miércoles, 20 de julio de 2016

“Te llaman malevo”

El tango se escribió a pedido. Unos amigos le dijeron a Troilo que se decida de una buena vez a componer algo con Expósito para que no le ocurra lo mismo que con Discépolo, quienes en innumerables ocasiones se comprometieron a hacer algo juntos y jamás lograron concretarlo. Lo cierto es que llegó el día en que se pusieron de acuerdo y en poco tiempo el tango ganó la calle.
A “Te llaman malevo” lo estrenó Ángel Cárdenas, que hacía poco tiempo acababa de ingresar a la orquesta de Pichuco recomendado por Osvaldo Manzi y para reemplazar a Carlos Olmedo. Siete u ocho años después, al tango lo cantó Tito Reyes acompañado por la misma orquesta. De Tito Reyes se dice que fue el último cantor de Troilo, aunque al respecto todo depende con el cristal con que se mire, ya que para los iniciados en el tema, el último cantor fue Roberto Achával, hombre oriundo de Bahía Blanca y que participó con Troilo en un recital en el Teatro Odeón en abril de 1975 titulado “Simplemente Pichuco”, recital que no fue muy bien acogido por el público, noticia que afectó mucho a Troilo, aunque es una exageración decir -como efectivamente se ha dicho- que culpa de ese desengaño murió de tristeza pocos meses después.
Esa noche en el Teatro Odeón, Achával cantó precisamente “Te llaman malevo”, aunque nunca grabó con Troilo. Sí, existe una cinta donde Pichuco y Achával ensayan este tango. Allí puede apreciarse la calidad vocal de este gran cantor y uno de los últimos firuletes de Troilo con su fueye. Habría que recordar -a título de información- que después de la muerte de Troilo, Expósito escribió en su homenaje “Ese muchacho Troilo”, con música de Enrique Francini, un inspirado homenaje al amigo de parte del primo de Billy Cafaro.
Además de Cárdenas y Reyes, “Te llaman malevo”, fue grabado por Nelly Omar, Roberto Goyeneche y Rubén Juárez. En 1972, en televisión se inició una serie titulada “Malevo”. El libro era de Abel Santa Cruz y trabajaban como actores Rodolfo Bebán, Oscar Ferrigno, Gabriela Gili ,Eduardo Rudy, Oscar Casco e  Ignacio Quirós La serie contó con una amplia audiencia y los memoriosos recuerdan que la música de fondo era, precisamente, “Te llaman malevo”, entonada por Roberto Achával.
A los grandes cantores se los relaciona con un tango emblemático. Gardel, por ejemplo, con “Mano a mano”; Magaldi, con “Consejo de oro”; Vargas, con “Tres esquinas”; Fiorentino, con “Malena”; Rivero, con “Sur”; Goyeneche, con “Naranjo en flor”. Pues bien, “Te llaman malevo”, pertenece a Roberto Achával
Los críticos afirman que este tango no es lo mejor de Expósito. No estoy tan de acuerdo. No tendrá el nivel de abstracción poética de “Naranjo en flor”, “Maquillaje” o “Yuyo verde”, pero su nivel narrativo es excelente. Se trata de un tango que cuenta una historia con desenlace trágico: el suicidio de su protagonista. El suicidio después de haber sido un hombre bueno, de haber sufrido un desengaño amoroso, de haberse jugado más de una vez la vida con un facón en la mano y de haber descubierto a la vuelta del camino que no hay otra salida que la muerte. ¿Acaso ese itinerario nos recuerda esa perfecta síntesis poética que tanto le gustó a Cioran: “Primero hay que saber sufrir, después amar, después partir y al fin andar sin pensamientos...”.
Presentemos al poema: “Nació en un barrio de malvón y luna/ por donde el hambre sabe hacer gambetas/ y desde pibe fue poniendo el hombro/ y anchó a trabajo su sonrisa buena”. El inicio es excelente. Están todos los condimentos para sazonar a un buen tango: el barrio, la luna y la sonrisa buena.
“La sal del tiempo le quemó la cara/ cuando una mina lo dejó en chancleta/ y entonces solo, para siempre solo/ largó el laburo y se metió en la huella”. Que un desengaño amoroso hiera a un hombre no es nada nuevo en la literatura; lo que importa en este caso no es tanto la historia como la manera de contarla. Después de todo, la sal del tiempo a todos nos oxida la cara.
Luego llega el estribillo, algo admonitorio y algo ponderativo. “Malevo, te olvidaste en los boliches/ los anhelos de tu vieja./ Malevo, se agrandaron tus hazañas/ con las copas de ginebra./ Por ella, tan sólo por ella/ dejaste una huella de amargo rencor./ Malevo, ¡qué triste!/ jugaste y perdiste,/ tan sólo por ella/ que nunca volvió”. El fracaso con una mujer es la causa, además del derrumbe final, de una elección de vida dictada por el dolor, tal vez el resentimiento. No es el hambre, la pobreza o la rebeldía lo que lo lanza a la “huella”, sino ese amor maldito de su primera juventud.
En la última estrofa se cierra la historia. “Tambor de tacos redoblando calles/ para que se entren las muchachas buenas/ y allí el silencio que mastica el pucho/ dejando siempre la mirada a cuenta”. ¿Por qué las muchachas buenas entran a su casa cuando se oye el tambor de tacos? ¿Es el recato porque las putas ganaron la calle? ¿O ese eco, ese redoble, lo producen los tacos del malevo? No importa la respuesta, importa la puesta en escena.
“Dicen que dicen que una noche zurda/ con el cuchillo deshojó la espera/ y entonces solo como flor de orilla/ largó el cansancio y se mató por ella”. El “dicen que dicen” remite a una noche zurda. Giros como éstos después los van a usar otros poetas, pero Expósito es único en lo suyo. También pertenece a su poética comparar la soledad con la flor de orilla. Y a la angustia con el cansancio, con ese cansancio que nuestro malevo en algún momento no soportó más.

viernes, 15 de julio de 2016

Cadícamo y el Zorzal

“Tengo 23 tangos grabados por Gardel. Unico caso de autor. Nadie tiene ese orgullo. Un verdadero record”, se alegraba Enrique Cadícamo en una carta fechada en 1998. Por entonces se editaban por primera vez todos sus tangos juntos en la voz del Zorzal a través del sello Odeón.
El tango que conectó a Gardel con Cadícamo fue el primero que escribió el autor, cuando todavía trabajaba como escribiente en el Archivo del Consejo Nacional de Educación junto a Leopoldo Lugones: Pompas de jabón. Una pieza que originalmente se llamó Pompas, pero Cadícamo cambió su título porque el compositor, Roberto Emilio Goyeneche –tío del Polaco–, falleció poco antes de la primera grabación y quiso evitar la analogía con las pompas fúnebres. Cadícamo recuerda que Gardel, al descubrirlo tan joven, le preguntó con sorna: “¿A quién le pungueaste la letra?” (ver recuadro). Después de ese, le grabó 22 temas más en menos de ocho años.
La recopilación que presenta este diario abre con uno de los tangos emblema de Gardel, Anclao en París. A modo de bonus track, culmina con la primera grabación que hizo el cantante de la sonrisa eterna de ese mismo tango, hecha en París en 1931, unos meses antes que la anterior, acompañado por sus guitarristas Guillermo Barbieri y Angel Riverol. Allí se añora a la lejana Buenos Aires, ahora modernizada: “Cómo habrá cambiado tu calle Corrientes/ Suipacha, Esmeralda, tu mismo arrabal/ alguien me ha contado que está floreciente/ y un juego de calles se da en diagonal”. “Yo copié del natural sobre los muchachos que no habían tenido suerte, que estaban dando vueltas por París, que habían ido con el sueño de ser bailarines y no habían sido nada. Esa derrota me inspiró. Estaban sin plata, sin fe, con ganas de volver a Buenos Aires”, contaba Cadícamo.
En su libro Debut de Gardel en París, de editorial Corregidor, el poeta cuenta que escribió este tango en Barcelona, por un pedido expreso que le hizo Gardel y que le comunicó por carta Barbieri: “Esa misma noche y de un tirón, en una mesa del grill, con el barullo de sus alegres turistas de fondo, escribí Anclao en París”, relata. Estoy hablando del año ’28, ’29. Tomé un block de papel. Eran las 2 de mañana. Fue raro: Anclao en París lo hice de un tirón, cosa que no era habitual en mí, porque el autor tacha, rompe el papel. Esa noche yo estaba muy apurado, me iba a buscar un amigo para salir. Con el apuro, lo terminé de un tirón. Se lo mandé a Barbieri por vía aérea: fue la primera composición que hice por avión. Lo grabó Gardel y tuvo mucho éxito porque era copiado del natural, como aconseja Aristóteles. Salen las cosas con más claridad”.
Muchos de los temas de Gardel interpreta a Cadícamo retoman a aquella misma mujer de Pompas de jabón, la que derrocha sus abriles, pero que debe recordar que su belleza un día se esfumará. Esa Muñeca brava a quien se le advierte: “Cuando llegués al final de tu carrera tus primaveras verás languidecer”. Y en Che, papusa, oí: “Si entre el lujo del ambiente, hoy te arrastra la corriente, ¡mañana te quiero ver!”. O como se le dice a la Callejera: “Cuando estés vieja y fulera tendrás muerto el corazón (...) Seguí, nomás, deslizá tus abriles por la vida... que cuando empiece atallar el invierno de tu vida, notarás arrepentida que has vivido un carnaval”. Ahí está, también, La reina del tango: “Che milonga, seguí el jarandón, meta baile con corte y champán, ya una noche tendrás que bailar el tango grotesco del Juicio Final”. Tangos que avanzan sobre el prototipo femenino de la mujercita que descarrila en la juventud, pero a quien la vida espera con el castigo fatal del paso de los años. Un prototipo sobre el que Cadícamo supo explayarse con genial poesía.
Entre todas esas mujeres, hay una de la que Cadícamo se apiada, Madame Ivonne. En su muy completa biografía de Gardel, Julián y Guido Barsky revelan que Madame Ivonne existió: su nombre fue Ivonne Guitry, conoció a Gardel en París y se enamoró de él, llevando una vida de tango a cuestas. Casada a los 16 años con un príncipe asiático, contrajo una enfermedad venérea incurable y desde los 18 se dedicó a derrochar su fortuna viviendo todos los excesos en los cabarets parisinos. “Guitry continuó tras los pasos de Gardel exactamente como una sombra”, dicen los Barsky. “Años después ella asegurará que viajó con él a Buenos Aires y que el tango fue compuesto en su honor, por sugerencia del propio Gardel.” Verdadera o no la versión de Madame Guitry, lo cierto es que los versos de Cadícamo coinciden con su historia: “Era la papusa del Barrio Latino/ que supo a los puntos de verso inspirar/ pero fue que un día llegó un argentino/ y a la francesita la hizo suspirar./ Madame Ivonne, la Cruz del Sur fue como un signo/ Madame Ivonne, fue como un signo de tu suerte./ Alondra gris, tu dolor me conmueve/ tu pena es de nieve, Madame Ivonne”. O que la historia de su vida fue, propiamente, la de un tango.
Hay otro tango-emblema que nació al calor de la crisis del ’30 y que Gardel grabó tan pronto como fue escrito, Al mundo le falta un tornillo. En su libro Mis memorias, Cadícamo recuerda el nacimiento de aquel tema: “La crisis mundial había entrado al país en forma implacable. Hubo desocupación y ésta trajo como consecuencia la primera villa miseria, que ocupó un sector de Puerto Nuevo y comenzó a hacer funcionar la tristemente recordada olla popular. Ese momento ingrato me inspiró una letra que a mí me parecía dramática por su contenido y al guitarrista Aguilar, festiva. Entusiasmado con la actualidad que reflejaba, le adaptó música y se la hizo escuchar a Gardel, quien de inmediato la llevó al disco”.
En esas memorias, Cadícamo también cuenta la historia de los temas “traducidos por encargo” que aparecen en esta recopilación. “Por encargo de Razzano escribí los textos en castellano de cuatro temas americanos que debía grabar Gardel: un fox trot titulado Yo nací para ti y tres valses que se hallaban en pleno auge: La divina dama, Ramona y En un pueblito de España, de este último una versión distinta a la que grabó Magaldi, que firmé con otro apellido por ser la anterior exclusividad de Víctor.” Aquel fue también el momento en el que Cadícamo pasó de ser un joven con talento e inquietud por la poesía para pasar a ser un poeta del tango hecho y derecho: “Comienzan a lloverme sobres de los sellos grabadores, con estampillas para contraseñar los discos. Ganaba por semana cuatro veces más de lo que cobraba mensualmente en el Archivo”.

miércoles, 13 de julio de 2016

Alberto Margal :El cantor de las madres y las novias

Alberto Capa, cuyo nombre artístico era Alberto Margal, nació en Rosario el 13 de Julio de 1910. Estudió el colegio comercial aunque sin éxito. Trabajó en una panadería, que poseía unas máquinas “Margaldi”. De ahí nació su apellido artístico. En 1933 llegó a Buenos Aires, cantando en cantinas y cafés de Avellaneda acompañándose con su guitarra. Trabajó en la Editorial Sopena y concurrió a teatros vocacionales independientes, donde también cantaba. Durante un asado tuvo un encuentro con Juan Ruggero, “Ruggerito”, colaborador del caudillo Alberto Barceló, hecho que le sirvió como punto de arranque a su trayectoria profesinal. Fue contratado por LR2 “Radio Argentina”, emisora en la que permaneció casi 25 años. Pero también cantó en “Radio Prieto”, “Radio El Mundo” y “Radio Belgrano”, en las audiciones de “Jabón Federal”. Hay que destacar sus actuaciones en el Café Marzotto, acompañado por las guitarras de José Canet y Humberto Canataro. Fue llamado “El cantor de las madres y las novias”. Fueron muchas las giras que realizó por el interior del país, donde era muy conocido. Admirador de Agustín Magaldi, cultivó su repertorio con preferencia. Formó dúo con Lito Bayardo, con quien compuso varios temas. Su popularidad se acrecentó en 1937, destacándose como uno de los cantantes solistas de la época. Realizó giras por Brasil, Uruguay y Chile. En 1951 participó en 2 novelas de radioteatro en Radio Argentina. Su primera grabación fue en el sello “Odeón”, el 7 de Marzo de 1943 con el tango “No hables mal de las mujeres”. Su último registro se realizó en 1957, completando 46 grabaciones. Ese año abandonó la actividad artística. Falleció a los 70 años, el 18 de Septiembre de 1980.