lunes, 27 de agosto de 2012

Enrique Mario Francini



Enrique Mario Francini cayó en escena en medio de la versión de Nostalgias que bisaba junto al pianista Héctor Stamponi, frente a los azorados parroquianos del local Caño 14, entre los que estaba el doctor Raúl Matera. Fue un infarto.
En los discos, de las distintas formaciones que integró o condujo a lo largo de unas cuatro décadas, sigue exhibiendo el brillo que en su momento lo acreditó para algunos, si tal tipo de juicio fuera posible, como el mejor violinista del tango. Es que fue un instrumentista tan infalible en los desafíos, y a la vez un intérprete tan singular y expresivo, que forzó una calificación. Pero además está su obra como compositor y el sonido refinado de la orquesta que codirigió con Armando Pontier y de su orquesta propia.Había nacido en San Fernando, en 1916, y era un chico cuando se instaló con su familia en la localidad bonaerense de Campana. Hoy hay una placa en la esquina que fue la Farmacia Vandiol, de un boticario artístico que tenía piano, donde Francini y el lugareño Stamponi pasaron las tardes de su adolescencia. En esa época, se sumaron a la orquesta que el alemán Juan Elhert dirigía en la vecina ciudad de Zárate, especie de gran escuela regional en la que se conocieron con el joven bandoneonista Armando Pontier.El grupo llegó a Buenos Aires y se instaló en la pensión de Salta 321, la pensión de La Alegría, cuyo propietario ejercía un modesto mecenazgo disculpando deudas a cuanto talentoso le tocaba hospedar.
Francini se afirmó como segundo violín en la orquesta de Miguel Caló. Cuando Raúl Kaplún dejó el lugar de primero, Caló probó veinticinco instrumentistas antes de darle la oportunidad al que esperaba calladamente en sus propias filas (todo esto lo recuerda con nitidez el bandoneonista Domingo Federico, quien entonces estaba en la orquesta). Al asumir el rol de primer violín, Francini fundó un estilo de solos brillantes que desarrollaría a lo largo de toda su trayectoria -Osmar Maderna, como orquestador de Caló, le proveía únicamente una guía, y la creación corría por cuenta del violinista-. También llegaron, en colaboración con Stamponi, algunos éxitos populares como compositor con Bajo un cielo de estrellas o Pedacito de cielo.A mediados de la década del 40 se independizó para desplegar sus ideas encabezando orquesta junto a Armando Pontier. Una década después se disuelve Francini-Pontier y cada director funda su orquesta propia. En 1955, ubicado como estaba en punta en la evolución, se pliega a Astor Piazzolla y otros cómplices en el conmocionante Octeto Buenos Aires. Y cinco años más tarde presta espectacular virtuosismo al Quinteto Real, cuya columna es Horacio Salgán.En cuanto a su exquisito dúo con Héctor Stamponi, no puede decirse que tuviera edad. Aunque no formalmente, Enrique Mario y Chupita tocaron juntos desde siempre y hasta el final.La experiencia musical para Francini no implicaba sujeciones. Desde 1958, con sincero interés, fue integrante de la Filarmónica de Buenos Aires. Y según revela Domingo Federico fue también, entre amigos... un cantor destacable. Curioso: en 1940, cuando la orquesta de Caló había quedado temporalmente sin vocalista, Francini puso su voz en el improvisado estreno del tango Al compás del corazón (de Federico y Expósito), durante una actuación en el hotel Nogaró de Mar del Plata.El músico Atilio Stampone, quien fue su compañero en el Octeto Buenos Aires y cabeza de su segundo hogar, Caño 14, lo define rotundamente como el violinista más brillante que he escuchado y el bohemio perfecto. Recuerda que el 27 de agosto de 1978, cuando el arco se le soltó de la mano y el cuerpo se le derrumbó, Francini sólo alcanzó a pedir que alguien recogiera su violín del piso.

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