miércoles, 18 de julio de 2018

Hoy cumpliría 91 años Ángel Cárdenas

La localidad de Chacabuco dio a varios reconocidos tangueros. Uno de ellos fue Angel Cárdenas, que nació en ese pago bonaerense, en 1927. En Buenos Aires no pasó la década de oro del tango como parte de algún binomio orquestal de los más celebrados sino acompañado por un grupo de guitarras. Recién en la década siguiente, a mediados de los cincuenta, tuvo el honor de ser convocado por Aníbal Troilo y la posibilidad de crear un dúo de voces con Roberto Goyeneche que dejó algunas versiones memorables.
Otro de sus méritos fue haber logrado en poco tiempo varios éxitos con versiones como "Te llaman malevo", "Callejón" y "Chuzas", (de ahí el apodo con diminutivo que se menciona al principio de estas líneas). Incluso se destacó con versiones de temas como "La flor de la canela", clásico peruano que difícilmente esté asociado al repertorio tanguero. Esa etapa de trabajo con Pichuco duró unos pocos años, porque en la década del sesenta volvió a probar suerte como solista. Con los años tomó otros rumbos de trabajo, sobre todo en el hemisferio norte. Arrancó por Perú, Venezuela, Puerto Rico y luego pasó algunas temporadas en Nueva York, con el impulso que le dio Fernando Lamas.
En los Estados Unidos continuó desarrollando su carrera como cantante y en la Argentina matizó su oficio de cantor con incursiones en el cine. Tuvo pequeñas intervenciones en "Juvenilia", "Y mañana serán hombres" y "Sabaleros". En 1960 participó en "Sábado a la noche", bajo las órdenes de Fernando Ayala.
Durante su paso por las pantallas no se conformó con el simple rol de actor, o de cantante que actúa. En 1967 regresó a Buenos Aires con la idea de actuar y dirigir un libro propio que se llamó "Una cabaña en La Pampa". El film se estrenó en 1971. "No sé si será bueno, pero tengo la seguridad de que tendrá autenticidad", decía por aquellos años. Es que lo campero siempre estuvo presente en su trabajo, incluso en la elección de repertorios.
Siempre muy inquieto, en una de las últimas charlas con LA NACION, a fines de 2004, decía que "Los cantores no cumplen años, cumplen ciclos", y hablaba de varios proyectos: un documental, un libro, un nuevo CD, y sus actuaciones en distintos países.
La muerte lo encontró solitario,el 4 diciembre 2005, en su casa, luego de su última presentación en el Bar Tuñón.
Cárdenas fue uno de los mejores intérpretes del género milonga —con un estilo creativo y muy campero—, un gran difusor de la cultura popular y un personaje muy pintoresco de la bohemia tanguera.

viernes, 6 de julio de 2018

En Bahía Blanca preparan sus Clásicas jornadas en Homenaje a Aníbal Troilo

El Ciclo Cultural Bahía Blanca NO Olvida,dirigido por el escritor y productor cultural José Valle , presenta la sexta edición de Homenaje a Aníbal Troilo, PICHUCO X SIEMPRE, cuatro jornadas de espectáculos para recordar al Bandoneón Mayor de Buenos Aires que visitara la ciudad en numerosas ocasiones.

Miércoles 11, 21.30 hs en Tributo Resto Bar (Dorrego 20): Dentro del clásico espectáculo “Tributo a la nostalgia” donde actuarán la joven Tizi Petris, el folklorista Alberto Roche y la conductora Paola Marcó, se entregará una distinción a la trayectoria del Centro de Estudios y Difusión de la Cultura Popular Argentina al bandoneonista Alberto Haedo.
Jueves 12, 21.30 hs en el Centro Cultural de la Cooperativa Obrera (Zelarrayán 560): Documental sobre la vida y obra de Aníbal Troilo, entrega de distinción del CEDICUPO a la trayectoria al periodista Agustín Sagasti y participación musical de Gaby “La voz sensual del tango”.
Viernes 13, 21,30 hs en el Café Histórico (Av. Colón 602): Show musical de la reconocida Rosana Soler, Omar Olea y Santiago Pérez acompañados por las guitarras de Juan Carlos Brigante y Nacho Cabrera. Reservas: 291-154161711.
 
Gaby
Sábado 14, 21.30 hs en el Café Histórico (Av. Colón 602): Show musical de los consagrados Nora Roca y Víctor Volpe. Reservas: 291-154161711.
ANIBAL TROILO:
El bandoneón lo atrapó cuando lo escuchó sonar en cafés de su barrio. Tenía 10 años cuando convenció a la madre de que le comprara uno. Lo obtuvieron a 140 pesos de entonces, a pagar en 14 cuotas, pero luego de la cuarta el comerciante murió y nunca nadie les reclamó el resto. Con ese instrumento tocó casi toda su vida. Su primer contacto con el público fue a los 11 años, en un escenario próximo al Abasto, bullicioso mercado frutihortícola convertido hoy en un shopping center. Luego integró una orquesta de señoritas, y a los 14 años ya tuvo la ocurrencia de formar un quinteto. En diciembre de 1930 integró el renombrado sexteto conducido por el violinista Elvino Vardaro y el pianista Osvaldo Pugliese, donde Pichuco tuvo de ladero por primera vez a Ciriaco Ortiz. El segundo violín del conjunto era Alfredo Gobbi, luego célebre director de orquesta. De ese mítico sexteto no quedó ningún registro discográfico.
En 1931 realizó Troilo una breve incursión en la orquesta de Juan Maglio (Pacho). Al promediar ese año se reencontró con Ortiz en la orquesta Los Provincianos, una de las varias creadas por el sello Victor, fundamentalmente para grabaciones. Más tarde se integró a una orquesta gigante formada por el violinista Julio De Caro para presentarse en un concurso en el Luna Park (estadio cerrado para boxeo y espectáculos diversos). Pasó luego brevemente por las orquestas de Juan D'Arienzo, Ángel D'Agostino, Luis Petrucelli y por la Orquesta Típica Victor, dirigida en ese momento por otro bandoneonista de nombradía, Federico Scorticati.
Troilo formó parte del Cuarteto del 900, con el acordeonista Feliciano Brunelli, Elvino Vardaro y el flautista Enrique Bour. Luego se suma a la orquesta gigante del pianista Juan Carlos Cobián para los carnavales de 1937, su última parada antes de lanzarse con su propia orquesta. El hecho ocurrió el 1 de julio de ese año en la boite Marabú, donde un letrero anunciaba: «Hoy debut: Aníbal Troilo y su orquesta». Y otro proclamaba: «Todo el mundo al Marabú / la boite de más alto rango / donde Pichuco y su orquesta / harán bailar buenos tangos».
Ese mismo año conoce a Ida Calachi, muchacha de origen griego empleada en un local nocturno. Se casa con ella al año siguiente, cuando también llega por primera vez al disco. Esto ocurrió en el sello Odeón el 7 de marzo de 1938 con los tangos “Comme il faut”, de Eduardo Arolas, y “Tinta verde”, de Agustín Bardi. Sin embargo, por conflictos con la empresa no registró ninguna otra placa, hasta que en 1941 volvió a grabar para Victor. Lo hizo el día 4 de marzo de aquel año con su cantor emblemático, Francisco Fiorentino, popularmente conocido como Fiore. La orquesta de Troilo grabó hasta el 24 de junio de 1971, día en que dejó registrada la última de sus 449 versiones. A éstas hay que agregar las inolvidables realizaciones plasmadas por Pichuco junto al guitarrista Roberto Grela, con la colaboración de Edmundo Zaldívar en guitarrón y Enrique Kicho Díaz en contrabajo. Este admirable cuarteto grabó doce temas a lo largo del período junio 1955 - septiembre 1956. En 1962 volvieron a reunirse para llevar al disco diez temas más, aunque esa vez junto a Troilo-Grela estaban Roberto Láinez en guitarra, Ernesto Báez en guitarrón y Eugenio Pro en contrabajo.
Nora Roca
En 1968, formó el Cuarteto Aníbal Troilo para grabar en Victor 11 tangos y una milonga. Lo acompañaban Ubaldo De Lío (guitarra), Rafael del Bagno (contrabajo) y Osvaldo Berlingieri (piano). Habría que sumar dos dúos de bandoneón con Astor Piazzolla en 1970, cuando registraron “El motivo (Pobre paica)”, de Cobián, y “Volver”, de Carlos Gardel. Se arriba así a un total de 485 grabaciones editadas, aunque se supone que existen varias otras que no llegaron al público.
Cantores que pasaron por su orquesta, Francisco Fiorentino, Aldo Calderon, Alberto Marino, Floreal Ruiz, Edmundo Rivero, Jorge Casal, Raúl Berón, Roberto Rufino, Ángel Cárdenas , Roberto Goyeneche,Tito Reyes, el bahiense Roberto Achaval entre otros.. Sus pianistas se convirtieron sistemáticamente en directores de orquesta: así ocurrió con Orlando Goñi, José Basso, Carlos Figari, Osvaldo Manzi, Osvaldo Berlingieri y José Colángelo.
Como compositor, Troilo creó un extenso número de obras fundamentales. Algunos de sus títulos más notables son “Toda mi vida”, “Barrio de tango”, “Pa' que bailen los muchachos”, “Garúa”, “María”, “Sur”, “Romance de barrio”, “Che bandoneón”, “Discepolín”, “Responso”, “Patio mío”, “Una canción”, “La cantina”, “Desencuentro” y “La última curda”.
Fue un personaje mítico de Buenos Aires, a quien, como describió el poeta, Adrián Desiderato: «Fue un 18 de mayo, ese día al bandoneón, se le cayó Pichuco de las manos».

Jorge Maciel

Maciel, Pugliese y Belusi
Su nombre real era Carlos Pellegrini. Ignoro las razones por las que decidió llamarse Jorge Maciel, pero lo cierto es que este cantor de tangos, emblemático de la década del cuarenta, ya era conocido con ese nombre cuando integraba la orquesta de Alfredo Gobbi, previo haber hecho los primeros palotes en las orquestas de Juan Carlos Caviello, Miguel Zabala, Félix Guillán y Roberto Caló, el hermano de Miguel.
El hombre nació en el muy tanguero barrio de La Boca el 17 de septiembre de 1920 y antes de cumplir los treinta años ya era el cantor estrella de Gobbi, una de las orquestas mejor calificadas, en un tiempo en que este reconocimiento no lo ganaba cualquiera. Para 1954 Maciel ingresa a la orquesta de Osvaldo Pugliese, donde compartirá micrófonos con cantores de la talla de Alfredo Belusi, Miguel Montero, Carlos Guido y Abel Córdoba. En 1968 se integra al Sexteto tango, la formación musical creada por los músicos de Pugliese en un tiempo duro para quienes querían ganarse la vida con la música, en una época en que los honorarios que pagaban los empresarios de la noche no alcanzaban para financiar a las “multitudinarias” orquestas de los años cuarenta. En el Sexteto tango militan Julián Plaza, en el piano; Osvaldo Ruggiero y Víctor Lavallén en los bandoneones; Emilio Balcarce y Oscar Herrero con los violines, y Alcides Rossi en el contrabajo.
Ya para esos años, Maciel es un cantor consagrado, cuya presencia además de ser aclamada en los escenarios porteños y provincianos, se ha impuesto ante plateas tan diversas como las de Rusia, China y Japón, giras que realizó con Pugliese y los amigos del Sexteto tango.
El estilo de vida de los artistas no suele ser piadoso con su salud. Las trasnochadas alientan inevitables excesos y ello, tarde o temprano, impacta en la salud, pero sobre todo en la voz. No obstante, a los cincuenta y cinco años, Maciel seguía siendo un cantor con aptitudes y, sobre todo, mucho oficio. Lo fue hasta el momento en que se vio obligado a operarse de una hernia y su corazón no resistió los efectos de la anestesia. Murió en Buenos Aires el 25 de febrero de 1975.
Uno de los parámetros para apreciar a un cantor de jerarquía es evaluar los temas que supo consagrar, esos temas que lo distinguen y que nadie o casi nadie puede luego interpretar, porque es como si los hubiera marcado para siempre con su estilo. Es el caso de Carlos Gardel con “Mi Buenos Aires querido”, de Agustín Magaldi con “El penado catorce”, de Ignacio Corsini con “La que murió en París”, de Roberto Goyeneche con “Naranjo en flor”, de Floreal Ruiz con “Vieja amiga”, de Julio Sosa con “Mala suerte” o de Edmundo Rivero con “Escolaso”.
Maciel exhibe en su curriculum, por ejemplo, “Remembranzas”, un tango de Mario Melfi y Mario Battistella, el autor entre otros tangos de “No aflojés” y “Cuartito azul”. “Remembranzas” lo grabó para la RCA Víctor en 1948, acompañado por la orquesta de Gobbi, orquesta en la que dejó registrados dieciocho temas, uno acompañado por Ángel Díaz y tres con Héctor Coral. De “Remembranzas”, merecen citarse los primeros versos: “Cómo son largas las semanas / cuando no estás cerca de mí / no sé qué fuerzas sobrehumanas / me dan valor lejos de ti...”
También con esta orquesta grabó otro de sus clásicos. Se trata de “Canzoneta”, con música de Erma Suárez y letra de Enrique Lary, autor, entre otros temas, de “Noches de Brasil”, “Por las calles del tango” “Los largos del pibe”. “Canzoneta” fue interpretado entre otros por Héctor Mauré, Jorge Falcón y Alberto Marino, pero la versión de Maciel es considerada por sus seguidores como la más lograda. “La Boca... Callejón... Vuelta de Rocha / Bodegón... Genaro y su acordeón...”.
Al período con Gobbi pertenece otro clásico que en su momento apasionó y arrancó lágrimas a los oyentes futboleros. Me refiero a “La número cinco”, de Reinaldo Yiso y Orestes Cúfaro, grabada en junio de 1951, un poema que culmina con un escena antológica, el momento en que los jugadores del equipo de fútbol se hacen presentes en la sala del Hospital Muñiz para entregarle al pibe enfermo la pelota con la que jugaron ese domingo en la cancha. En la grabación se filtra en algún momento la voz de Fioravanti, merecido homenaje a quien fuera por lejos el mejor relator de partidos de todos los tiempos.
Con Osvaldo Pugliese, Maciel grabó sesenta y seis temas, tres de ellos con Montero, dos con Guido, seis con Belusi y tres con Córdoba. Pertenecen a ese período letras como “Por una muñeca”, de Emilio Balcarce y Manuel Barros, pero el tema que lo consagró, el que le valió el reconocimiento de los críticos más exigentes, fue “Recuerdo”. Jorge Faruk dice al respecto: “Una obra de antología, un tango tan difícil de cantar que parecía hecho para Maciel, cuya interpretación dejaba la sensación de no darle trabajo alguno”.
“Recuerdo” fue grabado por Pugliese en 1966. La letra es de Eduardo Moreno, pero acerca de la autoría de la música hay un debate aún no zanjado, ya que están los que sostienen que pertenece a Adolfo Pugliese, padre de Osvaldo; a su hermano Vicente Salvador, “Fito”, o al propio Osvaldo. Las tres hipótesis están bien fundamentadas, pero también son buenas las refutaciones. Coleccionistas e investigadores suelen dejar la vida en estas polémicas, pero más allá de los detalles -cuya importancia no desconozco- lo cierto es que “Recuerdo” es un tangazo que antes de ser interpretado por Pugliese con Maciel, fue estrenado por el cuarteto de Juan Fava en el café Mitre de Villa Crespo; en 1927 interpretó por primera vez la letra de Moreno la cantante Rosita Montemar. A esta versión hay que sumarle las de Julio de Caro, la de la Orquesta Típica Víctor, con la voz de Roberto Díaz y, en los años cuarenta, la de la formación de Ricardo Tanturi.
Se dice que en “Recuerdo”, la composición musical es superior a la calidad de la letra. Todo merece discutirse, pero lo seguro es que su interpretación es muy difícil y exige del cantor ductilidad y mucho cuidado.
“Recuerdo”, según se sabe, pudo haberse titulado como “Recuerdo para mis amigos” o “A mis amigos”. Se dice que a la melodía Pugliese la fue imaginando en sus habituales viajes en tranvía desde el barrio al centro. Y que en su momento la composición fue dedicada a los amigos de la barra “La cueva del Chancho”.
Una estrofa de “Recuerdo” merece evocarse: “Quedó su nombre grabado / por la mano del pasado / en la vieja mesa del café del barrio sud / donde anoche mismo una sombra de ayer, / por el recuerdo de su frágil juventud / y por la culpa de un olvido de mujer, / durmióse sin querer / en el Café Concert”.
Con respecto al autor, hay que decir que Moreno escribió, además de este tema, poemas como “Ausencia”, “Navidad” y “Barra de oro”: “Muchachada amiga, sincera y derecha, / muchachada de oro de la época azul / No quedó ninguno, se fugaron todos, / como el cigarrillo de la juventud”.
En el Sexteto Mayor, Maciel dejó grabados veinticuatro temas, un registro en el que se confunden tangos de la guardia vieja con letras como “Mi ciudad y mi gente” o “Chiquilín de Bachín”. Pertenecen a su repertorio letras como “Pasional”, “Así era ella”, “Estás en mi corazón”, “Cascabelito” o “Muchachos”.