jueves, 30 de junio de 2011

Apuntes sobre Arolas y su tiempo por Ricardo García Blaya


Arolas es un artista genial y misterioso, muy difícil de comprender sin ponerlo en el contexto histórico y cultural del fin de siglo.
Testimonio indubitable de la importancia del inmigrante en la construcción del tango. Es el representante más genuino del romanticismo y del modernismo de la "belle epoque" tanto por su genio creativo como por su vida y su muerte.
Esta breve y sencilla descripción histórica pretende colocar al personaje en el marco político y social de la época, que nos permita comprender mejor sus talentos y contradicciones, su genialidad y personalidad autodestructiva.
En cuanto al proceso evolutivo del artista remito al lector a los excelentes trabajos de Héctor Ernié (La historia del tango, Vol. 5, Ed. Corregidor) y de Oscar Zucchi (El tango, el Bandoneón y sus intérpretes, Ed. Corregidor) Solo me interesa destacar su ductilidad musical, que permitió a nuestro protagonista pasar de la guitarra al bandoneón con una facilidad y velocidad increíble.
Este enamoramiento entre el instrumento y el artista originó no sólo un notable ejecutante y compositor, sino un brillante director que modificó en fuerza y en brillo lo que se escuchaba en otras formaciones de su tiempo. "Fue un refucilo, un relámpago, un estruendo que conmocionó a toda una generación de excelentes músicos que lo siguieron" (Jorge Göttling, diario Clarín, 29/9/1994).
En efecto, Arolas hizo cosas que hoy consideramos modernidades y sin embargo ya estaban en el fraseo y canto de su bandoneón.
En el año 1890, procedente de Francia, arribó a la ciudad de Buenos Aires el matrimonio de Enrique Arola y Margarita Saury con su hijo José Enrique.
Nuestra historia nos enseña que no se trataba de un año cualquiera.
"La iniciación del 90 encontró al país es estado de quiebra y de liquidación forzosa y con una revolución clamando en las calles" (Ernesto Palacio, Historia de la Argentina).
Durante su transcurso vivieron sucesivamente, una revolución, la renuncia de un presidente y el nacimiento del partido político llamado a representar el espíritu revolucionario y popular de aquel entonces: la Unión Cívica.
Un país de paradojas, basado en un modelo autoritario y liberal, abierto a la inmigración y al progreso, pero con un sistema corrupto y fraudulento.
En este contexto se instaló la familia Arola, en el barrio de Barracas, Salta 3378 (actual Vieytes 1048), y allí nació dos años más tarde el protagonista de esta crónica, Lorenzo Arola, el 24 de febrero.
Mientras transcurre su niñez, los Arola mudaron de vivienda varias veces pero nunca se fueron de Barracas, el barrio que vio crecer al "Pibe de Barracas".
En dicho lapso la República vivió una solapada guerra civil que cada tanto se expresaba en forma violenta; baste recordar las revoluciones de 1893 y de 1905.
No obstante esto, el país se recuperaba de la crisis económica del 90 y comenzaba a vislumbrarse un escenario próspero y pacificado, que se instala finalmente en el año del Centenario cuando asume la presidencia Roque Sáenz Peña durante la cual se promulga la ley del Sufragio Universal (1912).
Efectivamente el Centenario con sus festejos y la instalación de una nueva realidad política, genera un clima de bienestar y distensión propio de la mencionada "belle epoque".
La Argentina era "el granero del mundo", la Unión Cívica Radical accedía al gobierno con Yrigoyen y el tango gobernaba en la orilla y en el centro.
Nuestro artista tenía la melodía en la cabeza, era elegante y compadrón y la vida le ofrecía solo alegrías en esa década del 10 donde el 17 de enero de 1913 con motivo de tramitar su documento, rectifica su nombre y apellido y pasa a ser Eduardo Arolas.
Cuando Lorenzo pasó a ser Eduardo, "El Pibe de Barracas" pasó a ser, sin saberlo, "El Tigre del Bandoneón".
Es el momento de esplendor, donde de su corazón bohemio surgieron más de cien músicas, aunque sólo llegaron al disco unas treinta de ellas, estamos ya en presencia del más grande compositor de nuestro género ciudadano.
El tango comenzaba sus incursiones a París y la muchachada aristocrática flirteaba con músicos y personajes arrabaleros, generando un mundo donde convivían compadritos y bacanes.
La noche, las mujeres y el permanente deambular por cafés y prostíbulos, el éxito, la fama y una adolescencia apresurada generaron la idea a nuestro protagonista que la vida era una farra interminable.
No le preocupaba que a partir de la caída de Bismarck, Europa se preparaba para la guerra; que España iba perdiendo inexorablemente sus colonias y que Buenos Aires se multiplicaba demográficamente con la expulsión de miles de hombres y mujeres del viejo mundo.
La inmigración se interrumpe en 1914, a partir del estallido de la Primera Guerra Mundial por el asesinato del Archiduque Fernando en Sarajevo, que ensangrentó Europa durante cuatro años. Como resultado de la conflagración se consolida el régimen democrático en la Europa Occidental y, en el oriente la revolución de los soviets termina con el imperio de los zares.
Arolas siguió con interés los sucesos del viejo mundo pues como todo tanguero porteño soñaba duplicar su éxito en París, viaje que al final realiza en 1920.
Una circunstancia inesperada es el principio de su romántico final: la traición de la mujer que amaba, nada menos que con su hermano mayor.
"Hombre varonil y de rebuscada elegancia, no tuvo suerte de ser amado por la mujer que eligió. Con ella hubiera resistido huracanes. Sin ella sentía que una tenue brisa podía derribarlo" (José Narosky, diario Clarín, 28/1/1992).
El alcohol, la vida desenfrenada y un oscuro episodio en Montevideo, donde Arolas atropelló un chico con su automóvil, harían el resto.
Cuando viaja por última vez a París, era un hombre terminado, paradójicamente con una buena posición económica pero vencido por la bebida y la tristeza.
Murió solo en el hospital Municipal de París, tenía 32 años, y el certificado, por error, decía tuberculosis, pero todos sabían que fue de pena.
Su muerte se produjo el 29 de setiembre de 1924, plena presidencia de Marcelo T. de Alvear y sus restos fueron repatriados treinta años después, en la segunda presidencia del general Perón. 
EDUARDO AROLAS (El tigre del bandoneón)

 


Hablar de Eduardo Arolas es meterse en el misticismo de la historia de nuestra música ciudadana.-
Recordar a Arolas, es volver a vivir una época de lirismo, de sueños, de barrios olvidados, de personajes ya no existentes que ya nunca volverán a repetirse, de melancolía, de nostalgia, de todo aquello que forjó nuestra identidad nacional.-
Eduardo Arolas nació y se crió en el barrio de Barracas, en ese entonces barrio de corralones, cuartedores, carreros, guapos y compadrones. Por eso así fue su carácter, su forma de ser, su estilo de vida, igual que la mayoría de la gente que lo rodeó en su infancia y su adolesencia.-
Fué a mi entender, uno de los más grandes compositores de música tanguera de todos los tiempos, y tal vez podamos decir que fué el padre e inspirador de todos los compositores que aparecieron después en el firmamento de la música de tango. Porque tengamos en cuenta que a pesar de su corta vida, murió cuando solo contaba 32 años de edad, llegó a componer alrededor de un centenar de tangos y valses todos ellos de una calidad indescriptible.-
Comienza su vida artística tocando la guitarra en un dúo que forma con el bandoneonista Ricardo González “Muchila” cuando contaba tan sólo con 12 años de edad. Pero dos años más tarde cambia la guitarra por el bandoneón, aunque lo tocaba sin conocer una sola nota musical. Es por esa época que se le despierta el alma de compositor, y escribe su primer tango sin tener, el más mínimo conocimiento de música, y a ese tango le pone el nombre de “Una noche de garufa”.-
Es tan grande la labor que desarrolla como bandoneonista, que se deside a tomar clases de teoría, solfeo y armonía con el profesor José Bombig, que en ese tiempo dirigía la banda de la Penitenciaría Nacional.-
En aquella éra muy común tocar un tiempo con un conjunto musical y otro tiempo con otra agrupación, pues el trabajo de músico se sabía cuando empezaba, pero no se sabía cuando terminaba...
Así lo vemos a Arolas formar un trío el pianista Agustín Bardi y el violinista Tito Rocatagliatta y al año siguiente intervenir en un concurso con el mismo violinista pero con Roberto Firpo al piano. Dicho consurso se realizó en el cabaret Armenonville, y fue ganado por los susodichos, pero desgraciadamente la cosa no terminó muy bien porque uno de los integrantes del conjunto que entró segundo en dicho concurso le propinó una puñalada en la espalda a Roberto Firpo, mandándolo al hospital.-
Cuatro años después, estoy hablando de 1917, Firpo lo convoca a Arolas a tocar en la orquesta de Canaro-Firpo, para cubrir los bailes de carnaval en el teatro Colon de la ciudad de Rosario.-
En el año 1920 se va a vivir a París, para reiniciar una nueva vida, pues había tenido con grave problema sentimental con la mujer a quien realmente amó, y como si esto fuera la letra de un tango, ella al fin lo abandonó, para irse nada más ni nada menos, no con su mejor amigo, pero, sí, con su hermano mayor.-
Luego regresa por un corto tiempo a Bs. As., intercalando sus actuacioenes entre Bs. As. y Montevideo donde actúa con gran éxito en el teatro Casino de Montevideo, en el cual estrena su famoso tango “La Cachila”.-
Su obra musical fué realmente asombrosa teniendo en cuenta la calidad y el tiempo en que la realizó.-
Además de “Una noche de garufa” y “La Cachila”, se destacan “El Marne”, tango dedicado a las tropas francesas que pelearon en la batalla de ese nombre en la primera Guerra mundial, “Derecho Viejo”, tango dedicado al centro de estudiantes de derecho, el tango “Catamarca” interpretado maravillosamente por Carlos DiSarli,, “La Guitarrita” “Retintín” “Comme il fault”, “Fuegos artificiales”, “La trilla” “Rawson”, “Place pigall”, “Suipacha”, y muchos más que fueron hechos delicias musicales por las orquestas de Juan D’Arienzo, Carlos DiSarli, Osvaldo Pugliese, Aniíbal Troilo, Francisco Canaro, Roberto Firpo y muchas más..-
El 29 de setiembre de 1924, muere en el Hospital Bichat de París, de tuberculosis pulmonar, según reza el informe del citado nosocomio. Pero parece que Arolas murió asesinado por unos delincuentes que quisieron cobrar con sangre, alguna cuenta pendiente de Arolas con el “hampa” francés.-
Su amigo Enrique Cadícamo, estuvo averiguando bien como fué la cosa, escribió estos versos a título informativo: En esta calleja sola/// y amasijao de sorpresa/// fué que murió Eduardo Arolas///por robarse una francesa.///
Con Eduardo Arolas, se fué un personaje del ambiente nocturno de París, Bs. As. y Montevideo. Su fama de Don Juan, guapo, elegante y cafiolo, se extendió a las tres ciudades que habitó indistintamente. Usaba botines con caña, por supuesto de charol, camisa de puño bordado de Bruselas, sus dedos adornados con brillantes, (bien al estilo canfinflero), “chambergo” o “rancho” según la época del año .-
Pero no olvidemos que si bien con su pinta conquistó el corazón de las mujeres de la noche, con su música y su bandoneón se ganó el alma de todos los amantes de la lírica tanguera.


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