de Cambalache pero muy raramente se recuerda su personaje Mordisquito. Además Discépolo murió antes de 1955 por lo que los golpistas no pudieron ejercer la venganza contra su persona.

Hugo del Carril entabló una relación de amistad con el Gral. Perón desde el momento que lo conoció, así relataba una de sus anécdotas de los encuentros con el líder: "Un día me llaman para ir a cantar en la Residencia Presidencial. Voy y le digo a Homero Manzi, que ya estaba en sus últimos días: '¿Qué canto, Gordo? No puedo ir a cantarles "Mano a mano"'. Manzi me miró con calma, pidió papel y lápiz y me dijo que esperara un rato. Una hora después me entregó dos milongas, como de catorce pies cada una. La primera se llamaba ´Milonga a Perón´ y la otra, ´Milonga a Evita´. Las canté con el ritmo tradicional de la milonga pampeana. A Perón le corrieron las lágrimas...".
Pero su asociación indisoluble con el peronismo se dio cuando en 1949 decidió poner su voz a la Marcha Peronista. El pianista Norberto Ramos que integró la orquesta de Florindo Sassone, fue convocado en 1948 por un grupo de obreros gráficos para que le pusiera música a una letra que habían escrito esos trabajadores con el fin de contar con una marcha para el sindicato. Se estrenó el 2 de mayo de 1948 con el título: “Los gráficos peronistas”, nada menos que en el Teatro Colón interpretada por una orquesta sinfónica y el coro estable, en dicha presentación se encontraban presente Perón y Eva, la ejecución provocó un alto impacto entre los presentes. Luego se le cambió la palabra gráficos por muchachos y quedó instaurada como la marcha del movimiento.
Hay otra historia que es la que cuenta el periodista Néstor Pinsón, los antecedentes de la Marcha comienzan en el año 1931 en el club Barracas Central, donde Juan Raimundo Streiff-Garaventa compone la música y Juan Mufarri los versos para una canción que identificara al club. La letra decía: “Los muchachos de Barracas / todos juntos cantaremos / y al mismo tiempo daremos / un hurra de corazón. / Por esos bravos muchachos / que lucharon con fervor / por defender los colores / de esta gran institución.”. Esta canción fue sufriendo modificaciones, cuando llega al poder el peronismo Rafael Lauría y Oscar Ivanisevich escriben la letra que se conoce en la actualidad. Esta versión no niega que Norberto Ramos haya contribuido con alguna parte de la música, aunque la melodía ya existía anteriormente.
Hugo del Carril la grabó en 1949, alguna vez dijo: "Grabé centenares de tangos, pero hasta que me muera me van a recordar por la marchita...".
Producido el golpe de estado de 1955 estuvo detenido 41 días y luego decidió partir hacia el exilio en México, aún cuando pudo seguir trabajando por su popularidad en aquél país, que siempre fue generoso con los exilados argentinos, vivió ese destierro con mucha tristeza, todo lo que había producido en cuando a música y cine estaba relacionado con su tierra. Algunas de sus películas que se encontraban en la cartelera de los cines argentinos fueron bajadas, la dictadura no quería que quedaran rastros de este extraordinario artista.
Retornó al país con el gobierno de Frondizi donde volvió a filmar y desarrolló varios proyectos algunos vinculados con el espectáculo y otros no, montó “La carpa del pueblo” con la finalidad de difundir la música nacional, particularmente el folklore y el tango, pero aclaró que también “música moderna, pero nuestra”.
También se dedicó a la crianza de nutrias así lo explicó: "Me gustó el animalito; yo era un chiquilín que venía merodeando por el bañado de Flores, y ahí lo conocí. Cincuenta años después (...) un empuje inconsciente (...) me llevó de nuevo a él. El criadero está en el Tigre, a hora y media del embarcadero, y se llama ´Idahome´. Ya son ocho años de crianza y me va muy bien. Tengo 2600 hembras de cría, y para este fin de año completaremos unas 4000. La finalidad es la exportación (...). Hay un gran interés por la piel de nutria en Estados Unidos, España e Italia (...); lo turbio de las aguas produce un constante masaje sobre la piel que hace que nuestra nutria tenga una sedosidad tan especial (...). Va a ser una buena entrada de divisas para el país (...). Si lo logramos, en pocos años más puede significar una de las exportaciones del agro más importantes...".
Pero no tuvo suerte con este proyecto, le faltaron tierras para poder expandirse. Hizo gestiones para utilizar Las Lagunas Encadenadas ubicadas en la provincia de Buenos Aires como criadero natural pero no fue escuchado, significó un duro fracaso porque había puesto mucho esfuerzo e ilusiones en el mismo.

No dejó muchas obras escritas por él. Compuso dos tangos: "Como la mariposa" y "Viejo camarada", la milonga "Felicita", la canción infantil "Blanca nube" ("Blanche nuage") y el tango partidista "Un solo corazón", con música de Jorge Dragone.
En cuanto a su vida sentimental tuvo una relación con la actriz Ana María Lynch con quién filmó en 1941 “En la luz de una estrella”, cuando se separaron, ella se radicó en los Estados Unidos donde siguió actuando. También tuvo una relación con la actriz Gilda Lousek a la que conoció en la filmación de “Una cita con la vida”.
En 1959 conoció a una empleada de SADAIC, Violeta Courtois, se casaron en 1971 después de una larga convivencia, tuvieron cuatro hijos Marcela Alejandra, Hugo Miguel, Amorina Eva y Eva Cristina. El padrino de todos ellos fue nada más ni nada menos que el general Perón, que estando en el exilio apelaba a un emisario que lo representaba en las ceremonias de bautismo.
También trabajó intensamente en la televisión argentina a su retorno del exilio, en 1962 participa en la miniserie “La Calesita” por Canal 9. El 1963 en el canal 7 fue la figura estelar de “El show de CAP”. Alejandro Romay dueño principal de canal 9 lo convocó en reiteradas oportunidades, se puso en el aire el sainete “El conventillo de la Paloma” donde ocupaba el rol protagónico. En el canal 7 en 1971 protagoniza el programa “Del pueblo” que se basaba en el espectáculo que presentaba en “La carpa del pueblo”. En 1972 en canal 11 participa en el programa “El tango del millón” que producen los hermanos Sofovich. Romay lo vuelve a convocar en 1975 para realizar en el canal 9 una serie de espectaculares. Durante un 1976 protagoniza el afamado ciclo “Grandes Valores del Tango”, pero producido el golpe de estado, en una actitud que lo enaltece, decide dejar la televisión y no participar ni siquiera de reportajes.
A su regreso del exilio protagonizó una larga serie de películas como "Che, Buenos Aires" o "Buenos Aires, Buenos Aires" (1960), "El día que me quieras" (1969), "Viva la vida" (1969), "Amalio Reyes, un hombre" (1970), "La mala vida" (1972), " Siempre fuimos compañeros" (1973) y "El canto cuenta su historia" (1976).
También retornó a la dirección cinematográfica con títulos como "Una cita con la vida" (1958), "Las tierras blancas" (1959), "Culpable" (1960), "Amorina" (1961), “Esta tierra es mía" (1961), "La calesita" (1963), " La sentencia" (1964), "Buenas noches, Buenos Aires" (1964) y "Yo maté a Facundo" (1975).
En 1962 dirigió dos películas en las que trabajaba Tita Merello, “Amorina” y “Esta tierra es mía”, la actriz y cantante declaró sobre el método de trabajo de Del Carril: “Ni sueñen que es fácil trabajar con él. Hugo es muy exigente. Con el hay que ensayar y ensayar, y solo cuando considera que se ha alcanzado el punto ideal, se pasa a filmar”.
El 6 de marzo de 1980 debutó en Caño 14 ante un público enfervorizado. Siempre mostró una sensibilidad muy especial, cada vez que se enteraba de que un colega pasaba por un momento difícil se acercaba para ayudarlo si su situación económica se lo permitía, o bien para hacerle llegar una palabra de aliento.
En 1982 declaró: “Todas las noches, cuando me acuesto, recorro a mis muertos. La lista es cada vez más larga, pero los voy evocando lentamente. Recuerdo a cada uno de mis viejos amigos y disfruto de nuevo los momentos felices que pasé con ellos. Eso me acerca a Dios, y así, despacito… me quedo dormido”.
El 12 de abril de 1986 recibe un duro golpe con la muerte de su esposa Violeta. Ese mismo año fue designado Ciudadano Ilustre de Buenos Aires en una ceremonia presidida por el intendente radical Julio Cesar Saguier, cuando un grupo intentó entonar la Marcha Peronista, expresó: "Compañeros, sería una falta de respeto para los autoridades que aquí se encuentran presentes".
El 16 de enero de 1988 Hugo Del Carril ingresó a la sala de terapia intensiva del Hospital Privado de Mar del Plata con un complejo cuadro de infarto de miocardio. La recuperación fue lenta y progresiva, lo suficiente para asistir a un homenaje que se le realizó al cumplirse 50 años de su primera actuación.
El 8 de septiembre de 1988 se realizó el homenaje a Hugo del Carril en el Luna Park, Lionel Godoy fue el encargado de la dirección general y la animación, actuaron entre otros. Nelly Omar, Virginia Luque, Jorge Sobral, Nelly Vazquez, Carlos Acuña, Alberto Castillo, Hugo Marcel, Roberto Goyeneche, Hugo del Carril(h), Nestor Fabian, Leopoldo Federico, Atilio Stampone.
Hugo murió el 13 de agosto de 1989 a las 19.40 en el Instituto Cardiovascular de Buenos Aires, a causa de una descompensación cardíaca. Fue velado en el Salón de los Pasos Perdidos del Concejo Deliberante porteño. Una multitud de admiradores lo despidió. Sus restos descansan junto a los de su esposa Violeta en una bóveda en el cementerio de Olivos.

Hugo del Carril tuvo mucho de esos héroes que interpretaba en sus películas, dispuesto a jugarse la vida por el honor y las convicciones, muchos lo quisieron con fervor, unos pocos tal vez lo odiaron pero no a su persona sino por las ideas que nunca dejó de sustentar aún en los momentos más peligrosos.
Se comenta que luego del golpe de 1955 un jefe militar lo entrevistó cuando se encontraba detenido, le ofertó no ser molestado y la posibilidad de continuar con su carrera plagada de éxitos a cambio de que realizar unas declaraciones contrarias a Perón, le bastó una palabra para explicarse “¡Jamás!”, tal vez esa sola palabra haga innecesarias todas las demás que debimos utilizar para escribir esta biografía de Hugo del Carril.

jueves, 5 de noviembre de 2015

Gaby "la voz sensual del tango" en La Botica del Ángel y en La Boca

La morocha bahiense Gaby “La voz sensual del Tango” se despedirá del público capitalino con dos presentaciones en diferentes escenarios de la ciudad de Buenos Aires el jueves 12 de noviembre.

A las 21 hs Gaby ofrecerá una selección de tangos en homenaje a grandes artistas y personalidades de nuestra cultura nacional en La Botica del Ángel (Luis Sáenz Peña 543) dentro del espectáculo titulado "Nostalgias" donde también participarán el maestro Mario Valdéz y las cantantes Florencia Presedo y Valentina Etchebest.
El espectáculo será acompañado por el Centro de Estudios y Difusión de la Cultura Popular Argentina que, de mano de su Presidente, José Valle, distinguirá por su trayectoria a figuras como el productor Héctor Caballero, los actores Héctor Fernández Rubio, Villanueva Cosse, Cristina Tejedor, Roly Serrano y Luis Brandoni, los pianistas José Colángelo y Beba Pugliese, la cantante y productora Elba Cristian y Ramona Galarza, los ex futbolistas Norberto Madurga y Daniel Bertoni, los periodistas Roberto Di Sandro, Luis Pedro Toni y Adela Montes. Asimismo recibirán el premio "CARLOS DI SARLI" el Vicepresidente de la Academia Nacional del Tango Osvaldo Minian, el pianista Mario Valdez  y el Embajador de la Paz Osvaldo García Napo.
Seguidamente, cerca de la medianoche, Gaby cerrará la segunda jornada del Sexto Festival de Tango de la República de la Boca en la cantina “Il Píccolo Navío” ubicada en la tradicional y tanguera esquina de Suárez y Necochea, acompañada por el pianista Norberto Vogel.
Este Festival se desarrollará desde el 11 hasta el 14 de Noviembre, teniendo en su acto de apertura oficial la actuación de la Orquesta Nacional de Música Argentina Juan de Dios Filiberto dirigida por Atilio Stampone y Oscar De Lía, el miércoles a las 19,30 hs en el Teatro Catalinas Sur (Benito Pérez Galdós 93).

Homero Expósito

Existe un amplio consenso en admitir que las letras de tango de Homero Expósito constituyen la expresión más alta de la poética de un género que para la época en que este escritor, nacido en Campana pero criado en Zárate, empieza a escribir, ya hacía rato que Discépolo, Manzi, Le Pera, Cadícamo o Contursi, para citar a los más notables pero no los únicos, habían conectado al tango con la mejor literatura. Seguramente esas consideraciones tuvo en cuenta en su momento ese excelente poeta que fue Raúl Gustavo Aguirre, cuando decidió incorporar en su antología de poesía argentina a algunos de los principales creadores del llamado ritmo del dos por cuatro.
Habitualmente los críticos, para referirse a la complejidad de los poemas de Expósito o a la singularidad de sus metáforas, citan los primeros versos del tango “Óyeme” escrito en 1947: “Tu forma de partir / me dio la sensación / de un arco de violín / clavado en un gorrión”, letra dedicada no a un amor perdido o ausente, sino a la muerte del hermano de Enrique Mario Francini.
El fragmento sin duda es representativo de una escritura diferente a lo que se conocía hasta entonces en el género, sobre todo si se tiene en cuenta que para 1947 Expósito aún no había cumplido los treinta años y ya había escrito algunos de sus tangos más célebres, entre otros, su máxima creación “Naranjo en flor”, compuesto con su hermano Virgilio en 1944, para no citar tangos anteriores como “Maquillaje”, “Percal”, “Trenzas”, “Yuyo verde” “Margo”, “Pedacito de cielo”, “Tristeza de la calle Corrientes” o “Qué me van a hablar de amor”, por lo que muy bien puede decirse que para 1947 la poética de Expósito ya estaba lograda aunque, como suele ocurrir con toda poesía innovadora, se necesitaron muchos años y la aprobación de los mejores cantores y directores de orquesta para que se acepte. Algo parecido había ocurrido en su momento con los tangos de Discépolo “Qué vachaché” y “Yira yira”, que fueron recibidos por el público no sólo con indiferencia sino con cierta hostilidad. O los primeros tangos que Le Pera le escribió a Gardel, letras de alta calidad poética que de todos modos diferían con el modelo clásico impuesto por el género.
En los tangos de Expósito, el paisaje deja de ser una manifestación “realista” para transformarse en un símbolo cargado de significados y sugerencias a través de las imágenes y las metáforas, muchas de ellas relacionadas con el paisaje y otras referidas a la tradición del tango pero elaboradas en otra escala. Los títulos de tres de sus letras aluden a esta relación con la naturaleza: “Naranjo en flor”, “Yuyo verde” y “Flor de lino”, y no deja de llamar la atención que estos versos, cuyo objeto parecieran ser una celebración a la naturaleza, aludan a un paisaje íntimo alejado del naturalismo o el paisajismo.
Por supuesto que semejantes transgresiones a la tradición provocó incomprensiones y más de un malentendido. Sin ir más lejos, “Naranjo en flor” recién mereció la aprobación del gran público cuando Goyeneche lo interpreta en 1974 acompañado de la orquesta de Atilio Stampone. Si bien este tango ya había sido grabado por Troilo con la voz de Floreal Ruiz, fue Goyeneche el que logró darle el tono justo y la acentuación adecuada para un público que ya empezaba a estar preparado para asimilar estas novedades.
A partir de allí “Naranjo en flor” se transformó en un éxito interpretado por cantantes provenientes de los más diversos géneros y corrientes, un reconocimiento que a los Expósito no los debe haber sorprendido porque para entonces no sólo algunos de sus mejores tangos ya estaban incorporados al repertorio de las grandes orquestas, sino que ya circulaba por el mundo el bolero “Vete de mí” grabado por primera vez por el célebre Bola de Nieve, por no mencionar un popular fox trox, impuesto por un grupo musical considerado en esa época como uno de los emblemas de la “nueva ola”; me refiero a los TNT, quienes vendieron cientos de miles de discos con una letra escrita por Homero y que para quienes lo conocieron aseguran que fue el producto de una apuesta o una broma, porque se trata de “Eso”, una letra que más que poema es un juego de palabras liviano, una licencia poética -para designarla de alguna manera- “travesura” que para ellos no significaba ninguna novedad, porque Virgilio en su momento había arreglado canciones y acompañado con su orquesta de jazz las proezas de su primo, el entonces popular Billy Cafaro.
Homero y Virgilio -hay un tercer hermano que no se dedicó ni a la poesía ni a la música- se criaron en Zárate y en esa ciudad levantada a orillas del río donde abundan los naranjos, las flores de lino y los yuyos verdes, desarrollaron sus vocaciones. Los biógrafos destacan la influencia que sobre ellos tuvo su padre, un anarquista cuya pasión por los clásicos se expresó en los nombres que les puso a sus hijos. Homero y Virgilio conocerán en la biblioteca de la casa a los grandes escritores y músicos de su tiempo. Zárate en esos años se transforma en un centro de creación musical como lo prueban la presencia de Armando Pontier, Enrique Delfino, Osmar Maderna, Miguel Caló y los hermanos Berón: Adolfo, Elba y Raúl. En una de sus últimas entrevistas, Virgilio se refiere a la influencia que sobre ellos tuvo Juan Elhert, un violinista alemán que llegó a Zárate e inició una notable generación en los misterios de la música.
Si hasta principios de los años cuarenta las principales influencias de los escritores de tango fueron Rubén Darío, Amado Nervo e incluso Evaristo Carriego, con Expósito las influencias se amplían hacia los poetas contemporáneos. Rimbaud, Verlaine, Baudelaire son algunos de los autores que empiezan a gravitar. Esta influencia se hace visible en la calidad de las imágenes y en el recurso del verso libre. Homero siempre consideró que para escribir un tango primero era necesario saber escribir un soneto y conocer el valor de las palabras por su sonido y musicalidad. Sus letras disponen de una rima no convencional, fiel a su principio que “quien nace con cadencia no necesita de rimas”.
Obsesivo con sus versos, se dice que el tango “Chau, no va más” lo corrigió sesenta y tres veces. Algo parecido ocurrió con “Flor de lino” y “Te llaman malevo” grabado por Troilo en 1957 con una inolvidable interpretación de Ángel Cárdenas. Las primera estrofa que escribió de “Naranjo en flor” fue la que sedujo a Emile Cioran: “Primero hay que saber sufrir / después amar / después partir / y al fin andar sin pensamientos”. Con esos versos fue elaborando luego los restantes, incluido ese sorprendente inicio que para más de un crítico constituye un haiku perfecto: “Era más blanda que el agua, que el agua blanda...”.
Con Expósito el debate entre forma y contenido, el anacrónico debate entre forma y contenido, se resuelve a través de la única manera que se debe resolver esa contradicción, a través de la poesía, del trabajo obsesivo con las palabras, portadoras mediante la creación de una singular percepción del mundo. Expósito practica en su oficio de poeta aquello que Ezra Pound ya había formulado con su habitual lucidez: “La poesía es el idioma cargado de sentido hasta el grado máximo”.

martes, 3 de noviembre de 2015

Armando Tejada Gómez

Nace el 21 de abril de 1929 en Mendoza. Es penúltimo hijo de 24 hermanos que tuvieron Lucas Tejada y Florencia Gómez, el padre ejercía el oficio de tropero, es decir llevaba ganado a través de la cordillera a la provincia de San Juan y a Chile.
Cuando fallece su padre debe de ser criado por su tía Fidela Pavón en el campo, fue ella quien le enseño a leer, en su infancia tuvo que trabajar como canillita, lustrabotas, etc., fue autodidacta, a los 15 años, cuando era obrero de construcción civil, adquirió su primer libro: Martin Fierro, desde su lectura integró a su vida la poesía, la actividad intelectual, como un complemento a su lucha por el bienestar común.
Su trayectoria literaria se inicia con la premiación de sus poemarios Pachamama (1953) y Tonadas de la piel (1955); En 1957 su poema La verdadera muerte del compadre también fue premiado.
Se desempeña como locutor de radio, sus comentarios le consiguen problemas con el régimen de Perón. Su poesía se orienta hacia la temática social, con sencillez y el uso del lenguaje popular su producción poética alcanza una máxima difusión.
En 1958 Apoya a la Unión Cívica Radical Intransigente; Arturo Frondizi, es elegido Presidente de la Nación y Armando Tejada Gómez, diputado provincial, ese año publica Antología de Juan , “del anónimo e innumerable Juan de todas partes del país” y Los compadres del horizonte. Al año siguiente, junto a otros diputados conforman un bloque independiente de la UCRI en rechazo a la política económica pro imperialista de Frondizi, visita China, URSS y Francia, a su retorno se afilia al partido comunista. Terminado su mandato vuelve a su puesto de trabajo en la radio.
En 1961 Los compadres del horizonte, obtiene la Primera Recomendación del Segundo Concurso Latinoamericano de Literatura "Casa de las Américas".
En 1962, Mercedes Sosa grabó su primer álbum, La voz de la zafra, con canciones de Oscar Matus y Tejada Gómez.
En 1963, Mercedes Sosa, Oscar Matus y Tejada Gómez, Eduardo Aragón y Tito Francia, dieron a conocer el manifiesto de fundación del Movimiento del Nuevo Cancionero. Ahí va Lucas Romero, es publicado este año y contiene poemas sobre la épica cotidiana de “los campesinos de greda y horizonte”.
En 1964, decide dedicarse íntegramente a su tarea artística, se asienta en Buenos Aires, allí monta un espectáculo teatral e inicia la grabación de sus discos con poemas y acompañamiento de guitarra.
En 1967 publica Tonadas para usar, y en 1968 Profeta en su tierra, que es una antología de sus primeros libros.
En Amanecer bajo los puentes publicado en 1971, relata su infancia sufrida y sus comienzos en la poesía. Sus canciones empiezan a tener reconocimiento internacional.
En Canto popular de las comidas (1974) hace un homenaje a la civilización de de Tiahuanaco destruida durante la conquista y los primeros años de la república criolla, pero que pervive en las tradiciones orales y en la práctica de la preparación de los alimentos. Este homenaje nace desde su lectura de Martin Fierro, de los chilenos Pablo de Rokha y Neruda, pero se aleja del enfoque sensitivo para relievar la importancia que tienen las actividades humanas alrededor de las comidas. Con este libro obtuvo el Premio Poesía “Casa de las Americas”.
En 1976, es incluido por el gobierno militar en el listado de composiciones y autores prohibidos, allí figuran: Canción con todos y Fuego en Animaná (con música de César Isella). Se le prohibieron las presentaciones, la difusión de sus canciones y la publicación de sus libros.
Al iniciar 1978 viaja a España, a intentar suerte, retorna en noviembre. Se entera que su novela Dios era olvido obtuvo el Premio Internacional de novela, en Bilbao. A su retorno a Argentina utiliza el seudónimoCarlos de Mendoza para registrar sus temas nuevos y poder lograr su difusión. En 1981 es finalista del Premio Plaza y Janès de Novela Argentina, por su novela Cuatrocientas Sudestadas, luego editada como El Rio de la Legua.
En 1982 participa del Primer Foro y Festival Latinoamericano de la Nueva Canción, en México, retorna a Argentina al iniciarse la guerra de las Malvinas. En 1983 es invitado a participar en festivales internacionales en: Nicaragua, Venezuela y Cuba.
En 1984 publica su cancionero Toda la Piel de América.
En 1986 Bajo estado de sangre con los poemas que escribió durante el periodo más cruento de la dictadura 1974-1983.
En 1991 publica el poemario Cosas de niños y su novela El Rio de la legua.
Fallece el 3 de noviembre de 1992 en Buenos Aires y en 1994 se edita su poemario póstumo Telares del Sol

viernes, 23 de octubre de 2015

Orlando Goñi “el pulpo del piano”

Orlando Cayetano Goñi nació en Buenos Aires, en la zona del mercado Spinetto, el 20 de enero de 1914, y murió en Montevideo, en la casa de su amigo el bandoneonista Juan Esteban Martínez, el 5 de febrero de 1945, cuando apenas había cumplido treinta y un años y tenía la salud hecha trizas por los excesos del alcohol y las drogas.
Con la música se relacionó desde pibe y su maestro fue Vicente Scaramuzza, el mismo que le dio clases a ese otro grande del piano que fue Osvaldo Pugliese. Se asegura que a los 13 años estaba en la orquesta de Alfredo Calabró, pero lo seguro es que su primer grupo musical lo formó con su amigo Alfredo Gobbi, Alfredo Attadía, un Troilo muy jovencito, Luis Adesso en el bajo y su hermano José Goñi, en el violín.
No ha cumplido veinte años y su destino definitivo ya es el tango, una vocación que la desarrollará desde el piano donde, quienes lo conocieron, aseguran que demostró un inusual talento para la interpretación. Al respecto, las consideraciones de los críticos son casi unánimes: el piano de Goñi se distingue por un fraseo claro, un ritmo inconfundible, un estilo donde es evidente la influencia del jazz, la síncopa y el swing, variaciones aprendidas escuchando muy de pibe las sesiones de tango de Julio de Caro en el Cine Select de calle Lavalle o disfrutando de la música de su admirado jazzista Tedy Wilson.
Después de una muy breve temporada con Miguel Caló, está en radio Fénix con Cayetano Puglisi, acompañado de Eladio Blanco, Totó Rodríguez y Alfredo Calabró en la línea de bandoneones; Mauricio Nise en el violín y Francisco Vitale en el bajo. En otro momento, está el LR1 Radio el Mundo con los bandoneonistas Ciriaco Ortiz y Totó Rodríguez, los violinistas Holgado Barrios, Pedro Sapochnik y el propio Cayetano Puglisi; en el bajo está Vicente Sciareta y las voces son las de Susy del Carril y el mítico Antonio Rodríguez Lesende.
En ese deambular por diferentes formaciones musicales -una excepcional y privilegiada escuela de aprendizaje-, participa en la Orquesta Típica Paraguaya y en un improvisado cuarteto constituido para acompañar al cantante riojano Enrique Arbel, ocasión en la que grabarán “En un beso la vida” y “Charlemos”. En los carnavales de 1936, se lo ubica en la orquesta de Francisco Canaro y Luis Ricardi; también se sabe que en algún momento estuvo en el Café Nacional con la orquesta de Manuel Buzón, el hombre que en su momento le presentó a Troilo, motivo por el cual en 1937 será convocado por éste para integrar la orquesta que acaba de constituir. Más de seis años estuvo Goñi con Troilo, un tiempo en el que grabará 71 temas, un detalle menor comparado con su gravitación en esa formación musical, al punto que se llegó a decir que el alma real del grupo era el piano de Goñi, un detalle que captó rápidamente Astor Piazzolla, quien dirá al respecto: “Su forma de tocar el piano marcó el sonido de la primera orquesta de Troilo”.
Goñi y Fiorentino

Verlo frente al piano era un espectáculo aparte. Desdeñaba los rigores formales; se sentaba frente al piano como si estuviera en la mesa del café, no usaba los pedales, apenas prestaba atención al pentagrama; su genio era la improvisación, aquello que un crítico llamó la imaginación creadora. En ciertos momentos, daba la sensación de mover las manos con desgano, pero a las teclas les arrancaba sonidos únicos, recreando un fraseo delicado con la mano derecha, mientras la mano izquierda marcaba los bajos.
La orquesta de Troilo contaba con los bandoneones además del suyo- de Totó Rodríguez y Gianitelli; los violines de Reinaldo Michele, Pedro Sapochnik y José Stilman; Fazio en el bajo y, por supuesto, Goñi en el piano. Troilo debutó en el cabaret Marabú y en esas sesiones de hacha y tiza Goñi dictó cátedra interpretando temas como “Uno”, “Cuando tallan los recuerdos”, “Farolito de papel”, o “Corazón no le hagas caso”.
El pasaje de Goñi por esta orquesta fue tan brillante como conflictivo. A su talento increíble se sumaban sus impuntualidades, las inconstancias profesionales de una vida disipada que fueron minando la paciencia de un veterano de la noche como fue Troilo. Piazzolla recuerda que en diferentes ocasiones él debía hacerse cargo del piano, pero lo cierto es que estas ausencias, que se fueron reiterando con el paso del tiempo, se cortaron por la sano cuando Troilo se presentó con un escribano en el Café Germinal, donde Goñi estaba dado vuelta, trámite legal que le permitió cesantearlo, vacante que en poco tiempo será ocupada por José Basso.
Expulsado de la orquesta de Troilo, decide formar su propia orquesta que debutará el 1º de diciembre de 1943 en el Café Nacional, ocasión en la que un cronista del diario El Mundo lo calificará como “El mariscal del tango”. En esa formación, están en la línea de bandoneones el excepcional músico rosarino Antonio Ríos, el impecable Eduardo Rovira, Luis Bonnat y Roberto Di Filippo; en los violines se destacan Rolando Curcel, José Amatrain, Antonio Blanco y Emilio González; en el bajo, Domingo Domaruma y Enrique Storani en el cello. Los cantantes merecen un capítulo aparte, porque allí van a estar Rodríguez Lesende, Osvaldo Cabrera, Raúl Aldao y el gran Francisco Fiorentino, quien se retira al poco tiempo fastidiado por las impuntualidades de Goñi. Lamentablemente, esta orquesta que en su mejor momento convocó a multitudes e hizo una muy buena temporada en Radio Belgrano, sólo dejó como testimonio de su arte una deficiente grabación en la que se destacan cuatro temas: “Y siempre igual”, “Mi regalo”, “Chiqué” y “El taura”.
Orlano Goñi vivió al límite y en esas condiciones a nadie le debería extrañar que haya muerto tan joven. Piazzolla, poco afecto a las efusiones sentimentales lo describe con palabras tiernas; “Tenía unas manos hermosas como no he visto en otro pianista. Era uno de esos personajes del tango: tenía en la cara la palidez de los músicos de cabaret y unas ojeras enormes. No le gustaba la música clásica ni el jazz, pero tocando el piano era algo supremo”. Desde otro lugar, Horacio Ferrer dice algo parecido: “Sería injusto para la valoración de otros ejecutantes, afirmar que fue el mejor pianista del género, pero sería también muy difícil afirmar lo contrario”.
Singular presencia la de Goñi en el tango: su vida fue breve, su bohemia desenfrenada seguramente debe de haber conspirado contra su propia formación musical; recién en los dos últimos años de su vida tuvo una orquesta donde sus indisciplinas eran célebres. No dejó escuela ni dejó discípulos y el único tema que compuso fue “Mi regalo”, pero sin embargo todos los críticos coinciden en destacar su genio, esa inspiración que le otorgaba a su piano un sello inconfundible
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domingo, 18 de octubre de 2015

Finalizó con gran éxito de público y de crítica el 5to Festival Nacional de Tango Carlos Di Sarli de Bahía Blanca

Unas trescientas personas acompañaron la gala de cierre del 5to Festival Nacional de Tango Carlos Di Sarli realizada el pasado domingo 11 en el Teatro Municipal. “La Bahía Tanguera” fue una muestra de la movida que en la ciudad tiene actualmente el 2x4.
Con una propuesta novedosa en cuanto al formato y la variedad de intérpretes, José Valle confirmó una vez más que Bahía Blanca es uno de los exponentes del tango más representativos que tiene el país.
El espectáculo inició con un cambio de planes en la tarde-noche de Gaby y Florencia Albanesi quienes, como buenas amigas, se encontraban plácidamente charlando entre mate y mate en el living de la rubia periodista y cantante. Informadas de la actuación que debían realizar en el Teatro ambas se dirigen a la peluquería de Luis, quien la apronta para el espectáculo mientras ellas conversan sobre lo que se presentará esa noche en el municipal. Y así, con centro de estética en escena y las palabras de las chicas que iban anunciando cada número transcurrió la noche.
El primero en intervenir musicalmente fue el pianista Sergio Caballero quien interpretó un personal arreglo del tango “Bahía Blanca” del maestro Di Sarli. Seguidamente, Caballero acompañó al cantante lírico Gustavo Von Holtun quien ofreció cinco tangos donde demostró su gran caudal de voz y grandes aptitudes técnicas que le permiten, además de cantar ópera, poder decir muy bien el tango. “Uno”, “El día que me quieras”, “Grisel”, “Flor de lino” y “Remembranzas” fueron sus elegidas.
Muy bien acogido por el público, Gustavo dio paso a Susana Matilla, una reconocida intérprete de música nacional que, en su nueva faceta de solista, dio cátedra de expresividad acompañada por Sergio Caballero en páginas clásicas en su voz como “La última curda”, “Absurdo”, “El gordo Triste”, “Somos como somos”  y “La luz de un fósforo”.
A continuación fue el turno de Raúl Islas, el ganador del Primer Certamen Roberto Achával para cantantes de tango que se realizó el pasado mes de julio. Islas interpretó para comenzar el tango de Enrique Cadícamo y Guillermo Barbieri que en aquella ocasión lo consagró ganador, “Anclao en París”, al que sumó “Mariposita”, “Melodía de arrabal” y el bolero “Sabor a mi”, luego de confesar que ese género romántico es que marcó su trayectoria con la música.
Seguidamente llegaron a escena dos señoronas de 1950, con vestimenta, ambientación y hasta formas de expresase de la época dorada del tango. Güendalina Martella y Nacha Herrera evocaron aquellas épocas en que la radio era la reina del hogar con sus tangos, radioteatros y ese maravilloso mundo que permitía imaginar. Conjugando actuación con música y mucho humor las integrantes del dúo “Corte y Confesión” desplegaron una variedad significativa de ritmos musicales: valses (“Caserón de tejas”, “Pedacito de cielo” y “Romance de barrio”), bolero (“Alma mía”), ranchera (“Me enamoré una vez”), foxtrot (“Rubias de New York”), y, por supuesto, tangos como “Los mareados”, “El choclo” y “Madreselva”, con una magistral imitación de Libertad Lamarque realizada por Güendalina mientras se acompañaba con el piano, que hizo reír a carcajadas a toda la platea.
Seguidamente llegó al escenario Anyela Cabrera, exquisita cantante de baladas que esta vez se sumó al tango con personales versiones de los tangos “Nada” de Sanguinetti y Dames  y “El corazón al sur” de Eladia Blázquez.
Para agregarle ritmo y arrabal a la noche, llegó al escenario Alberto Acuña, cantor de experiencia que desplegó todo su capital artístico acompañado por dos guitarristas puntaltenses que con vigor, secundaron prolijamente a un cantor emocionado, agradecido y en todo su esplendor que cerró su participación con una muy lograda versión de “Adiós Pampa mia”.
Finalmente, Gaby y Flor, con peinados y vestimenta listos, salieron de la peluquería para “entrar a escena” y ponerle una sonrisa al cierre de una noche que se prolongó por casi tres horas de espectáculo. Con su contrapunto habitual de seriedad y absurdo, de comentarios picarescos y emotivos las “brujas” hablaron de los hombres, el amor y la mujer actual con canciones y tangos excelentemente interpretados que el público recibió con mucha atención y reiteradas sonrisas. Gaby ofreció “Muchacho”, “Canchero”, “Oro y Plata” y “Cuando me entrés a fallar” mientras que Florencia repondió cada uno de esos tangos con “Mucha pinta” de la cantautora Claudia Levy, la ranchera “Pistolita” de Paquita la del Barrio, “La mina del Ford”, una adaptación del tango “Tu vieja” de Lucio Arce y “Mujer inconveniente” de Liliana Felipe. Finalmente, a dúo interpretaron la balada “Como toda mujer” de Alejandro Vezzani.
Así culminaron once días de actividad tanguera en la ciudad que se renovarán en la 6ta edición 2016 de este maravilloso festival que crece y se consolida año a año.

Oscar Alonso

El Café Nacional de calle Corrientes al 900, fue uno de los notables santuarios del tango, el lugar
donde se celebraban diariamente las ceremonias en su homenaje. Por allí desfilaron los mejores y, en ese palco, se consagraron los grandes músicos y cantores del género. Uno de ellos, considerado en su tiempo la gran promesa del tango canción, fue Pedro Carlos Brandán, conocido poco años después como Oscar Alonso.
En el tango, como en cualquier universo con historia, existen los mitos, las leyendas y los próceres. Como en toda celebración no faltan los maestros y los sacerdotes que inician a los aspirantes en la nueva fe. Alonso fue uno de los privilegiados. Aún no tenía veinte años y ya estaba bendecido por los grandes ases del tango. El primero fue nada más y nada menos que Carlos Gardel. Según cuenta Cátulo Castillo, alrededor de 1933 Gardel cantaba en una obra de teatro menor y cuando concluía su jornada se iba a tomar unas copas al Nacional. Allí, fue cuando escuchó por primera vez a Alonso y le dijo a Pascual Carcavallo: “Pucha que canta lindo ese morocho”. La otra versión proviene de Vaccarezza. Según sus palabras, Gardel lo fue a saludar a Alonso a su camarín y le dijo más o menos lo siguiente: “Yo me voy pibe, y el tango queda en tu garganta de oro. Cuidala, y no te engrupas”.
En estos casos, poco importa saber si la historia es verdadera o si hay documentos que la verifiquen, porque en el mundo mítico lo que vale siempre es la leyenda, que el rumor circule, que la imagen se instale en la memoria, que en la mesa de un bar, en la barra o en algún local nocturno, un grupo de hombres lo comente con asombro, con admiración.
Lo cierto es que Alonso ingresa al tango por la puerta grande y provisto de las mejores credenciales. Una de ellas se la otorga Homero Manzi, cuando le comenta a un amigo. “Cada vez que canta este muchacho, me hace temblar”. No concluyen allí los reconocimientos de los grandes. Según uno de sus biógrafos, Néstor Pinzón, Aníbal Troilo le confío una noche que “Alonso fue el más grande cantor de tangos después de Gardel, anotalo nomás sin ninguna duda”.
El hombre nació con el ángel en la garganta y el don del canto. No se le conocen estudios profesionales, pero escuchándolo daría la impresión de que no los necesitaba. Había nacido el 12 de octubre de 1912 en la localidad de Florentino Ameghino, un caserío vecino a San Antonio de Areco. Otra señal del destino. Pedro Brandán fue su padre, el hombre que Ricardo Güiraldes menciona entre los gauchos y reseros a quienes les dedica su libro “Don Segundo Sombra”.
A los catorce años, el muchacho ya vive con su familia en Buenos Aires. Dos años después debuta en un local de Florida y Esmeralda. Se dice que se inicia con el tema “La última copa”. Para esos años, actúa en el programa radial “La voz del aire”, acompañado por el trío dirigido por Vicente Fiorentino. En 1932, Anselmo Aieta lo lleva al Café Nacional. También con Aieta actúa en el viejo teatro San Martín.
Para esos años, se perfila como una de las grandes promesas del tango. Juan Canaro hace gestiones para que en 1938 ingrese a Radio Prieto, conocida después como Radio Argentina. Allí el director artístico de la emisora lo bautiza con el nombre con el que lo reconocerá la posteridad: Oscar Alonso. Es en esos años cuando se hace amigo de Hugo del Carril, con quien, además, compartirán futuros ideales políticos.

Se supone que al iniciarse la década del cuarenta, Alonso ya posee un perfil artístico definido. Su voz de barítono es una marca registrada en la noche porteña. Para esa fecha algunas de sus grabaciones en el sello Odeón empiezan a ser coleccionadas por los tangueros. Las dos primeras son en 1936. Se trata de los temas “Llueve”, de Horacio Petorossi y “Qué es lo que vez”, de Agustín Delamónica y Hugo Gutiérrez. Ese mismo año graba “San José de Flores” y “Comparancia”. Y en junio de 1937 se despacha con “Mañanitas camperas” y “Que nunca me falte”. No sólo graba, también escribe. Dos poemas pertenecen a su autoría, “Yo no quiero que le escribas” y “Tardecitas de campo”.
Alonso fue un típico cantor solista. Pasó por algunas orquestas, como las de Agustín Galván, Héctor María Artola y Carlos García, pero lo que definió su identidad fue su condición de solista, y siempre acompañado por muy buenas guitarras, como la de José Canet, por ejemplo. Según los entendidos, las mejores grabaciones pertenecen al período con Artola, pero las que han trascendido al gran público son las que hizo a partir de 1967 con Carlos García.
Una pregunta legítima en este caso, es por qué un cantor con dotes excepcionales como las de Alonso, no llegó a tener el reconocimiento que sus condiciones acreditaban. Las respuestas son diversas. Algunos dicen que su condición de solista conspiró en su contra, en un tiempo en que la consagración del canto la daban las grandes orquestas. Otros, hablan de su inconstancia, de su vida disipada, de sus largas giras por América Latina, de su prolongada estadía en Cuba. Lo cierto, de todos modos, es que la gran esperanza del tango, el hombre bendecido por Gardel, Manzi y Troilo, no pudo o no supo estar a la altura de esas expectativas.
Sin embargo, allí están sus grabaciones, alrededor de cien, que testimonian la calidad de su canto. Temas como “Jamás lo vas a saber”, “Rubí”, “Tus besos fueron míos”, “Barrio pobre”, “No me pregunten por qué” , “Yo también”, “Cuando tallan los recuerdos”, “Aquel muchacho triste”, merecen escucharse, porque dan cuenta de su calidad interpretativa, del registro de su voz, de los matices que era capaz de trabajar.
Oscar Alonso se identificó con el peronismo desde su nacimiento en 1943. En esos años, graba “Versos de un payador al general Juan Domingo Perón y Eva Perón”. Años más tarde le dedica un tango a Augusto Timoteo Vandor con letra y música de Alberto Caroprese. Para los amigos de las curiosidades, graba dos temas, “Seguí como sos” y “San Isidro”. Las letras son de quien fuera durante años el intendente de San Isidro, Melchor Posse.
A todas esas hazañas, Alonso siempre permitió que se las mencionaran con afecto, pero a la hora de evocar su recuerdo más querido como cantor, siempre se refería a las veinticinco funciones seguidas a sala llena en el cine 25 de Mayo del barrio porteño de Villa Urquiza. Sus giras por la provincia de Buenos Aires, también fueron memorables por la respuesta del público
Como todo artista popular de su tiempo, incursionó en el cine en películas que no fueron gran cosa, pero que permiten apreciar el tono de su voz. En 1934, actúa en “Los locos del cuarto piso”, dirigida por Lisandro de la Tea. Y en “Pampa y cielo”, de Raúl Guruchaga. Los más veteranos recuerdan de aquellas lejanas tardes de cine, el famoso noticiero “Sucesos argentinos”. Pues bien, hay dos cortometrajes que cuentan con su participación. Allí interpreta “Senda florida” acompañado de la orquesta de Juan Polito y los cantores Carlos Roldán y Chola Luna.
En 1952, Lucas Demare filma “Mi noche triste” donde es posible apreciar a su voz en off cantando el tango de Pascual Contursi. Por último, cómo no recordar su participación en la obra “Boite rusa”, en el famoso Teatro Liceo. Allí, durante dos años 1939 a 1941- estuvo acompañado por los actores José Olarra y Pierina Dealesi.
A partir de 1966 y hasta 1974, Alonso grabó en diferentes ocasiones acompañado por la orquesta de Carlos García. Su voz mantenía su temple, pero empezaba a declinar. Algo deteriorado por los años y los excesos, mantuvo hasta el final de sus días, es decir, hasta el 15 de enero de 1980, su lealtad incondicional al peronismo.