viernes, 31 de agosto de 2012

Eladia Blázquez, "la Discepolo con faldas"


Nadie logró, como Eladia Blázquez, crear tangos con letra de tanto éxito  desde fines de la década del 1960, cuando la popularidad del género había caído en la Argentina a sus mínimos históricos. Sólo pueden comparársele algunos títulos del binomio Astor Piazzolla-Horacio Ferrer.
Ella creó un tango canción verdaderamente nuevo, aunque sobre moldes no vanguardistas, con su rara habilidad para combinar notas y palabras. Con una temática nueva y un lenguaje actualizado impactó en un público amplio, no necesariamente tanguero. Los tradicionalistas la recibieron fríamente, aunque sin la agresividad que reservaron para otras propuestas más heterodoxas.
Era frecuente que se la apodara "la Discepolo con faldas", pero esa comparación con Enrique Santos Discepolo (el autor de "Yira yira" y "Cambalache") es realmente excesiva. Aunque Blázquez suela ser crítica, incisiva y escéptica, sus versos no tienen -salvo en algunos destellos- la profundidad, la riqueza de imágenes ni la poesía de los del autor de "Canción desesperada". Dentro de la irregular calidad de sus piezas, ella cae por momentos en una exaltación desmedida y retórica de Buenos Aires, que soslaya la deteriorada calidad de vida en esa gran urbe de crecimiento desordenado, poluída y en algunos sectores caótica.
Otro rasgo desdeñable de su creación es el nacionalismo hueco que por momentos profesa. Un ejemplo de ello puede hallarse en el tango "Convencernos", que escribió junto a Chico Novarro, lanzado en 1976, cuando la Argentina comenzaba a sufrir la dictadura militar más sangrienta de su historia. La letra propone
"Y ser al menos una vez nosotros,
sin ese tinte de un color de otros,
recuperar la identidad,
plantarnos en los pies,
crecer hasta lograr la madurez,
y ser al menos una vez nosotros,
bien nosotros, tan nosotros
¡como debe ser!"
Quizá sin proponérselo, Eladia nos ofrece con esta composición, vista a la distancia, una buena muestra de la desfiguración de las ideas imperantes por entonces.
Blázquez fue recorriendo a través de su vida de artista diversos caminos, según fueran las circunstancias, buscando un lugar para su empuje creador.
De muy niña triunfó cantando el repertorio popular español, determinada por el origen de sus padres. Los inmigrantes españoles formaban un público enorme, y Buenos Aires pasaba a ser la mayor ciudad gallega del mundo, con más habitantes nacidos en Galicia que La Coruña, capital de esa región hispana. El folklore argentino, luego el bolero, más tarde el tango y por fin la balada fueron sucediéndose en su labor.
De 1970 es su primer disco LP dedicado al tango, donde canta sus propias obras. En los dos años previos había perdido sucesivamente a su madre y a su padre. En esa placa histórica incluye el excelente "Sueño de barrilete" (así se llama en la Argentina a la cometa), que en realidad había compuesto en 1959 y dado a conocer recién en 1968. Con un magistral engarce entre la melodía y los versos, presenta a un personaje frustrado, que no alcanzó la altura de su ideal. En ese mismo álbum figuran otros de los mejores tangos que jamás compondría Eladia, como "Contáme una historia" y "Sin piel", además de "Mi ciudad y mi gente", que ganó el Festival de la Canción de Buenos Aires de 1970.
Después de "El precio de vencer", uno de sus temas más cuestionadores, que grabó en 1973, año en que en la Argentina predominaban las ideas políticas radicalizadas, sobresale nítidamente como su tango más popular "El corazón al sur", que registró en 1976. Blázquez había nacido en Avellaneda, ciudad lindante con Buenos Aires por el sur de ésta. Ese punto cardinal equivale para los porteños a pobre y popular. De hecho, el éxito le permitió a esta artista habitar en el Barrio Norte, en uno de los sitios más caros de Buenos Aires, pero con ese tango vino a decir que su corazón había permanecido del otro lado.

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